Las flores de la piel
Ahora mismo no hay en el rock peninsular una formación que pueda reventar un pabellón de 15.000 localidades con un espectáculo tan arrollador
Como marca la muy española tradición de la envidia, a Vetusta Morla se les han multiplicado los enemigos en paralelo a la consolidación de un éxito. Que cada cual derrame su bilis en la dirección que le plazca, pero la fiesta (mayor) de anoche en el Barclaycard Center deja escaso margen a la duda. Ahora mismo no hay en el rock peninsular una formación que pueda reventar un pabellón de 15.000 localidades con un espectáculo tan arrollador; un sonido de solidez abrumadora y un repertorio en el que la honestidad evita populismos fáciles, estribillos acomodaticios.
No andaba Pucho propenso a la monserga, pero escuchar la furibunda Golpe maestro, en una víspera electoral sugería un estimulante efecto vivificador. Puede que el mayor acierto de La deriva (2014) proviniera de esa poética menos inescrutable y más apegada a su tiempo, a las flores de la piel. La épica no suena impostada, sino hija tan legítima del local de ensayo como cuando la banda circulaba su primer EP. La diferencia radica en que Vetusta Morla era por entonces la traducción al castellano de Radiohead y hoy constituye un género propio, con una pléyade de grupos tomándoles la matrícula.
Andan tan envalentonados los tricantinos que solo parecen encontrar dificultad para echar el freno. Incluso Cuarteles de invierno ha ganado en cuerpo, pero ello les sirve para acentuar el contraste con Al respirar, bellísima en su renovado sosiego, Copenhague y la solemnidad ponderada de Baldosas amarillas. Para entonces han transcurrido 55 minutos y queda aún la artillería pesada de la excitación colectiva. Porque ni siquiera hallazgos líricos recientes Menos humos y más fuego han logrado superar en intensidad aquel latigazo primerizo de Tanto idiota ahí fuera.
Pueden formularse objeciones, como la fe en algún tema de blandura atípica Tour de Francia frente a sutilezas casi folclóricas ¡Alto! o clásicos que en su día parecieron irrefutables En el río. Pero a los vetustos no solo les hace grandes ya su ambición, sino la entidad de un cancionero tan importante como para debatir entre lo ineludible y lo transitorio.
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