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GREC 2015 / TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Profanación del mito Allende

El chileno Marco Layera sacude los últimos días del Grec con una propuesta escénica frenética, desmelenada, que incomoda al espectador

La crispación es arte y es mensaje. Cuando Antonin Artaud escribe sobre el teatro de la crueldad en los años treinta fecunda una interminable prole de vástagos putativos, legítimos e ilegítimos. El autor de El teatro y su doble quizá no hubiera asumido la paternidad intelectual de ninguno de sus discípulos. Pero los muertos no hablan.

Los jóvenes integrantes de la chilena de La Re-sentida poseen todo el potencial y la energía para ser grandísimos bastardos artaudianos. Guardan en su lenguaje escénico sin cortapisas la sustancia corrosiva de la agitación, la provocación y la iconoclastia. No hay nada sagrado en su teatro. No hace falta recordar qué mito es intocable en su país: Salvador Allende. El presidente mártir de un proyecto utópico para unos; obstinado ególatra de izquierdas que abrió las puertas del infierno de la dictadura, para otros.

Para Marco Layera, director de La imaginación del futuro, la instantánea histórica adecuada para empezar su concienzudo —a la par que salvaje— trabajo de derribo del ídolo de dos caras es el último discurso de Allende antes de morir en el Palacio de La Moneda y elevarse a los altares de la controversia universal. En un universo paralelo, similar al propagado por los creyentes de Operación Luna (el falso documental que afirmaba que Kubrick habría dirigido el aterrizaje lunar del Apolo 11 desde unos estudios cinematográficos), el discurso de Allende es monitorizado por una jauría de ministros llegados del futuro para adecuar el mensaje trasmitido a la posteridad a las necesidades neoliberales de la sociedad chilena de la post-dictadura.

LA IMAGINACIÓN DEL FUTURO

De La Re-sentida.

Dirección: Marco Layera. Intérpretes: Diego Acuña, Benjamín Cortés, Carolina de la Maza, Luis Moreno, Pedro Muñoz, Carolina Palacios, Rodolfo Pulgar, Benjamín Westfall y Genís Casals. Teatre Lliure. Festival Grec,

28 de julio de 2015

El despacho presidencial se reconstruye en un destartalado estudio para un Allende retratado como un bello durmiente manipulado por un gabinete de licenciados en mercadotecnia política. Un espacio dúctil a las delirantes secuencias que surgen a partir de la primera escenografía institucional. El objeto más brillante: una nevera de Coca-Cola, un tótem tan parlanchín como la instalación de Eugenio Marino. Todo al servicio de la rebelión. Quizá no de las masas —son lo suficientemente cínicos para reducir el número de adeptos a la revolución— pero sí de una generación de chilenos que sienten que se les impide alcanzar nuevas cuotas de libertad porque el experimento fracasó. La utopía sustituida por el posibilismo. La revolución momificada en el cadáver de Allende.

La solución es la profanación del mito con una propuesta escénica frenética, desmelenada, caótica, séptica, capaz de incomodar al espectador con el simple gesto de pedir un óbolo de 20 euros. Momentos enervantes, sicalípticos, adrenalíticos; pero el impacto llega con la calma, con el repentino sosiego que toma posesión del escenario y que deja al espectador con la amargura de un futuro imperfecto.

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