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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un proceso improcesable

La situación electoral permanente genera gran cansancio en una población traqueteada por la crisis. Habrá que buscar aliados que permitan decidir en un referéndum

Joan Subirats

Una semana después del gran día la sensación de empantanamiento es tremenda. Desde las distintas posiciones, se hizo un gran esfuerzo para movilizar voluntades, emociones y votos. No estamos igual que antes, pero tampoco el proceso se ha decantado. Ha participado más gente que nunca. Casi la mitad de los participantes eligieron la opción independentista en elecciones formales. Los partidarios del no son menos que los del . Pero en cada uno de los frentes, la diversidad y pluralidad es evidente. Y tenemos un sector nada desdeñable que, sin posicionarse, suma sus voluntades a los que quieren decidir libremente el futuro de Cataluña. Los que están de acuerdo con la independencia no están de acuerdo en cómo llegar a ella ni en quiénes han de liderar el proceso. Los que no están de acuerdo con la independencia, proponen distintas salidas a una situación que reconocen como problemática. Nadie quiere seguir igual, pero los caminos que se proponen son notablemente distintos.

El nuevo Parlament (con fecha de caducidad) se constituye en los mismos días en que se disuelven las Cortes Generales. Cuando tengamos nuevo Gobierno en Cataluña (si es que lo llegamos a tener), en Madrid funcionará un Gobierno en funciones que solo estará pendiente de la campaña electoral para el 20 de diciembre. O sea, que las primeras decisiones de un hipotético Gobierno de la Generalitat que quisiera aplicar la hoja de ruta prevista, encontraría enfrente a un gobierno del Estado convertido en estado mayor del Partido Popular que aprovechará cada ocasión para tensar la campaña electoral, convirtiendo la defensa de España en su estrategia principal, y obligando al resto de partidos a alinearse en torno a este tema. Patético.

Se debería haber ido con más cuidado con expresiones que han facilitado quizás las estrategias electorales, pero que pueden acabar haciendo más difíciles las salidas posteriores. Un ejemplo es el uso del término unionista, que nos llevaba rápidamente al escenario norirlandés. Un escenario de encuadramiento en el que, por un lado, se situaban los sectores mejor situados económicamente, con mayoría de personas de religión protestante, y partidarios de mantener el statu quo con Gran Bretaña. En el otro lado, gente con pocos recursos, católicos y partidarios de la independencia. Se sumaban así líneas de división y de conflicto, y se generó un cóctel del que luego resulta difícil salir. Aquí, afortunadamente, la situación es bien distinta, y por tanto hubiera sido mejor no generar esas asociaciones ya que, de hecho, hay más complejidad y mezcla en Cataluña.

El proceso sigue, pero nadie sabe muy bien ni quién lo dirige ni hacia dónde va

Pero, la dinámica plebiscitaria ha generado sus efectos. Si observamos el mapa electoral, vemos como tendencialmente los sectores con menos renta, con peores niveles formativos, con usos sociolingüísticos y de conexión mediática preferentemente en castellano, han votado mucho menos a las opciones independentistas. Todo ha quedado oscurecido por un debate de sentimientos y emociones que ha provocado que muchas personas hayan quizás acabado eligiendo opciones políticas que cuadran poco con sus intereses y necesidades. El eje izquierda y derecha ha seguido operando, pero se ha visto alterado por el marco dominante de independencia   o no. En el sector independentista se ha acentuado el giro a la izquierda, mientras que entre los partidarios del “No” ha habido un corrimiento (quizás coyuntural) a la derecha de votantes tradicionales de izquierda. Las opciones que pretendieron salir de la dinámica binaria quedaron anuladas por un escenario en blanco y negro en el que se amenazaba a los del medio con que sus votos serían contabilizados en uno u otro extremo. Deberíamos tener cuidado en que la nueva dinámica electoral en la que ya estamos no acabe acentuando esa división y segmentación en la que unen distintos componentes, provocando las tensiones que algunos partidos buscan de manera indisimulada.

El proceso sigue, pero nadie sabe muy bien ni quién lo dirige ni hacia dónde va. La situación electoral permanente en que estamos desde la primavera pasada está generando un notable cansancio en una población ya muy traqueteada por los efectos de la crisis y las incertidumbres económicas. Se había fiado todo a lo que ocurriera el 27-S para evitar quedar condicionados por el escenario de las elecciones generales. No ha sido así. Habrá que propiciar situaciones y buscar aliados que nos permitan finalmente decidir en un referéndum.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB

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