Cuatro alcaldes concentran el poder del nuevo partido socialista
La nueva secretaria general se ha rodeado de los alcaldes de Fuenlabrada, Alcalá de Henares y Móstoles
Sara Hernández, nueva secretaria general del PSOE-M, se ha rodeado de tres hombres con poder municipal para marcar un nuevo rumbo en un partido roto tras las primarias. El alcalde de Fuenlabrada, Manuel Robles, que sonó para secretario, es el presidente, y los regidores de Alcalá de Henares (Javier Rodríguez) y Móstoles (David Lucas), que gobiernan por primera vez, son los vicesecretarios. Los afines a Rafael Simancas, que ha presidido la gestora, se reducen en la ejecutiva al exalcalde de Leganés Rafael Gómez Montoya. La corriente del aspirante que se retiró de las primarias, Carlos Morales, ha incluido a Pilar Fernández.
El encumbramiento de Sara Hernández en el partido socialista madrileño se puso de manifiesto cuando fue elegida como telonera del secretario general, Pedro Sánchez, y los candidatos a la Comunidad —Ángel Gabilondo— y al Ayuntamiento —Antonio Miguel Carmona— en el inicio de campaña. Una mujer, miembro de la gestora y que en aquel momento tenía oportunidades de alzarse con la alcaldía de Getafe.
El ‘sindicato de los regidores’
Los regidores han obtenido mucho poder en el PSOE-M y se habla del “sindicato de alcaldes”. En la pasada legislatura perdieron tanto que muchos miembros de la directiva eran exalcaldes. Pero este mayo han pasando de gobernar 21 localidades a mandar en 45, y eso se refleja en la ejecutiva. Los alcaldes de Soto del Real (Juan Lobato) y Aranjuez (María José Martínez) apoyaron a Juan Segovia, contrincante de Sara Hernández. Esta, alcaldesa de Getafe, ha premiado a los regidores de Alcalá de Henares (Javier Rodríguez) y Móstoles (David Lucas), que la apoyaron.
Leganés está representado por Rafael Gómez Montoya, que ha sido nombrado secretario de Ordenación del Territorio, y por su alcalde, Santiago Llorente, vocal en la ejecutiva.
Su ascenso culminó cuando ganó las primarias con el 57% de los votos —menos de lo esperado—, frente al diputado regional Juan Segovia. Pero las espadas están en alto, ya que un 44% de los delegados en el congreso extraordinario votó en blanco a su directiva, cuando el respaldo suele ser mayor en esta segunda vuelta.
Diversas fuentes relatan que el nombre del alcalde de Fuenlabrada, Manuel Robles, una figura “incontestable” en el PSOE-M, se consideró como secretario general hasta el congreso ordinario del próximo invierno. Pero luego la atención se desvió hacia los alcaldes de Móstoles y Alcalá. Las agrupaciones de estas tres localidades auparon a la candidata. En Fuenlabrada, Hernández triplicó en votos a Juan Segovia.
“Si Robles se hubiese presentado, probablemente Segovia no lo hubiese hecho”, cuenta una fuente socialista. Pero de pronto emergió la figura de Sara Hernández, que no contó con el apoyo de los dos expresidentes del Gobierno socialistas —Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero—, que se decantaron por Segovia. Algunos miembros de la directiva actual votaron también por Segovia. Entre ellos hay tomasistas, como el vocal Óscar Monterrubio.
Tras ser elegida secretaria general, la alcaldesa de Getafe tuvo una semana para formar su equipo. Fue un cambio en la tradición, porque hasta entonces en el congreso se elegía al secretario general —sin primarias como ahora— y en el mismo fin de semana se anunciaba su dirección. Antes, las negociaciones para formar la ejecutiva se prolongaban toda la madrugada del congreso. Por eso algunos socialistas no entienden que Hernández, teniendo una semana, tardase tanto en contactar con Segovia —la noche antes del inicio del congreso—, que declinó ingresar en la ejecutiva al no ser aceptadas sus propuestas de “regeneración” y “democratización” del partido. O que Hernández viese a Morales, que le brindó su apoyo tras apartarse de la carrera de las primarias, dos horas antes de que se reuniesen los delegados. Pilar Fernández es su cupo “oficial” en la dirección.
Hernández incluyó en su directiva a la concejal Purificación Causapié, y tres días después era elegida portavoz municipal en lugar de Antonio Miguel Carmona. Hay espacio también en las secretarías para afines a Pedro Sánchez, como Isaura Leal —mujer del jefe de gabinete de Pedro Sánchez—, o personas de su confianza, como la diputada nacional Ángeles Álvarez o el parlamentario regional Daniel Viondi.
Hernández dice que la nueva ejecutiva no ha sido elegida “por equilibrios internos ni cuotas de poder”, sino por la capacidad de sus integrantes. “No es un grupo de señoritos”. Se ha rodeado de un equipo con una media de edad baja —como el secretario de organización Enrique Rico—, escorado hacia el cinturón rojo y con una tarea complicada para siete meses (hasta el congreso ordinario). Desde Ferraz les han dicho que sean ambiciosos. El destituido Carmona promete batallar con el respaldo de los afiliados en septiembre.
A algunos socialistas les disgusta que no se haya tenido en cuenta el pasado profesional de los secretarios —Pilar Fernández se encargaba de Asuntos Sociales y va a llevar Economía y Empleo— o que no exista una secretaría de Comunicación que establezca una estrategia.
Las primeras medidas
El PSOE-M —antes, PSM— tiene hoy 15.000 militantes, la mitad que hace una década. La nueva ejecutiva pretende que el comité regional tenga un funcionamiento “más ágil”, y ha reforzado su capacidad para tomar decisiones. Pasa de 500 miembros a 350. Carlos Morales, que apoyó a Sara Hernández tras retirarse en la carrera de las primarias, encabeza este comité. Morales anunció en julio que se presentaría a secretario general en el congreso ordinario del próximo invierno.
El 31 de julio, Hernández anunció su equipo y tres días después destituyó al portavoz en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona. Semanas antes había descrito como “traumática” la salida en febrero de la secretaría general de su antecesor, Tomás Gómez, para poner a Ángel Gabilondo como candidato regional.
Entre las reformas pendientes —los estatutos no pueden modificarse antes del congreso ordinario— está la de cambiar la obligatoriedad de llegar al 10% de avales para presentarse a las primarias. “Se pueden reducir a un porcentaje que decidamos entre todos y, sobre todo, hay que acabar con la guerra de avales. Cuando se llegue al porcentaje exigido, hay que dejar de recogerlos”, afirma Hernández.
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