Al principio fue el ‘twist’
Un libro narra la historia de los pioneros del rock madrileño entre 1960 y 1964
El primer disco de rock español se publicó en 1959. Era un ep de cuatro canciones y lo firmaba Los Estudiantes. El título no podía ser más directo, El rock and roll de Los Estudiantes, y se abría con Ready Teddy,versión de una canción que había sido popularizada en 1956 por Little Richard.
Cantada en algo que parece una aproximación fonética al inglés, todavía hoy suena tan amateur como energética y juvenil. Pero lo que resulta asombroso es que en un país todavía aislado y en pleno franquismo ese sonido llegara con solo tres años de retraso. “El rock era pura energía y se contagió con mucha rapidez por todo el planeta. En 1958 todo el mundo decidió colgarse una guitarra. Pero no era lo mismo Francia o Inglaterra que España. Aquí, la irrupción del rock no se puede explicar por evolución. Es una ruptura. El mérito no está en la calidad de los discos. Es dar el paso de hacerlo”, explica Julián Molero, autor de Batería, guitarra y twist, pioneros del rock madrileño.
La irrupción del rock no se puede explicar por evolución. Es una ruptura. El mérito no está en la calidad de los discos. Es dar el paso de hacerlo” (Julián Molero)
Editado por La Fonoteca, este librito de apenas 160 páginas combina datos y fechas con la descripción de una época, los primeros sesenta, que ahora parece remota. “Intenté contar lo que conocía y acoté mucho. Se habla solo de Madrid entre 1960 y 1964”.
Había hasta ahora pocas referencias escritas de ese periodo. De Los Rangers, Los Jets, Los Rock o Los Teen Boys. De los años en los que las bandurrias se convirtieron en guitarras eléctricas. Del furor por bailar el Twist, la primera muestra pública de la pasión por el rock. De la rápida implantación de un género por un puñado de adolescentes copiando las cuatro cosas que les llegaban. “Tuvo un gran peso el estreno de las películas de Elvis y posteriormente West Side Story. La estética resultaba fascinante a los chavales”.
Los grupos se formaron en distritos ricos, Salamanca o Retiro, por vástagos de familias de clase alta
No fue la única vía de entrada. También estaban las bases militares estadounidenses, como la de Torrejón, abierta en los cincuenta. Y la llegada de una nueva generación a las élites del franquismo. Porque los grupos se formaron en distritos ricos, Salamanca o Retiro, por vástagos de familias de clase alta. Entre los primeros rockers había hijos de militares de muy alta graduación, de financieros, de diplomáticos, de ejecutivos de grandes compañías, de propietarios mineros o empresarios. “Los grupos estaban compuestos generalmente por músicos salidos de buenas familias. Sin embargo, los solistas eran de extracción humilde”, explica Molero. “Me contaron una conversación de 1965 en un bar, en la que Miguel Ríos decía: ‘Yo hago esto o no como’. Su interlocutor, miembro de un grupo, presumía de que lo suyo era solo un entretenimiento”.
A pesar de eso el régimen no tenía muy claro cómo manejar este movimiento. “Se desconfiaba. Se les vetaba, ridiculizaba y menospreciaba, pero no se puede hablar de persecución, no se cargó contra ellos”. Porque hay un algo revolucionario en todo aquel movimiento: el rupturismo. El rock agitaba la calle, hacía que los adolescentes buscasen otras cosas y se planteasen un futuro fuera de esa sociedad mojigata e hipócrita, explica en el prólogo Eduardo Bartrina, batería de Los Jets, uno de los grupos pioneros. “Lo que hicimos los músicos me sigue pareciendo una epopeya ciclópea. Luchamos contra todo y todos por mantener una idea: contra la sociedad, contra el sistema, contra nuestras familias y contra todo tipo de elementos”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.