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A la espera de que Neymar vuelva a volar

El brasileño, que no marca desde febrero, atraviesa un bache de juego pero ha mejorado sus números respecto de la temporada pasada

Neymar, en el partido frente al Manchester City en el Camp Nou.
Neymar, en el partido frente al Manchester City en el Camp Nou. Vicens Gimenez (© Vicens Gimenez)

“Preocupado nunca se le ha visto, pero seguro que le afecta. Debe estar al corriente de lo que sucede”, sostienen en el vestuario sus compañeros y dan fe los trabajadores del club, los que abren los periódicos y leen noticias como las de esta semana, en la que Ney ha vuelto a estar en el epicentro por culpa de Sandro Rosell y la manera en la que urdió su fichaje. El fiscal ha solicitado que se llame a declarar a Neymar por las cuestiones derivadas de los contratos que le convirtieron en jugador del Barcelona, pero él, en lo que piensa, es en volver a marcar. El Barça le necesitará en su mejor versión para hacer frente al Sevilla esta noche en el Sánchez Pizjuán. El partido se presenta como uno de los últimos escollos que se interponen entre el equipo y el título.

A Neymar en el camerino le ven feliz; un día, bailando con Alves, otro bromeando con Rafinha o incordiando a Pepe Costa, que desempeña un cargo de difícil definición pero que remite a una suerte de hermano mayor de los jugadores. Como si con él no fuera la cosa, se viste de corto cada mañana, sale al campo de entrenamiento que lleva el nombre de Tito Vilanova, en la Ciutat Esportiva del club en Sant Joan Despí, y maravilla incluso a los suyos. “Es un jugador espectacular”, sostiene Piqué. “Uno de los mejores delanteros del mundo”, admite Pedro, que asume la dificultad de disputarse el puesto con él.

Por si quedan dudas de que vive tan feliz, basta con consultar sus redes sociales, donde es habitual verle posar con algún miembro de su cuadrilla, a veces con gorra y camiseta jugando al póquer, otras cantando y bailando. No parece que esto incida en su rendimiento. Otra cosa es que sea capaz de desesperar con idéntica naturalidad a sus rivales, a base de actitudes que a menudo huelen a insolencia —“es su manera de entender el juego, solo eso”, le defienden los compañeros—, como a los aficionados del Barcelona, que de un tiempo a esta parte le han visto fallar y quejarse en exceso cuando es sustituido.

Ajeno a los problemas judiciales de su fichaje, Ney mantiene su alegría en el vestuario

“Nadie puede rendir al cien por cien durante todo el año”, dijo no hace mucho Luis Enrique, que le defiende siempre y le ha dado posición de crack, tratándole como tal al darle las mismas vacaciones por Navidad que a Messi o permitiéndole ir a Brasil a celebrar el cumpleaños de su hermana aprovechando que, por acumulación de tarjetas, no tenía partido.

El asturiano le dejó en el banquillo en el partido contra el Almería según dijo, porque venía de jugar dos partidos completos con la selección, uno especialmente duro ante Chile, en el que fue literalmente pateado. Ney no marca desde el pasado 15 de febrero, contra el Levante, en la Liga, y logró sus dos últimos goles en el Camp Nou ante el Villarreal, en partido de la Copa del Rey el pasado 4 de marzo. El año pasado desapareció un buen rato de la escena, por lesión, y terminó jugando 26 partidos de Liga. En la presente lleva 25. En Sevilla, si salta al campo, igualará el cómputo. Ha aumentado en un 10% su capacidad de desborde, ha marcado más goles —17 frente a los nueve del año anterior—, y suma mejor calidad de pases: de los 803 en los 1.739 minutos en los que participó el año anterior ha pasado a 848 en este.

Mezclar no mezcla mucho más, no es su estilo y tampoco se le pide. La pasada temporada se alió en 23 pases con Cesc Fàbregas, en 21 con Iniesta y en 17 con Messi. La cadencia le une este año a Leo en 25 ocasiones, a Jordi Alba en 17, a Luis Suárez en 15 y a Iniesta en 14. “Todo va más rápido este año en el campo. Si en algo ha cambiado es en que se buscan más directo y más fácil y el estilo favorece que él corra, no es un tipo de mucha combinación”, explican en los despachos deportivos del club. “Mejor dejarle volar como si fuera un colibrí”.

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