Bohigas: atracción fatal
Tributario del círculo Noucentista, ha sabido incorporar lo contrario: la ‘rauxa’, el despotismo ilustrado, lo taxativo... Una personalidad irrepetible
Oriol Bohigas, el último gigante de una gran generación cultural barcelonesa, cumplió hace unas semanas 90 años. Una cifra redonda, una inmensa suerte tenerlo todavía entre nosotros, lúcido como siempre, atento a todo lo que sucede a su alrededor, es decir, a lo que sucede en el mundo.
La generación de Bohigas estuvo marcada por un hecho fundamental: haber vivido de niños la República y la guerra, educarse en la postguerra, formarse profesionalmente en los años centrales del franquismo para alcanzar la madurez en su tramo final y al principio de la democracia. Estas etapas, tan distintas, les dieron una experiencia que repercutió en la configuración de sus personalidades: tuvieron que sortear tiempos difíciles, bebieron en fuentes bien distintas y su formación a lo largo de la vida estuvo constituida por pliegues contradictorios que, sin embargo, no quedaron superpuestos sino que los integraron. De ahí su capacidad para asimilar y comprender, para tener una amplia visión de las cosas, de esforzarse para conseguir objetivos difíciles. De ahí, quizás, su sentido de grupo.
Barral, Castellet, Sacristán, los Goytisolo, Gil de Biedma, los Ferrater, cronológicamente forman parte de la generación de Bohigas pero eran de una camada muy distinta, fueron un grupo al margen de los parámetros creados por el catalanismo de principios de siglo, por las instituciones culturales de la Mancomunitat, y tuvieron que inventarse a sí mismos, cada uno por su cuenta, bebiendo de las tradiciones intelectuales francesa, alemana o anglosajona, además de la española, aunque ésta en menor cuantía.
Al contrario de Bohigas. En sus orígenes fue tributario del círculo de amistades de sus padres, representantes del Noucentisme catalán del primer tercio de siglo: gente liberal y civilizada, demócrata y moderada, catalanistas abiertos. Oriol no ha sido un continuador exacto de esta tradición, incluso en muchas de sus facetas es visible lo contrario: su rauxa modernista, más un déspota ilustrado que un demócrata, más taxativo en sus expresiones que liberal y moderado. Pero su trayectoria no puede entenderse sin estos orígenes ya que suministran la clave de muchas de sus actitudes, entre ellas, a mi parecer, su obra como arquitecto y como urbanista, también su voluntad de apertura al cosmopolitismo para insertarlo en la tradición cultural catalana.
Ahora bien, en los años 60, ambas corrientes, la de los Barral y Castellet, junto con la de Bohigas y los sectores provenientes de ese catalanismo abierto, tienden a confluir. Ahí está Edicions 62 para confirmarlo: dirigida por Castellet y, en un largo período, presidida por Bohigas. Fue un gran momento cultural en el que no se pedían credenciales de pureza patriótica, en el que se consideraba que la cultura catalana era toda aquella que se producía en Cataluña. La Enciclopedia Salvat no era tan distinta de la Enciclopèdia Catalana, la Cova del Drac estaba cerca de Bocaccio. Después, con la Generalitat, todo se torció y así hemos llegado a la situación actual. Hoy la cultura catalana es TV-3 y el Barça, lo contrario del Noucentisme.
Bohigas es, ante todo, una persona culta, un ilustrado. Quizás lo que le distingue de otros arquitectos de su generación, tan preparados técnicamente como él, es esa capacidad de integrar la perspectiva cultural en sus obras, considerarlas como objetos que existen en un entorno que va más allá del geográficamente cercano, un entorno más espiritual que físico. Me gusta la arquitectura de Bohigas porque no se nota, porque está hecha pensando en un antes y sabiendo que habrá un después. La continuidad, el saberse parte de una tradición que no es casual, su voluntad de edificar sin desentonar del conjunto sino integrándose en él, eso proviene del Noucentisme, de la humildad de la obra bien hecha.
Aunque Bohigas para nada es humilde, se sabe élite y siempre ha ejercido de tal, con toda la razón del mundo. Bohigas es desde hace muchas décadas un mandarín cultural sin el cual no se podría explicar la trayectoria cultural catalana del siglo XX. Sus dos primeros libros de memorias son imprescindibles para entender esta trayectoria. Allí se pone de relieve, además, su afán de saber, su inacabable curiosidad, su fuerza vital, su capacidad de trabajo, su encanto personal y, en definitiva, su atracción fatal que le ha convertido en algo más que un eminente arquitecto, intelectual u hombre de cultura, que le ha convertido en una personalidad singular e irrepetible: no podrá haber otro Oriol Bohigas.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.