Trenes, miniaturas, pasión
Los aficionados al modelismo ferroviario tienen cada año una feria en Lleida
Cada marzo, muchos aficionados al modelismo ferroviario se encuentran en la feria de Lleida, en la Expo Tren. Hay un mercado de piezas nuevas, de segunda mano, todo tipo de elementos escenográficos para las maquetas –por ejemplo, población variopinta y a escala-, bibliografía de documentación –las locomotoras Diésel en España o el tren minero de Río Tinto- o maquetistas que ofrecen al cliente iniciarse con plataformas donde está resuelto el despliegue de raíles y las tripas técnicas que necesita el control de los trenes...Y todo tipo de precios. Desde humildes vagones a una locomotora Renfe 251 de 600 euros. O, aunque esa es otra historia, las máquinas de vapor de la japonesa Aster, más grandes (escala 1:32) que emplean alcohol o gas de combustible, nada de vías electrificadas, y que pueden llegar a costar, desmontadas, 15.000 euros. En la feria también se reúnen distintas asociaciones de amigos de los trenes y el modelismo, de L’Hospitalet , Cuenca, Perpinyà, etc. Cada una lleva sus maquetas, de tamaño modesto, transportable, pero que allí las ensartan con otras, a la misma escala, hasta levantar considerables circuitos. Y todos controlan los convoyes con el wi-fi del teléfono móvil o la tableta, desde aplicaciones específicas descargadas en estos ingenios absolutamente multiuso.
El promotor de todo ello, desde hace siete años, es Raül Valls. Vecino de La Seu d’Urgell pensó que Lleida era el lugar más apropiado porque, entre otras razones, tiene el único taller de reparación de trenes históricos que los visitantes de la feria pueden ir a visitar en un repentino cambio de escalas, de la miniatura al gran artefacto. Valls calcula que en España hay unas 10.000 personas aficionadas, que van desde el coleccionista que guarda vagones y locomotoras en vitrinas a quien construye con extrema minuciosidad todo un paisaje para que circulen, en una versión laica y, algunas veces, monumental, de los dioramas pesebristas. Si hay algo muy claro para Valls es que Expo Tren “no es un salón de la infancia”. “Hay espacios lúdicos pensados para los niños, pero más como introducción a una eventual afición”. Valls, además, edita una revista, ahora bianual, Más Tren, dedicada al modelismo ferroviario. En el último número, por ejemplo, hay un documentado reportaje sobre la maqueta de 400 metros cuadrados y 40 trenes circulando que presenta el museo Hans-Peter Porsche Traumwerk, de la familia Porsche de toda la vida, en Anger (Alemania). Y hay el artículo técnico de un aficionado que cuenta, paso a paso, la construcción de una maqueta donde, para dar una idea de la pasión por el detalle, se emplea un aplicador electroestático para erguir la hierba. Algunos de estos coleccionistas y maquetistas han mostrado públicamente su obra, con éxito desigual. Ha habido fracasos y cierres. Pero no es el caso, por ejemplo, de Màgic món del tren en Santa Eugènia de Berga (Barcelona) o RailHome, en Igualada. Las dos en escala H0 (1:87). Antoni Rabell es el creador de esta última. Todo empezó cuando tenía diez años y visitó la maqueta que un conocido vecino tenía en su casa. Luego, Los Reyes le trajeron un Ibertren, escala N, una de las pequeñas. Y a los 18 años vendió el material que había acumulado en la escala N y se pasó a la H0. De eso hace 40 años. Rabell no solamente colecciona locomotoras y vagones. En la nave industrial donde ha instalado su maqueta, pueden contemplarse desde los papeles que documentaban las acciones de pioneras compañías de ferrocarril (“son muy interesantes porque los grabados de las máquinas dan mucha información sobre cómo eran entonces”) a gorras o determinados utensilios técnicos. “Las cajas negras no son un invento de la aviación, vienen del ferrocarril”.
Rabell explica con pasión la historia del modelismo. Todo empezó cuando Märklin lanzó en 1891 su primer tren con motor a cuerda. Se trata de un apellido muy respetado en el mundo de las miniaturas ferroviarias, pero el que mantenga un sistema de alimentación propio (tres carriles y corriente alterna) hace que algunos la comparen con Apple y sus tácticas para encerrar al cliente, tenerlo cautivo. Rabell habla con más discreción de una “política de fidelización”.
La autenticidad es un valor fundamental. Creo que si un fabricante lanzara un tren inventado no conseguiría venderlo
El sector ha visto el empequeñecimiento progresivo de los modelos con la escala Z (1:220) o “la escala T (1:450), que han sacado los japoneses hace pocos años -la máquina parece un mosquito”. Y, sobre todo, la digitalización de los trenes a partir de los años noventa. Ahora, las máquinas pueden llevar diminutas cámaras para contemplar el viaje desde el punto de vista del maquinista virtual o se graban los sonidos de una locomotora para incorporarlos a sus copias miniaturizadas. “La autenticidad es un valor fundamental. Creo que si un fabricante lanzara un tren inventado no conseguiría venderlo”.
Rabell cobijó su enorme y detallista maqueta en una nave industrial de Igualada en 1998. En 2014 decidió abrirlo al público. Ha sido una tarea en solitario. Ahora, con la ayuda de un amigo, trabaja en otra maqueta de mayor escala que abrirá en 2018 y no descarta animarse a crear otra, escala N, ambientada en Estados Unidos. “Es otro mundo porque la tipología de las máquinas, de tracción diésel, es distinta de la europea”.
En fin, todo un mundo. Valls reivindica el estímulo de la manualidad y la creatividad que lleva asociada esta afición donde, eso sí, apenas aparecen mujeres. “Quizá podría explicarse por la supervivencia de estereotipos en la educación. Todavía al niño se le regala un tren y a la niña….una muñeca”.
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