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Gaudí no estaba solo

La Pedrera reivindica en una exposición la riqueza del Modernismo catalán y el papel de artesanos, talleres e industria en su realización

José Ángel Montañés
La vidriera conocida como 'Las Damas de Cerdanyola', una de las obras que se pueden ver en la exposición de La Pedrera.
La vidriera conocida como 'Las Damas de Cerdanyola', una de las obras que se pueden ver en la exposición de La Pedrera.gianluca battista

Barcelona cuenta con ocho edificios Patrimonio de la Humanidad. Todos modernistas: seis de Antoni Gaudí y dos de Lluís Domènech i Montaner, creados en un momento muy determinado, a finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX, en el que la ciudad vivió un momento de crecimiento urbanístico enorme. Pero estos arquitectos no estaban solos. Sus trabajos, que admiran y sorprenden todavía a los barceloneses y a los millones de personas que visitan la ciudad cada año, fueron posibles gracias a todo un ejército de artesanos e industriales. La Pedrera reivindica en la exposición Modernismo. Arte, talleres e industrias (hasta el próximo 7 de febrero) el papel de estos pequeños genios que dominaron las artes del vidrio, la forja, la madera, los tejidos o la joyería y supieron materializar los diseños más innovadores de la modernidad en objetos maravillosos.

Filigranas en La Pedrera

Durante el recorrido de la exposición pueden verse enormes fotografías que muestran muchos de los objetos modernistas en sus lugares de origen. En uno de los rincones destaca una imagen de 1927 proyectada del propio piso noble de la Pedrera, una vivienda de 1.500 metros cuadrados en la que vivían el matrimonio formado por Pere Milà y Rosario Segimón; algo raro porque no eran muy dados a dejarla fotografiar. La imagen forma para de la iniciativa La Pedrera Inédita que impulsa la propietaria del edificio, la Fundación Catalunya La Pedrera para recuperar aspectos del pasado de este edificio centenario. La imagen tiene la virtud de mostrar una parte del primer piso en el que se observan los hermosos cielos rasos del techo, auténticas filigranas de yeso en relieve que hoy han desaparecido en su práctica totalidad. La foto permite ver cómo el techo, ondulante y retorcido desciende, en una especie de columnas y acaba unido a uno de los biombos de madera y cristal que el arquitecto diseñó para compartimentar los espacios. "Se pensaba que habían desaparecido en los años sesenta, en concreto a partir de 1966 cuando los propietarios de entonces, la Inmobiliaria Provença, alquilaron toda la planta a la compañía de seguros Northern. Incluso el arquitecto Leopoldo Gil Nebot que realizó la reforma ha tenido que escuchar más de una vez que esta empresa fue la responsable; algo que siempre ha negado", explica Silvia Vilarroya, responsable de La Pedrera Inédita.

Unos documentos que ha recuperado Vilarroya de la Cátedra Gaudí de la Universitat Politécnica de Catalunya demuestran que tal acto de vandalismo fue obra de la misma propietaria del edificio Rosario Segimón.

A los ocho meses de fallecer Gaudí, el 23 de marzo de 1927, Segimón encargó la reforma del piso principal a José Bayó, el encargado de realizar la obra unos años antes. En los documentos puede leerse que pagó 4.458 pesetas por "derribar los altillos, cielos rasos, quitar las llatas de los techos, arrancar las llatas de los parquets y los aplanados, quitar escalera del hall, descollar cañerías y conducciones de electricidad, derribar todos los tabiques, bajar las puertas y vidrieras al sótano y sacar escombros". En otra página se concreta que los techos rasos a eliminar eran los de la sala de fiestas, el hall, el vestíbulo, el despacho, el fumoir, el comedor, el dormitorio y el corredor. En total: 532,50 metros cuadrados. La reconstrucción fue obra de Modesto Castañé, de gustos más anodinos y cursis que Gaudí. Por suerte, la zona de servicio se salvó y hoy es la única que los conserva y permite ver esta maravilla.

El Modernismo parece inundarlo todo en Barcelona porque es casi omnipresente en esta ciudad. Por eso sorprende saber que la última exposición que se organizó de forma global sobre este estilo decorativo y arquitectónico, más allá de sus figuras más destacadas como Gaudí, Puig i Cadafalch o Domènech i Montaner fue en 1964, hace más de medio siglo. “Desde 2010 teníamos claro que queríamos revisarlo y volver a mostrarlo a lo grande, incorporando todo lo que se ha ido investigando y conociendo. Y no había mejor sitio que en La Pedrera, el edificio de Gaudí donde las casi 200 piezas dialogan perfectamente con el edificio y con el exterior”, explica la comisaria de la exposición, la catedrática Mireia Freixa.

En esta exposición no solo se muestran piezas excepcionales de este movimiento que se vivió en Barcelona y Cataluña y en casi toda Europa, el Modern Style. También, los diferentes procesos, desde los primeros diseños hasta el resultado final en vidrieras, como la excepcional conocida como de las Damas que ha cedido el Museo de Cerdanyola; la forja, visible no solo dentro sino también fuera de la sala de exposiciones en las increíbles barandillas que creó Gaudí para La Pedrera, incorporadas como una pieza más de la exposición; pavimentos hidráulicos, como los hiperconocidos que todavía se pueden pisar en el Passeig de Gràcia y que fueron creados por Gaudí para la Casa Batlló aunque se acabaron utilizando en la Pedrera. Una baldosa de la que se muestra uno de los moldes con los que los fabricaba la casa Escofet. También finos tejidos y vestidos utilizados tanto por la gente de a pie como por la burguesía, la gran impulsora de estas obras de arte modernistas y, como no, joyas, en las que despuntan las creaciones de la familia Masriera.

60 museos y coleccionistas

Freixa y el grupo Gracmon de la Universitat de Barcelona que lidera, han puesto hilo a la aguja y presentan el modernismo de forma desestructurada y haciendo hincapié en los pequeños elementos. Así podemos ver vidrieras burguesas, restacadas de comercios de la ciudad o de viviendas de modestos particulares; técnicas perdidas como la del vidrio cloissoné (formado a base de pequeñas bolitas de cristal) que solo el ebanista y decorador Francesc Vidal y los suyos sabían crear; elementos arquitectónicos; lámparas y camas de Gaspar Homar, sillas de Gaudí y Vidal creadas para destacadas casas, pero también de bares como las creadas por Thonet “porque el modernismo llegó a todo el mundo”, remarca Freixa. Mesas, estores, enaguas, manteles, botines, bastones, saleros y ensaladeras de plata. Según Freixa, que ha recorrido Cataluña revisando el material de este periodo, “solo se expone el 2% del material que se ha visto”. Las piezas provienen de 60 museos y particulares, que siguen dando uso a estas obras de arte, que por unos meses han cedido para compartirlas con todos.

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José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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