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Tribuna
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Modelos de ciudad... y Valdebebas

La ciudad pública crea vida en calles y plazas; la doméstica no invita a salir

En urbanismo y de cara al próximo futuro, hay que pensar en cuál es el modelo de ciudad que conviene construir para hacer frente a los retos que se presentan, especialmente la sostenibilidad. De entrada, conviene saber que existen dos modelos urbanos muy diferentes, pero no hay claridad de ideas. Fernando Chueca Goitia, en su vertiente de urbanista, hizo una sucinta descripción de ellos en su Breve historia del urbanismo y, además, les puso nombre: público y doméstico.

Estos modelos son el producto de un determinismo climático. La ciudad pública básicamente se desarrolla en el área mediterránea (de clima benigno y poca lluvia), lo que permite ocupar el espacio público una gran parte del año y da lugar a que el ciudadano adquiera una cultura urbana, a la cual le es propia la artificialidad. Se diseña el espacio de forma que los edificios son continuos, se mezclan usos pero siempre con base residencial (las viviendas son la materia prima urbana), y el resultado es la creación de lo que se llama vida urbana en calles y plazas. Es nuestra ciudad clásica.

En cambio, la ciudad doméstica nace en los países anglosajones y nórdicos, de clima frío y lluvioso. Así surge lo que se puede tildar de mentalidad suburbana y, en realidad, se trata de un asentamiento urbano y no propiamente de ciudad. Se basa en la individualidad de las arquitecturas, lo que significa discontinuidad entre los edificios, exige el uso del coche, crea guetos de clase y vacía las calles de contenido urbano. Ejemplo perfecto son la mayoría de ciudades norteamericanas, aunque hay cinco o seis grandes excepciones. En cierta forma, representa la modernidad.

En nuestro entorno, hoy en día, se mezclan ambos modelos. Ahora bien, hace pocos años hemos llegado a ser conscientes del maltrato al que sometemos el planeta hasta llegar al punto en el que nos vemos obligados a reaccionar sustituyendo ese maltrato por el respeto. Ante esta grave cuestión, veamos cómo se adaptan los dos modelos urbanos. ¡Qué casualidad! La ciudad histórica mediterránea se comporta mucho mejor que la doméstica y es muy fácil incorporar el ecologismo en su estructura urbana.

Por cierto, las cuatro torres de la Castellana son una excelente exhibición de arquitecturas pero, lamentablemente, “no hacen ciudad”, pese al aire de modernidad al seguir el modelo doméstico.

Dicho esto, voy a ejemplarizar hablando de una actuación urbanística concreta en el barrio de Valdebebas. Tiene una superficie de unas 1.000 hectáreas y está rodeado de cuatro vías rápidas. La mitad está ocupada por el barrio propiamente dicho, con zona residencial, Campus de la Justicia, Ciudad Deportiva del Real Madrid y ampliación de IFEMA. El resto es un gran parque de unas 500 hectáreas. Había un Plan Parcial aprobado que era susceptible de mejorar. Se me consultó (gracias a mi primer libro, La confusión del urbanismo) para aumentar su calidad urbana, y puse el acento en la vía de unos dos kilómetros de longitud que da fachada al parque con 12 manzanas. Están distribuidas así: tres en la zona central curva y cuatro y cinco en dos brazos laterales rectos. Las características de la vía eran una calzada de seis carriles (?), acera relativamente estrecha, edificios aislados (muchos separados de la alineación de la calle) y, prácticamente, sin mezcla de usos.

Mi estudio se transformó en “Modificación al Plan Parcial” y consistió en prever una acera de anchura generosa adosada a la edificación continua, dos carriles de circulación, uno para bicicletas y un balcón-paseo contiguo al parque. La excelente situación con fachada al parque reclamaba el diseño de un potente frente con continuidad edificatoria, predominio residencial con la inestimable colaboración del uso comercial en planta baja, y todo ello para contribuir a exaltar los valores urbanos siguiendo las características de la ciudad pública. Esos ingredientes facilitan que aparezca vida urbana; es decir, se trata de alcanzar esa función que es típica de la ciudad. Me permití añadir un estudio general de fachadas con objeto de crear una imagen icónica que sirviera para dotar al conjunto de un fuerte carácter.

A la función, pues, se le añade una forma singular. Sin embargo, los distintos promotores de los edificios probablemente no aceptarán esa “imposición” de fachadas por parte del urbanista.

En definitiva, mi tesis es que el legado de la ciudad mediterránea tiene futuro por sus dos grandes cualidades: 1) complejidad con la creación de vida urbana en el espacio público y 2) fácil adaptación a los requerimientos del ecologismo (sin ser radical). Por tanto, no es necesario reconsiderar nuestro urbanismo clásico, pero sí hacerlo con los estilos históricos de la arquitectura. El urbanismo (visión global) y la arquitectura (enfoque sectorial) son dos disciplinas apreciablemente distintas.

Josep Oliva Casas es arquitecto y urbanista.

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