Mucha más fiesta que ventas
La Noche de los Libros cumple diez años tratando de alcanzar el éxito de Sant Jordi
“Esto no es Barcelona”. La obviedad se repetía una y otra vez en boca de los libreros madrileños. Sonaba con tristeza, con cierta envidia. El día de Sant Jordi, sus homólogos catalanes esperaban vender dos millones de libros, con ingresos de 20 millones de euros. En La Noche de los Libros, que celebró ayer su décima edición con unas 600 actividades, no se tenía esa esperanza. “A ellos les basta con sacar las mesas. Nosotros nos tenemos que esforzar”, bromeaba Pilar Gallego, presidenta del Gremio de Libreros de Madrid. E insistía en que no es comparable. Y ahí seguía, como una losa: “Esto no es Barcelona”.
A media mañana, una veintena de turistas curioseaba entre los 17 puestos de la plaza de Pérez Bustillo. La explanada junto al Reina Sofía ha sido el nuevo emplazamiento elegido por la Comunidad, tras años convocando a los libreros en Callao. En el centro, unos sofás invitaban a tomar asiento y hojear los títulos depositados sobre las mesas de café de este salón de lectura. A mediodía, un trío de jazz comenzaba a marcar el ritmo de la plaza. Después de manosear un par de álbumes de fotografía y sociología, Esther y Rut, estudiantes, confesaban que entre sus planes no estaba llevarse un libro: “No hay dinero”. Lo mismo deben pensar los lectores españoles. La industria ha caído un 40,6% desde 2008. Ellas habían encontrado el evento por casualidad.
Unos sofás en la plaza hacían de salón de lectura al aire libre
Esa era una de las quejas de algunos de los comerciantes apostados en la plaza. “Es agradable, pero no es un sitio de paso”, decía José Luis García, de la librería Visor. Esperaba, con suerte, cubrir gastos (la organización cobraba 170 euros por mesa), pero los ingresos estaban lejos de los conseguidos el año anterior en Callao. A primera hora de la tarde confirmaría su sospecha: había ingresado una tercera parte que en el mismo intervalo de tiempo de 2014. ¿Ninguna ventaja en este nuevo centro de operaciones? “Que aquí no hay cadenas [Vips sí había montado un puesto]. Este día debería ser de los libreros de verdad”, pedía. De la misma opinión era Miren Elorduy, de Mujeres y Compañía. Por esa razón prefería la plaza de Sánchez Bustillo: “Este sitio es más recogido, más cultural”. Pero se guardaba un dardo: “El mundo de la cultura, incluidas las instituciones, se olvida del libro. Hace esto pero luego no nos cuidan”. En la librería infantil Kirikú y la Bruja andan por la misma vereda. “Madrid no es un centro, son muchos. Nosotras nos quedamos en el barrio para encontrarnos con los vecinos, que nos ven todos los días”, contaba Ester Madroñero desde su tenderete de la calle Ibiza, donde resistía junto a tres establecimientos vecinos.
La Noche de los Libros ha sido una de las grandes apuestas de la Comunidad. Pero el presupuesto baja desde 2012. Ese año se destinaron 295.000 euros al programa, para esta edición no llega a los 233.000. Aun así, el Gremio de Libreros reconoce que han aumentado las ventas en este día desde su lanzamiento, aunque no hay cifras. En la tienda física de Visor multiplicaron sus ingresos por tres con respecto a un día normal; en Cervantes y Compañía, por cinco; en Kirikú, por ocho, y lo comparaban con un sábado de la Feria del Libro.
Esta también alargaba su sombra. “¿Para qué quiero firmas de libros, si en un mes están todos en el Retiro? Prefiero que hagan actividades como estas”, aseguraba Paula, sentada sobre uno de los sofás de Sánchez Bustillo. En Madrid, se sustituyen por encuentros, como con Manuel Vicent en la librería Rafael Alberti (presentaba Desfile de ciervos, editado por Alfaguara) o Belén Gopegui. Paula y su compañera María suelen quedar para recorrer la ciudad cada 23 de abril. Por fin unas verdaderas fanes de La Noche de los Libros. Pero hay truco, como confiesa Paula: “Soy de Archivos y Bibliotecas... Y claro, qué te voy a decir: que todo esto sigue siendo muy necesario”. Aquí, o en Barcelona.
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