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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mahler con brío juvenil

La Joven Orquesta Gustav Mahler, la mejor orquesta de jóvenes del mundo actuó en Palau 100 bajo la dirección de Jonathan Nott

La Joven Orquesta Gustav Mahler, fundada en 1986 en Viena por Claudio Abbado, es la mejor orquesta de jóvenes del mundo. Lo es por la calidad individual de sus músicos -jóvenes de hasta 26 años procedentes de toda Europa- y por el orgullo de formar parte de una plantilla que es a la vez escuela de práctica orquestal al más alto nivel y trampolín de acceso al mundo profesional. En su visita al ciclo Palau 100 tocaron una gran partitura del compositor que les da nombre, la Sinfonía núm. 2. en Do menor, Resurrección, bajo la dirección del británico Jonathan Nott, uno de los intérpretes mahlerianos en ascenso, y lo hicieron con tal brío, con tanta pasión en cada nota, que retumbaron los cimientos del templo modernista.

Lo de retumbar no es retórica sino apunte veraz: llenaron hasta el desbordamiento el escenario del Palau, incapaz por sus dimensiones de acoger la enorme plantilla orquestal que requiere la partitura. Daba miedo verlos tan apretujados, agobiados por una falta de espacio que provocó un hecho tan insólito como ver caer de su fila a un contrabajo en el espectacular arranque de la obra; mientras el potente trémolo en fortíssimo de las cuerdas seguía su curso, diez contrabajistas pugnaban por encontrar un espacio seguro en un rincón lateral del escenario.

MAHLER

Mahler: Sinfonía núm. 2, Resurrección. Christa Mayer, contralto, Chen Reiss, soprano. Orfeó Català. Coro de Cámara del Palau de la Música. Joven Orquesta Gustav Mahler. Jonathan Nott, director. Palau. 12 de abril.

Se ha repetido hasta la saciedad que el Palau no es lugar para el gigantismo sinfónico porque no caben tantos músicos en su escenario. Pero como cuesta mucho renunciar a ese espectáculo sonoro llamado Mahler, lo programan aunque sea imposible mantener los oídos a salvo ante la avalancha sonora. No rebajó Nott el impresionante poderío mahleriano; también asombraron los delicados pianísimos y los colores de la rica paleta orquestal.

Con un completo dominio de la partitura, que dirigió de memoria, Nott impresionó con poderosos contrastes y desbordante expresividad; Mahler nos habla del sentido de la vida y de la muerte, de la esperanza en una vida eterna, y lo hace con pasión y angustia. La contralto alemana Christa Mayer, de calidad expresividad, y la soprano israelí Chen Reiss cumplieron bien sus cometidos, al igual que el Orfeó Català y el Cor de Cambra del Palau de la Música, también sofocados por la falta de espacio; su ubicación, repartidos entre las filas del órgano y los laterales del segundo piso, perjudicó la homogeneidad de las voces, pero, a pesar de las limitaciones, cantaron con calidez y hondo lirismo en el grandioso final.

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