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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El voto de la generación 15-M

La edad es ahora un elemento central de la competición electoral. Podemos aparece como el partido de los perdedores de la crisis, los jóvenes

Lluís Orriols

Nunca antes la edad había cobrado un protagonismo tan central a la hora de entender el escenario político de nuestro país. La distancia política que separa a jóvenes y mayores ha alcanzado en los últimos años unas dimensiones hasta hoy desconocidas. Así lo muestran las encuestas más recientes. Según estas, si bien las generaciones más mayores aún parecen seguir viviendo bajo la lógica del bipartidismo, las más jóvenes se han rendido en masa a los encantos de Podemos. Entre éstos últimos, la intención de voto a la formación liderada por Pablo Iglesias superaría holgadamente la suma de PP y PSOE juntos.

Las diferencias políticas entre jóvenes y mayores no son nuevas. Ya en el pasado las distintas generaciones habían mostrado un comportamiento electoral diferenciado. Sin embargo, la brecha entre jóvenes y mayores se había reducido de forma muy significativa en los últimos tiempos. En las Elecciones Generales de 2011, los menores de 25 años no votaron de una manera muy distinta a otros grupos de edad. Según el CIS, casi la mitad de los jóvenes se declaraban entonces votantes del PP o del PSOE, lo que suponía apenas dos puntos de diferencia con respecto al resto de la población. Tan sólo cuatro años atrás, el apoyo al bipartidismo era generalizado entre el electorado español con independencia de la edad.

Existe una narrativa muy extendida en el debate público que defiende que el primer síntoma de la crisis del bipartidismo apareció precisamente en 2011 con el surgimiento del 15-M. Es cierto que, según las encuestas, el apoyo al PP era marginal entre los que participaron en esa movilización. Sin embargo, el movimiento de los indignados no se caracterizaba en ese momento por una particular fobia al partido socialista. De hecho, entre los activistas del 15-M, el PSOE habría sido la formación más votada en las elecciones generales de 2011. Así, la creencia de que la oposición al bipartidismo era un elemento aglutinador del 15-M no se ajusta a la realidad.

Los jóvenes han demostrado en el pasado ser particularmente volátiles en sus preferencias partidistas

Si la edad no fue un factor clave para entender la competición partidista en nuestro país durante la pasada legislatura, en la actualidad se ha convertido en el elemento central. Nunca antes las encuestas habían mostrado con tanta contundencia unas diferencias tan abismales entre generaciones. Podemos alcanza entre los más jóvenes una intención de voto muy cercana a la que observamos cuando se produce una victoria por mayoría absoluta. Sin embargo, su atractivo se desvanece por completo entre los que tienen más de 60 años. Las encuestas sugieren que si sólo votaran los de esta última generación sería el PP quien alcanzaría la mayoría absoluta.

Estas diferencias generacionales se explicarían en parte por el hecho de que los grandes perdedores de la crisis económica han sido los más jóvenes. En efecto, tanto la precarización laboral como la destrucción de empleo se ha concentrado muy particularmente entre los de menor edad. Y la evidencia nos muestra que Podemos es particularmente atractivo entre quienes más han sufrido la embestida de la crisis.

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Como argumenta el investigador del CSIC José Fernández-Albertos en su libro Los votantes de Podemos (Catarata), el partido de Pablo Iglesias se está consolidando como el partido de los perdedores de la crisis y de los que más sienten la falta de oportunidades.

La incógnita que permanece abierta es hasta qué punto la crisis del bipartidismo es un simple paréntesis o ha venido para quedarse. La crisis de confianza política que viven los jóvenes es de tal magnitud que se hace difícil pensar que esta tendencia pueda revertirse en el corto plazo. Aun así, los jóvenes han demostrado en el pasado ser particularmente volátiles en sus preferencias partidistas. Por ejemplo, Felipe González llegó a La Moncloa en 1982 especialmente aupado por los más jóvenes, pero también fueron los jóvenes quienes estuvieron detrás de su derrota en la elecciones legislativas de 1996.

En definitiva, España vive hoy un conflicto generacional sin precedentes. Los jóvenes, altamente decepcionados con el sistema político y particularmente castigados por la crisis económica, sienten cómo las instituciones les han abandonado a su suerte. Los políticos harían bien en situar las demandas y necesidades de los jóvenes entre sus prioridades más inmediatas. El mapa político que se consolide en los próximos años dependerá en buena medida de cómo se resuelva este conflicto entre generaciones.

Lluís Orriols es doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid

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