La conciencia rimada
“Madrid será la tumba del fascismo”, coreaban este domingo los seguidores de Los Chikos del Maíz
“Madrid será la tumba del fascismo”, coreaban este domingo los seguidores de Los Chikos del Maíz mientras esperaban a que sus ídolos concedieran un par de bises. Los antecedentes obligan a contemplar el dictamen con cautela, pero tampoco neguemos algunas evidencias: que una banda tan ideologizada llene a reventar por dos noches consecutivas la Sala Penélope (1.600 espectadores) constituye una circunstancia novedosa. En términos musicales, las diferencias con otros grupos del sector son escasas, pero su argumentario presenta un refrescante punto de sagacidad. Sin ir más lejos, en detalles como finalizar el concierto pinchando Piedra contra tijera,de Soziedad Alkohólika, el grupo vetado este mismo fin de semana por el Ayuntamiento de Madrid.
De acuerdo, los raperos acostumbran a utilizar un tono admonitorio y doctrinario que puede resultar muy cansino: abusan tanto de la primera persona como de una cierta superioridad moral y, a veces, más que estimular al oyente, parecen regañarle. Con el trío valenciano esta sensación se atenúa, más allá de que, por ejemplo, su condescendencia con el régimen de Maduro en Venezuela sea difícil de digerir. Por lo demás, piensan lo que piensan y no lo disimulan, lo que se agradece en un momento de ambigüedades, equilibrismos dialécticos y equidistancias impostadas. Y reparten estopa generosa: no solo a esa “chica que tenga muchos hijos y que vote al PP” (tararéese a partir de La chica ye-yé), sino a la izquierda que se zampó su porción de pastel en el Consejo de Caja Madrid (Revisionismo o barbarie).
Hay otros fogonazos de interés en este curso acelerado de conciencia rimada que imparten Tony El Sucio y Nega, como su repulsa frontal a la homofobia o el brutal sentido del humor que desprende Mecano, una jocosa revisión de los años ochenta. Pero lo mejor llega cuando Nega, con mano temblorosa, extrae del bolsillo un papel arrugado con unos versos escritos la noche anterior. Por ellos transitan desde un depauperado niño griego al peripatético Pequeño Nicolás, para terminar así: “Dirán que no estoy en mis cabales, pero esta noche hay rave en el ático de Ignacio González”. Larga vida al ingenio.
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