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“Aquí enseñamos el patinaje artístico del aire”

El campeon de vuelo acrobático Castor Fantoba ha creado una escuela de este deporte

El piloto Cástor Fantoba durante una clase de vuelo acrobático.Vídeo: Jaime Casal

Para encontrar a Cástor Fantoba, nada más llegar al aeródromo de Casarrubios, 45 kilómetros al sur de Madrid, hay que mirar hacia arriba, a unos 1.000 metros de altura. Ahí, el actual campeón Español y Europeo de vuelo acrobático está impartiendo una clase de vuelo acrobático con un Extra 300, un biplaza de 700 kilogramos que tiene como propulsor el mismo motor de seis cilindros de un Porsche Boxter. Tras haber aterrizado, aún con su mono de competición puesto, Fantoba define esta disciplina, en la que España es puntera, como el “patinaje artístico del aire. Se trata de diseñar en el aire líneas de extrema precisión. Las figuras son complejas, y aunque estén lejos, durante las competiciones los jueces se enteran de los errores. Todo tiene que ser perfecto”.

Este ingeniero aeronáutico, que el Consejo Superior de Deportes reconoció en 2005 oficialmente como Deportista de Alto Nivel (DAN), es desde hace 17 años miembro del equipo nacional de vuelo acrobático. Explica que España representa, junto con Francia y Rusia, una de las tres potencias mundiales en este deporte.

Rusia cuenta con pilotos que acumulan una experiencia deportiva y militar que se remonta a cuando aún existía la Unión Soviética, mientras Francia tiene un fuerte movimiento de aeroclubes que apoya el desarrollo de los pilotos.

Pero en España todo se basa en el esfuerzo privado. Y es por ese motivo que Fantoba ha decidido poner en marcha una escuela de vuelo acrobático. “Nuestro objetivo es crear una cantera, difundir este deporte y hacer que los pilotos que compiten actualmente tengan un relevo cuando se retiren”.

Para lograr este objetivo la escuela ha enlazado relaciones tanto en España como fuera de las fronteras nacionales: “Tenemos fuertes sinergias con el aeroclub Barcelona Sabadell, cuyos pilotos más prometedores se trasladan a Madrid para seguir entrenando con nosotros. Además de eso, hay muchos pilotos rusos y del este de Europa que se entrenan aquí, y esto ayuda a que el movimiento crezca”, insiste Fantoba.

En España hay unos 50 pilotos, de los que cinco son aptos para competir a nivel internacional. Los tiempos necesarios para prepararse son largos —el propio Fantoba tardó cuatro años en estrenarse en una competición fuera de España—, pero el piloto hace hincapié en que se trata de un deporte menos caro de lo que parece: “Un buen avión puede costar 30.000 euros. Si cinco pilotos juntaran el dinero necesario para adquirir una moto podrían hacerse con uno”. Los gastos de mantenimientos rondan los 4.000 euros anuales, y un curso cuesta unos 250 euros la hora. “Pero un vuelo de entrenamiento puede durar como mucho 20 minutos. Y nunca van a ser más de tres vuelos al día”.

El alumno que ha bajado del avión junto con Fantoba corrobora las palabras de su instructor. Gonzalo Marín es un joven piloto de línea, pero nada más tocar tierra lo que necesita es recuperarse: “Ahora un pincho de tortilla, un refresco y un poco de descanso”, asegura. También los físicos más entrenados padecen el esfuerzo del vuelo acrobático, pero las ganas pueden con el desgaste. “Todos los pilotos sabemos que este deporte existe, qué maniobras se hacen, cómo funciona… Aunque entrar en un avión de esos es otra cosa... significa conducir la Formula 1 del aire. Es espectacular”, asegura Marín.

Ignacio Elduayen, director del Aeródromo de Casarrubio asegura que la presencia de pilotos acrobáticos en el aeródromo fomenta la pasión para el vuelo. “Es una disciplina muy útil. No se trata solo de aprender a volar a lado pilotos entre los mejores del mundo, es algo que va más allá de la dimensión deportiva. Te enseña a maniobrar el avión en condiciones extremas: una hora de vuelo acrobático vale como 10 de vuelo normal”.

En el avión

Para comprobar el esfuerzo al que se someten esos pilotos, EL PAÍS ha podido subirse al avión en el que entrenan. Tras haberse puesto el paracaídas —“Si hay que saltar del avión hazlo con la anilla en la mano, porque te aseguro que en el aire no la vas a encontrar”, aclara Fantoba— al deslizar en el asiento se concreta la idea de que va a ser un vuelo fuera de lo común. Se trata de una versión suave de un entrenamiento normal, con figuras básicas. Pero el primer viraje basta para entender porque hay una bolsita de plástico colocada en el cinturón. Se sube hacia arriba, y se pierden los puntos de referencia espaciales. Un looping, con el avión que dibuja un rizo en el aire, y luego un tonel, que dibuja un sacacorcho… Fantoba indica donde mirar, y el suelo sustituye al horizonte en menos de un segundo.

“Ahora arriba como un cohete”, exclama por la radio, mientras pone al avión en vertical. Al bajar, el cuerpo tiene encima seis veces su propio peso, es decir 6G, y hay que apretar los músculos de piernas y abdomen para evitar que la sangre suba a la cabeza demasiado rápido y no marearse.

En las competiciones, los pilotos soportan hasta 8G, tantos positivos como negativos (que hacen que el cuerpo se levante del asiento). Un esfuerzo necesario para conducir la formula 1 del aire.

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