El universo Santos estalla voluptuosamente
'Patetisme il·lustrat' no es música, ni es teatro, ni es danza
¡Atención!, como suelen decir en los blogs seriófilos, este artículo incluye spoilers.
La sorpresa es una de las bazas del Universo Santos, un universo que existe y es tan real como la vida misma o más. Romperla es una irreflexión sancionable pero resulta totalmente imposible hablar del último artefacto multitodo del creador de Vinaròs sin referirse a su contenido. Patetisme il·lustrat, como suele ser norma de la casa, empalma una sorpresa tras otra. Todo es nuevo y diferente pero nada resulta ajeno a cualquiera que alguna vez se haya sumergido voluntaria o involuntariamente en ese mundo tan personal: ni música, ni danza, ni teatro sino todo lo contrario. Algo menos de una hora de sobresaltos servidos a ritmo lento, sin agobios, con la cadencia del que tiene todo el tiempo del mundo a su disposición, que el viernes se estrenó apoteósicamente en El Canal de Salt y que ocupará la sala Tallers de TNC desde el 19 de noviembre al 6 de diciembre.
Carles Santos: Patetisme il·lustrat
Mónica López, actriz.
Núria Andorrà, percusión.
Dory Sánchez, danza.
Festival Temporada Alta
El Canal, Salt. 13 de noviembre.
Hace algunos años una de las principales bazas de Santos era la provocación. Ahora ya nadie se deja provocar. Que se descorran las cortinas y aparezca una percusionista vestida de cuero negro y rojo utilizando las nalgas del compositor como instrumento lo que provoca son sonrisas similares a las arrancadas tras la utilización para autoinsultarse de palabras como músico (al parecer un verdadero insulto en algunos medios).
Así las cosas, la provocación de Santos es ahora más sutil y se centra en mostrarnos cosas comunes convertidas en elementos centrales de la creación artística. Si Fred Astaire había bailado con una escoba, Santos va más lejos y hace que su bailarina dance con un robot aspirador. Y también baila (más bien lucha por escapar en juego casi sadomasoquista) en un mar de zapatos rojos. Un secador de manos de lavabo público puede convertirse en un lúcido interlocutor o un casco blanco en un tambor que provoca movimientos de una huidiza sensualidad. Una jaula metálica o el desprecio por la música impresa pueden desatar pasiones de una desbordada sexualidad.
Y Santos se pasea por allí como un elemento más de un decorado inexistente, alejado de los excesos escénicos de propuestas anteriores. Y su música suena en algún momento sin estar allí realmente.
No, definitivamente Patetisme il·lustrat no es música, ni es teatro, ni es danza, es Santos recreándose a si mismo y estallando en un reguero de voluptuosidad reconfortante. En Salt la recepción del público fue entusiasta. Los tiempos están cambiando pero el Universo Santos sigue vivo, muy vivo y dando guerra.
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