Embriaguez visual
La Veronal estrena en el Grec su espectáculo sobre la maldad
Vorònia es una pieza exquisita sobre la maldad, con un brillante trabajo coral y una sofisticada puesta en escena. El coreógrafo, Marcos Morau, no se deja desbordar por la pasión que destila un tema tan complejo y universal. Algo que confiere a la pieza una atractiva distinción.
Verònia
Dirección de Marcos Morau; Dramaturgia de Roberto Fratini y Pablo Gisbert. Escenografía de La Veronal y Enric Planas. Tenor: Toni Comas. Diseño de sonido de Marcelo Lastra. Festival Grec 2015. Teatre Grec de Monjuïc. Barcelona. 1 de julio
Vorònia debe su nombre a una cueva del mismo nombre de 2.000 metros de profundidad que está en el Cáucaso. El montaje tiene una dramaturgia potente que no convierte el espectáculo en una pieza intelectual y densa como otros trabajo de La Veronal, por ejemplo Siena, sino que dispara el baile de los miembros de la compañía e impregna a la coreografía de un enérgico dinamismo interno. No era tarea fácil cuando se cita el infierno de Dante, frases bíblicas y de San Agustín: aquí las ideas se diluyen en la fuerza del baile. Un baile caudaloso, que se distorsiona en ricas frases coreográficas, en las que el gesto ilustra un sinfín de emociones. Los integrantes de La Veronal realizan una intensa y nítida ejecución. La forma fría con que Morau domina la expresión de las emociones, impregna al espectáculo de una pátina abstracta.
Vorònia se divide en dos partes. En la primera Morau convierte el escenario en un canto a la vida. La escenificación de un parto y la presencia de un niño sitúan al espectador en un paraje en el que reina el bien y que será invadido por un perturbador grupo de mujeres y hombres vestidos de negro con calcetines blanco que simbolizan el mal. El fértil vocabulario coreográfico de La Veronal se trenza con una impactante música sacra, que junto a la magnífica voz del tenor Toni Comas, forman un dinámico friso. En la segunda parte, el autor nos sitúa frente a un banquete, una fiesta surrealista tipo Buñuel, a través de la cual las entrañas del espectador empiezan a inclinarse en la afirmación de que la maldad puede llegar a ser hermosa. Este pensamiento que provoca el trabajo de La Veronal es la clave de la obra.
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