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Los libreros de la cuesta de Moyano piden una regulación como la de París

Los vendedores denuncian estar "al límite" por la indiferencia de las Administraciones

Beatriz Guillén
Cuesta de Moyano
Cuesta de Moyanojulián rojas

Cuentan los libreros de la cuesta de Moyano que en sus 90 años de historia solo 15 días han permanecido cerrados. Fue en el verano del 39, tras la victoria de las tropas franquistas. Cuando requisaron las obras que iban en contra de la moral del régimen. “Desde entonces, no ha habido una jornada en la que no hubiera aquí algún librero”, asegura Paco Moncada, presidente de la Asociación de Libreros de la Cuesta de Moyano. Recuerda con nostalgia los buenos tiempos, ahora que son ya exiguos los clientes y precarias las ventas. Los vendedores de los 30 puestos quieren recuperar el “gran centro cultural que fue la feria permanente de libros de Moyano” y ven en la normalización la solución a sus problemas. “Necesitamos una regulación estándar y oficial para todas las casetas, como la que tienen en París”, argumenta Moncada, “que recoja la idiosincrasia de este lugar tan especial”. Esto incluye que les quiten el alquiler o que les pongan un canon cultural.

Reglamento de los buquinistas

  • No pagan alquiler ni tasas. Tampoco reciben subvenciones. Desde que fueron reconocidos en 2011 como patrimonio mundial de la UNESCO.
  • Deben abrir mínimo cuatro días a la semana.
  • La concesión es personal e intransferible. No se puede subarrendar.
  • El titular de los cajones de libros debe ser quien se encargue de la venta. Tiene que estar mínimo tres días a la semana. Solo puede ser sustituido por su cónyuge, un pariente directo o un empleado.
  • En caso de ausencia injustificada de más de tres meses con el puesto cerrado, el Ayuntamiento de París puede proceder al levantamiento de las cajones.
  • El titular debe ser quien compre los cajones o quien se los haya construido, además de mantenerlos en perfecto estado. El Ayuntamiento no vende, alquila ni pone a disposición de los buquinistas estos cajones.
  • El comercio principal es la venta de libros antiguos, de ocasión, de papeles antiguos, grabados o de libros nuevos editados por editoriales independientes. De los cuatro cajones de los que dispone el buquinista, solo uno puede estar ocupado por la venta de monedas, medallas, sellos, postales o de recuerdo de París. Excluyendo en todo momento la venta de objetos que no representen un interés artístico. "Si los comerciantes quieren vender souvenirs deberán irse a las tiendas habilitadas para ello y pagar las tasas que conllevan. Nosotros encontraremos a buquinistas cuyo deseo sea consagrar el libro", explica así el Ayuntamiento en su dosier sobre los costes del servicio. En 2009, el Ayuntamiento avisó a cerca de 40 puestos porque vendían demasiados souvenirs en relación al límite autorizado.

Los buquinistas franceses —se llaman así específicamente aquellos libreros que venden en los márgenes del río Sena— tienen desde 2011 un reglamento estricto que deben cumplir y que les permite no pagar tasas ni alquiler (tampoco pueden recibir subvenciones). Están obligados a abrir sus puestos un mínimo cuatro días a la semana, a vender esencialmente libros antiguos, de ocasión o grabados y a comprar o construir los cajones de venta en unas dimensiones concretas e iguales para todos ellos, entre otras medidas.

La equidad para todas las concesiones es una de las demandas de los libreros de Moyano: denuncian que cada caseta paga un canon distinto en función del año de su instalación. Así, mientras aquellos que empezaron en 1985 abonan alrededor de 1.400 euros al semestre, los de 2005 llegan a los 6.000. “Son concesiones que se dan al alza; es decir, que cada vez que se renuevan el precio es superior a la vez anterior. Esta discriminación hace muy difícil la supervivencia a los nuevos libreros”, constata el presidente de la Asociación. Ángela Barrios, que lleva 15 años en Moyano y tiene uno de los canon más caros, afirma: “No podemos mantener a las familias así, pagando lo que pagamos”.

El precio de alquiler de las casetas es solo una de las numerosas dificultades que los libreros engloban bajo un problema general: la indiferencia de las Administraciones. “Nos limitan cada vez más. Y nosotros sí que estamos al límite, pero de la supervivencia”, explica el vendedor Armando Castillo, que heredó el puesto de su padre —“llevamos aquí desde los sesenta, de sol a sol”—.Una gran parte de sus obstáculos se derivan del proyecto de peatonalización del entonces alcalde del PP Alberto Ruiz-Gallardón en 2007. “Desde que hicieron la calle peatonal hemos perdido muchísima visibilidad”, razona Moncada. “Antes venía mucha más gente”. Además, la reforma de la cuesta trajo, según los libreros, un suelo de granito que “arde en verano y enfría en invierno” y un paseo sin sombras ni bancos. “Lo único bueno que nos iba a traer era una terraza para dinamizar la zona y todavía no ha llegado”, se quejan los vendedores.

Sin aparcamientos

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La falta de sitio para dejar los vehículos es otra de sus preocupaciones. “En esta calle no se puede entrar con el coche, pero tampoco podemos dejarlo en los alrededores para cargar porque tenemos el límite horario de 09.00 a 11.00. ¿Cómo hacemos para traer y descargar el género?”, explica Moncada. Esta limitación ha reducido la llegada de vendedores particulares: “No reponemos, no vendemos”.

“Somos conscientes de que existe voluntad política para dar soluciones a nuestras demandas”, reconoce el presidente. Ya han tenido una reunión con la alcaldesa y otra con la directora general de Patrimonio. Ambas con resultados. “Ahora solo falta que se trasladen a decisiones prácticas”. Mientras, ellos recuerdan que son la única calle de Madrid en la que de principio a fin —200 metros— solo se venden libros. 

Carmona: "Esta calle debe estar en las guías turísticas"

El concejal del PSOE Antonio Miguel Carmona propone que la Cuesta de Moyano aparezca en las guías turísticas como lo que es: “Una institución cultural de la ciudad”. “Está en el gran centro cultural de Madrid, rodeada de los museos más importantes de España. Es un sitio además muy accesible para los turistas. Tiene que figurar como recomendación en las oficinas de Turismo y en las guías”, reflexiona Carmona. “La primera actuación en el eje Prado-Recoletos debería ser esta”.

El PSOE va a presentar una iniciativa al Ayuntamiento para conseguir un reglamento como el de los buquinistas de la capital francesa. “El pozo de petróleo de Madrid es la cultura y como tal hay que tratarla. Madrid ya no va a crecer por la industria, nuestro potencial es la cultura”, explica el edil socialista, que pide que “Moyano se convierta en el nuevo París”.

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Sobre la firma

Beatriz Guillén
Redactora de EL PAÍS en México. Trabaja en la mesa digital y suele cubrir temas sociales. Antes estaba en la sección de Materia, especializada en temas de Tecnología. Es graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS. Vive en Ciudad de México.

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