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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El enemigo es Mas

Rivales y opinadores hostiles han convertido valores positivos en nefandos pecados

En las pocas semanas transcurridas desde que cobró forma la candidatura Junts pel Sí, se cuentan por cientos las piezas periodísticas de todos los géneros (desde la información a la opinión estricta, pasando por la entrevista o el reportaje) que han querido hurgar en las singularidades de aquella fórmula electoral, buscarle contradicciones, puntos débiles y rarezas. En particular, ha sido objeto de gran explotación mediática y política el hecho —ciertamente inusual, como lo son las circunstancias del 27-S— de que el cabeza de cartel de Junts pel Sí no sea Artur Mas, sino Raül Romeva, y que el actual presidente de la Generalitat ocupe sólo el número cuatro de la mencionada lista. Las especulaciones y debates sobre si ello es relevante o irrelevante, si genera o no incertidumbre entre los electores, si ocupando esa posición Mas se esconde o esquiva responsabilidades, han alimentado la prensa de este extraño mes de agosto.

De “burla democrática” tachó la cuarta posición de Mas el bueno de Joan Herrera; lamentablemente, no nos ha explicado qué clase de burla, de subterfugio o de truco supone que ni él ni Dolors Camats —líderes orgánicos de Iniciativa— aspiren a renovar sus escaños dentro de una candidatura inspirada y controlada por Iniciativa, como es Catalunya Sí que es Pot. Siempre marcial y belicoso, el popular Xavier García Albiol reprocha al presidente que, “en la batalla, los generales tienen que estar en primera fila” (por suerte para él, ha asistido a pocas batallas...). Más suelto de lengua, algún columnista ha ido directamente al insulto: Romeva es “un listo inútil”.

Ya metidos en faena, tanto rivales como opinadores hostiles han cargado en tromba contra las listas de Junts pel Sí; bien legítimamente, claro; pero también muy sesgadamente, convirtiendo valores que siempre se habían reputado de positivos —la transversalidad, el pluralismo, la apertura...— en nefandos pecados de incoherencia y contradicción. Por citar el —para mí— recién descubierto ingenio de la socialista Eva Granados: “Junts pel Sí parece la isla de los famosos”. Vaya por Dios.

En esta misma línea de estrabismo analítico, los fichajes de independientes para la candidatura que encabeza Romeva son “demagógicos”; que la Unió de Duran incorpore a abogadas del Estado, fiscales de carrera y hasta exdiputadas del PP, en cambio, es una prueba de seriedad, rigor y consecuencia. Celebrados escritores y prestigiosos académicos arremeten contra Xavier Rubert de Ventós (o Marina Geli, o Germà Bel) por haber transitado desde el PSC hasta el independentismo; que otros u otras lo hayan hecho desde la socialdemocracia hasta formar ticket con gente moldeada en la Liga Comunista Revolucionaria, en cambio, no merece ningún comentario. En fin, hay quien se pregunta con sarcasmo qué sabe el músico Lluís Llach de economía, pero no qué sabe la escritora Gemma Lienas —por ejemplo— sobre política fiscal o infraestructuras.

Sin embargo, todo este ruido —y el que vendrá— no deberían enmascarar el núcleo duro, la ultima ratio de la batalla del 27 de septiembre. Curiosa o significativamente, esa ultima ratio la resumió la más bisoña de las aspirantes al triunfo, Inés Arrimadas; y lo hizo en fecha tan temprana como el uno de agosto, antes de que asesores y spin doctors tuviesen tiempo de aconsejarle marear la perdiz. “El enemigo es Mas”, dijo la presidenciable de Ciutadans. Y en esas cuatro palabras hay más verdad que en muchos sesudos análisis de folios y folios.

Sí, para Ciutadans, para el PP, para la Unió Democràtica duranista, para el PSC, para Catalunya Sí que es Pot, para todos los poderes locales defensores del statu quo, el enemigo es Mas, por muchos caracoleos y florituras dialécticas con que quieran disimularlo. Lo es también para el Estado, que no en vano lo tiene enfilado judicialmente, porque sabe que Artur Mas lidera hoy la única opción verosímil de ruptura a corto o medio plazo. Fíjense con qué naturalidad se le imputan a él —que no había abierto la boca— las desafortunadas palabras del consejero Gordó, la semana pasada, en la Universitat Catalana d'Estiu.

Si la fórmula de Junts pel Sí fuera ese poti-poti indigesto, risible y grotesco que algunos pintan, si el “batacazo del independentismo” que Ponç Puigdevall profetizaba aquí mismo el otro día fuese tan seguro, la excitación del unionismo en todos sus matices no sería la que es, ni la que será en las próximas cuatro semanas.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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