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Hola, todos somos robots

La feria Global Robot Expo, que se celebra en la Casa de Campo, pretende convertirse en la más importante de un sector que aspira a que estas máquinas entren en los hogares

Sergio C. Fanjul
La Feria Global Robot Expo 2016 en la Casa de Campo.
La Feria Global Robot Expo 2016 en la Casa de Campo.Jaime Villanueva

En el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo han dejado a los robots sueltos. Recibe un Terminator que te clava su luminosa mirada roja y te entran ganas de volverte a casa; menos mal que a su lado está la tranquilizadora Hello Kitty,que invita a quedarse.

Esta pequeña muestra de robots históricos da la bienvenida a la feria internacional Global Robot Expo, que se celebra desde ayer hasta el domingo, día reservado a aficionados y público general. Al fondo, en la gran nave de techos altos, los omnipresentes drones hacen sus virguerías y los movimientos de silicio y metal se mezclan con los de carne y hueso.

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“Esperamos que la robótica sea la próxima revolución tecnológica, como lo fueron los ordenadores personales, Internet o la tecnología móvil”, dice Enric Forner, director ejecutivo de la feria, durante la inauguración. Según explica, este sector está viviendo una expansión “impresionante”: mueve unos 20.000 millones de dólares y se espera que en cinco años llegue a los 80.000. Y es que, si bien los robots se utilizan en la industria desde los setenta, ahora es el momento en el que, con formas más amables, empiezan a llegar al ámbito doméstico e incluso a nuestros cuerpos.

La feria, en esta primera edición, pretende poner a Madrid en los cielos de la robótica reuniendo hasta 70 empresas y celebrando 40 conferencias. “La ambición de los organizadores es que se convierta en la referencia en Europa. Las más importantes están en Japón, pero no hay otras de esta categoría en nuestro continente”, dice en rueda de prensa Luis Cueto, coordinador general de la Alcaldía. El Ayuntamiento apoya este evento junto a otras instituciones, como la Embajada de Japón.

Precisamente de Japón ha venido una de las reinas de la fiesta: la adorable foquita Paro (una foquita robótica, se entiende, pero peluda y suave, que en España se llama Nuka), que interacciona con ancianos, niños enfermos y enfermos mentales haciéndoles mucho bien. “Jugar con Paro ayuda a ciertas partes del cerebro de los dementes y reduce los efectos de la depresión y de la ansiedad. Es animal de compañía, pero también función terapéutica”, dice Takanori Shibata, creador del ingenio en 1993, un bicho que ha cogido cierta fama en la cultura popular, hasta recibir guiños en Los Simpsons o la serie de Netflix Master of None.

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Si en la feria la foca causa buen revuelo, no menos causa la reproducción a tamaño natural del R2D2 de La guerra de las galaxias, que llena el pabellón de esos sonidos tan particulares que emite el personaje y que tal vez lleve en su interior un mensaje de Obi Wan Kenobi para la Alianza Rebelde. Está en el stand de Robotrónica, el área profesional de robótica de esa cueva del tesoro que es Juguetrónica, la tienda especializada en juguete tecnológico (Alberto Aguilera, 1). “Tenemos robots dedicados a la educación y a la empresa”, explica Mónica Priefert, directora de Comunicación y Eventos. “Aparte de distribuirlos, tenemos un equipo de programadores que los preparan”.

Es decir, que uno va y pide que el robot haga una cosa, y ellos lo consiguen. “O te enseñamos a hacerlo”, dice Priefert. A sus pies retoza el perro robótico Sony Aibo, una verdadera pieza de colección (se dejó de fabricar hace 10 años), que es parte del Museo del Robot que albergan en su sede madrileña.

En el ámbito de la empresa estos robots pueden utilizarse en cuestiones de mercadotecnia, información o comunicación —por ejemplo, informando en el vestíbulo de un hotel o atrayendo a la clientela a la puerta de un bar, como podrían hacer los especímenes Pepper, de Aldebaran, o el muy expresivo Reeti, de Accueil.

El museo del robot

El Museo del Robot, en el sótano de Juguetrónica (Alberto Aguilera, 1), alberga una colección permanente que relata el pasado, el presente y el futuro de la robótica. En un pequeño escenario hacen demostraciones y cada mañana reciben a alumnos de colegios. Dicen tener la mayor colección de robots de Europa y la segunda mayor del mundo, desde el robot autónomo más pequeño jamás fabricado, hasta el humanoide NAO, de la empresa francesa Aldebaran Robotics, pasando por una réplica de C3PO, el androide de protocolo de La guerra de las galaxiasque hablaba millones de idiomas.

Dentro del ámbito de la educación pueden servir de complemento del profesor o para que los alumnos se inicien en la programación utilizándolos. Crea Robótica Educativa es una empresa de la Universidad Carlos III dedicada precisamente a la intersección de tecnología y educación. En su stand muestra los pequeños robots Ollo o impresoras 3D de fácil manejo para los más jóvenes. Imparte cursos extraescolares y la reciente asignatura de Tecnología, Programación y Robótica, en la que la Comunidad de Madrid es pionera. “En esta asignatura se profundiza, de 1º a 4º de la ESO, en temas de robótica y de tecnología, de pequeños conceptos de programación a temas de diseño 3D, control de impresoras y programación de robots simples”, relata Félix Rodríguez, de Crea.

¿Cuáles son las fronteras de la robótica hoy en día? “Hay muchas líneas abiertas, pero la frontera, más que en el futuro, ya está en el presente, la estamos viviendo. Se trata de la integración de toda esta tecnología en la vida cotidiana y no solo en la industria. Que los robots sean comunes en las casas, como los lavavajillas”, dice Ángel Llamazares de RoboCity 2030, el consorcio de las universidades madrileñas y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que desarrolla proyectos de vehículos autónomos, humanoides, drones, etc.

Por ahí pululan también Zowi, el robot del canal televisivo Clan, los robots humanoides educacionales Alpha, que muy afanosamente se marcan unas flexiones, o los robots emocionales Aisoy, radicados en Elche. También máquinas que cortan el césped, brazos industriales que conjugan fuerza y precisión o un stand, muy de ciencia ficción, donde venden robots de segunda mano.

El domingo, día del público, se podrán ver demostraciones de drones, talleres de Lego y Arduino —la tecnología libre para controlar impresoras 3D, drones y otras aplicaciones—, carreras de robots o luchas de humanoides.

“Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño”, reza la Primera Ley de la Robótica, de Isaac Asimov. ¿La romperán algún día estos (hoy) simpáticos cachivaches y dominarán el mundo? “Por el momento necesitan a alguien que los programe, así que no hay peligro”, dice Ricardo Pagola, de Midland. “Yo creo que nos ayudarán cada vez más a más cosas, pero nunca nos van a sustituir, eso está claro”, concluye Priefert.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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