Feijóo se juega su poder urbano con el fantasma de la corrupción
Las encuestas no otorgan ninguna alcaldía clara al PP en las ciudades, en las que el presidente gallego ha colocado como candidatos a estrechos colaboradores
Beneficiado por la hecatombe que vivió el PSOE en 2011 y encaramado a la ola de Mariano Rajoy, el líder del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo, hizo historia en las pasadas elecciones municipales entrando victorioso en plazas gallegas que le habían estado vetadas hasta a Manuel Fraga. En algún caso fue solo por 11 votos, pero el presidente de la Xunta logró que su partido obtuviese históricas mayorías absolutas en las ciudades de A Coruña, Santiago y Ferrol, las dos primeras, bastiones socialistas infranqueables para el fraguismo. Varios sumarios de corrupción después y con Rajoy braceando como puede a contracorriente, el partido de Feijóo tiene complicado, según los sondeos, revalidar ese hito, amenazado por la irrupción de Ciudadanos y candidaturas izquierdistas en las que participan parte del nacionalismo, movimientos sociales, Podemos e Izquierda Unida. El incierto futuro del PP gallego en las ciudades deja también en el alambre su tradicional posición de poder en las Diputaciones.
Las encuestas no otorgan ninguna alcaldía clara al PP en las siete ciudades de Galicia. A lo sumo le dan opciones de revalidar la mayoría absoluta de Ferrol y arrebatarle al PSOE el bastón de mando de Ourense, un gobierno socialista este último zarandeado en esta legislatura por conflictos internos y casos de corrupción (su regidor, Francisco Rodríguez, dimitió en 2012 tras ser detenido dentro de la Operación Pokémon y están imputados tanto su antecesor en el cargo como el actual candidato a la alcaldía).
Tanto se ha implicado personalmente Feijóo en la batalla urbana del 24-M que ha puesto al frente de tres de sus candidaturas en estos territorios a estrechos colaboradores -los exconsejeros Agustín Hernández (Santiago), Elena Muñoz (Vigo) y Jesús Vázquez (Ourense)-. Actualmente el PP tiene en Galicia 216 alcaldes de un total de 314 municipios y solo tres son ciudades, pero los votos en las urbes son decisivos para que los populares puedan seguir controlando tres de las cuatro Diputaciones (todas menos Lugo) y en el partido solo la de Ourense se da por garantizada. Ciudadanos puede ser llave de gobierno en A Coruña, Santiago y Ferrol y desde la dirección gallega de la formación de Albert Rivera explican que la decisión de dar vía libre o no al PP en estas plazas dependerá del Comité de Pactos que se creará en Madrid, que tendrá en cuenta la opinión de la candidatura local con la idea de negociar sobre el programa electoral y respetar al aspirante a alcalde más votado.
El cabeza de cartel de Santiago, Agustín Hernández, fue elegido por el líder de los populares gallegos para gestionar la insólita situación que se dio en el gobierno local de la capital de Galicia en esta legislatura. Problemas judiciales provocaron la dimisión en solo tres años de dos alcaldes y una decena de concejales. Hernández, tercer regidor del PP en la ciudad durante la pasada legislatura, intenta ahora hacerse con el poder y hacer olvidar a su partido aquella pesadilla, pero la irrupción de Compostela Aberta, una candidatura de partidos de izquierda liderada por el nacionalista Martiño Noriega, hijo político de Xosé Manuel Beiras, amenaza su objetivo e incluso se perfila como segunda fuerza rebasando al PSdeG-PSOE.
La mayoría absoluta del PP en A Coruña también se tambalea por el auge de Ciudadanos y de otra lista de confluencia de la izquierda, Marea Atlántica, que aspira asimismo a superar al PSOE. El gobierno local de Carlos Negreira, otro político que ha desarrollado su carrera a la vera de Feijóo, no ha dejado de sobresaltarse por las imputaciones judiciales ni en plena campaña electoral. Después de sacrificar en la lista a su teniente de alcalde, acusado de corrupción, Negreira recibió hace solo unos días la noticia de la imputación de dos de sus candidatas. La preocupación por el futuro del PP en A Coruña y Santiago ha llevado a Feijóo a pedir en campaña una “gran coalición entre los votantes del PP y los votantes de partido socialista que rechazan entregarles los gobiernos a las mareas”.
En Vigo no son buenas las expectativas para el PP, encabezado por la exconsejera y alta funcionaria Elena Muñoz que, con su nula experiencia política, se enfrenta a un bregado socialista, Abel Caballero, exministro de Felipe González, fallido candidato a la Presidencia de la Xunta y hoy alcalde de exacerbado discurso de reivindicación localista al que los sondeos ponen a las puertas de su primera mayoría absoluta. Un descalabro en ese municipio, el más poblado de Galicia, puede arrebatar al partido de Feijóo la valiosa Diputación de Pontevedra, una Administración que controla de manera ininterrumpida desde hace 32 años (cuando Mariano Rajoy fue su presidente), incluso en los malos tiempos en los que, con la Xunta y las ciudades en manos de PSOE y BNG, la mayor población gallega con gobierno conservador era Ribeira (27.500 habitantes).
Si se cumplen los pronósticos, Vigo puede convertirse en la gran alegría para los socialistas gallegos liderados por Xosé Ramón Gómez Besteiro, a quienes en el resto de ciudades exceptuando Lugo la demoscopia tampoco augura una noche electoral feliz. En la capital lucense Xosé López Orozco (PSOE) opta a revalidar la alcaldía que ostenta desde 1999 y sus expectativas no son malas, pese a una legislatura sacudida por las investigaciones anticorrupción y con una imputación por cohecho a cuestas dentro de la Operación Pokémon, en la que se investiga una presunta trama de sobornos a políticos por parte de contratas municipales y que ha provocado dimisiones en PP, PSOE y BNG.
En Pontevedra, la ciudad natal de Rajoy, los sondeos apuntan a que seguirá reinando el nacionalismo de izquierdas y Miguel Anxo Fernández Lores, regidor del Bloque Nacionalista Galego (BNG) desde 1999, se prepara para repetir victoria, ajeno al retroceso que los sondeos le pronostican a su partido en el resto de urbes. Estas serán las primeras elecciones municipales desde que el Bloque, la fuerza que llevó al nacionalismo gallego a sus cotas más altas de poder, sufrió en 2012 una sangría de escisiones. Los que abandonaron esta formación, repartidos bajo las siglas de Anova y Compromiso por Galicia, concurren por separado o integrados en esas “mareas” a las que tanto teme Feijóo.
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