Y Arthur Freed le negó las alas
Como comedia 'Molt soroll per no res' funciona, como musical decepciona
En la década de los cincuenta un musical de la MGM era sinónimo de color, brillo, elegancia, espectacularidad. Un caleidoscópico vértigo para los sentidos. Los mejores poseían además la intangible cualidad de arrastrar al público a un estado de felicidad irracional; levitación onírica con su irresistible bandera de la frivolidad. En ese irisado espejo ha querido mirarse Àngel Llàcer cuando decidió ampliar la lista de adaptaciones musicales de los textos de Shakespeare con su versión de Mucho ruido y pocas nueces.
Saber y ambición no le faltan, pero San Arthur Freed no ha tenido a bien concederle las alas –el clic, el no sé qué– que aleje esta producción del TNC de la sensación de estar ante un voluntarioso ejercicio-homenaje. El destello que aportan los contados talentos de la compañía y el equipo artístico es insuficiente para iluminar un conjunto embarullado en el que destacan más las carencias que las virtudes. Una breve lista encabezada por la incandescencia histriónica de un excelente David Verdaguer (Benedicte, rey de la función), un galán cómico entre Danny Kaye y un joven Fernando Fernán Gómez; la irónica seguridad de gran actriz de Victòria Pagès, en un papel que evoca a Ethel Merman; y la eficacia clownesca de los fools encarnados por Bernat Cot, Albert Mora, Oriol Burés y Enric Cambray, secundados por Clara Altarriba, pizpireta soubrette de los Hermanos Marx.
Molt soroll per no res
De William Shakespeare. Dirección: Àngel Llàcer. Dirección musical: Manu Guix. Dramaturgia: Marc Artigau y Àngel Llàcer. Intérpretes: Jordi Coll, Albert Triola, Marc Pociello, David Verdaguer, Victòria Pagès, Oriol Burés, Enric Cambray, Òscar Muñoz, Aida Oset, Bea Segura, Lloll Bertran, Clara Altarriba, Bernat Cot, Albert Mora y Ángel Llácer. Teatre Nacional de Catalunya, 16 de octubre.
La culpa no es de la falta de medios. Con poco se puede volar muy alto. Sólo hay que tener y multiplicar la energía adecuada para despertar la magia. La que tenía Casem-nos una mica dirigida por Toni Martín o el reciente High Society del Old Vic en Londres. Con dos pianos y un cielo de farolillos de papel en un desnudo espacio central es suficiente para invitar a una contagiosa fiesta. En el TNC han expoliado el almacén y rescatado un escenario giratorio, pero nunca se desvanece la sensación de que sobra espacio, que hay un gran vacío que aleja al público de la fantasía. Sólo el espacio de luz que crea Albert Faura y David Bofarull –su elegante uso del spotlight es lo mejor de la puesta en escena– mitiga esa trinchera. Cierto, la dramaturgia sitúa la trama en un desangelado plató –sin saber qué ruedan–, pero basta recordar la escena de “You are meant for me” de Singin’ in the Rain para convenir que eso tampoco sirve de excusa.
Como comedia Molt soroll per no res funciona, y a veces muy bien; como musical decepciona, excepto cuando se adentra en la autoparodia. No se percibe el ingenio necesario para compensar las limitaciones del reparto en canto y baile, y la falta de sensibilidad respecto al cancionero es notoria. Adaptaciones planas que en “Love for sale” y “Well did you evah” son casi –por irreconocibles y mal usadas– atentados a la memoria de Cole Porter.
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