La hora de la renovación
En los últimos meses han reabierto dos museos, cinco se han unido en una iniciativa conjunta y otro ha surgido de una fundación. Todos buscan nuevas estrategias para atraer al público, que es un bien escaso
José Lázaro Galdiano era un coleccionista que a su muerte, en 1947, donó al Estado su colección, de 12.600 piezas. Lo más destacado de aquella herencia ahora se expone en el palacio que era su residencia.
Pero actualmente, entre cuadros de Goya, Velázquez o El Bosco en el museo Lázaro Galdiano se pueden ver obras de videoarte rabiosamente contemporáneas. Verlas colocadas en este espacio algo abigarrado, pero al mismo tiempo acogedor es una experiencia diferente a observarlas en las blancas y diáfanas paredes de una galería o en un centro de arte moderno. Cobran aquí una nueva dimensión.
El museo se ha reinventado bajo la dirección de Elena Hernando, aunque siempre enfocado hacia la figura de los coleccionistas de arte como era el propio Lázaro Galdiano.
Así, ha albergado colecciones como las de Leandro Navarro, Alicia Aza, Jozami, la intervención de Enrique Marty o, actualmente, la muestra de videoarte de diferentes coleccionistas españoles titulada Video Régimen, coleccionistas en la era audiovisual. Es un intento de revitalizar el museo haciendo dialogar las obras más clásicas con la creación actual. “Nos enfocamos en reivindicar el coleccionismo y queremos juntar al público del arte más clásico con el del arte de nuestro tiempo”, dice la directora.
Conviene recordar que, además de los grandes museos de arte madrileños y globales (Prado, Thyssen y Reina Sofia), existe una constelación de museos más pequeños y recoletos, pero igualmente interesantes, que tratan de dar un giro a su actividad y atraer nuevos públicos.
El Lázaro Galdiano se ha asociado con los museos Cerralbo, Sorolla, Artes Decorativas y del Romanticismo bajo el lema “Cinco museos, otro Madrid”. Además, otros museos municipales han reabierto sus puertas como el Museo de Arte Contemporáneo, en Conde Duque, y el Museo de Historia de Madrid. También, recientemente, se ha reconvertido en museo la Fundación Carlos de Amberes, dedicado al arte flamenco y holandés de los siglos XVI y XVII.
Los cinco museos asociados tienen ciertas cosas en común: son pequeños, tienen detrás una figura relevante (Lázaro Galdiano, el Marqués de Cerralbo o Sorolla, por poner tres ejemplos) y están ubicados en lo que eran residencias del siglo XIX, lo que aporta contexto a las piezas exhibidas. “Tenemos valores comunes y juntos buscamos tener una voz más fuerte”, dice Hernando. Ya han publicado un folleto conjunto y planean emitir un bono que permita visitar los cinco museos.
La casa del Marqués de Cerralbo tiene un aire a gabinete de curiosidades. Esos Cuartos de las maravillas en los que en la época de las grandes exploraciones europeas se reunían todos los objetos extraños que podían llamar la atención en los paises de origen de la expedición. El Marqués era arqueólogo y político pero, sobre todo, coleccionista, y no solo de materiales artísticos sino de muchas otras cosas como muebles, relojes y todo tipo de objetos bellos o curiosos. “La nueva burguesía del XIX buscaba epatar al visitante y emular la vida de la corte", dice la directora Lurdes Vaquero.
En su afán de darse a conocer entre un público mayor y atraer a la juventud realizan diferentes actividades, como conciertos pop que también tienen lugar en el Museo del Romanticismo. Por ellos ya han pasado Tulsa, Is, Alexandra Lacaze o La Villana.
“Es natural que en una primera visita a Madrid el turista visite las grandes pinacotecas”, dice Vaquero, “pero queremos que en una segunda visita o el visitante de una estancia más larga conozca estos museos con encanto. Además, la inmersión en un espacio doméstico puede ayudar a introducirse en las obras artísticas. La escala reducida hace más fácil el acercamiento para el visitante”.
Y a estos museos con encanto hay que sumar las recientes reaperturas municipales. El despacho del escritor Ramón Gómez de la Serna también tenía algo de gabinete de curiosidades: las paredes plagadas de fotos en un enorme collage y multitud de objetos curiosos por doquier para los que Ramón siempre tenía una historia que contar. Es el principal reclamo del Museo de Arte Contemporáneo que, después de cuatro años, vuelve a abrir sus puertas en el centro cultural Conde Duque.
Eso sí, es una disposición transitoria hasta que se habiliten las salas para albergar las alrededor de 3.000 obras que atesora. Por eso lo llaman museo portátil. "Si el Prado tiene Las Meninas y el Reina Sofía tiene el Guernica, queremos que el despacho de Ramón sea nuestra seña de identidad y genere las mismas expectativas”, dice el director del espacio, Eduardo Alaminos. “Y por eso hemos elegido el Cuartel del Conde Duque para que sea su casa definitiva. A ese edificio el escritor lo describía como ‘un gran monstruo marino”.
Otro museo municipal que reabre sus puertas, esta vez tras 12 años de remodelaciones, es el Museo de Historia de Madrid. “En realidad la colección municipal se distribuye por tres museos: el de Arte Contemporáneo, el de San Isidro y el de Historia”, dice el director Eduardo Salas. Cada uno refleja una etapa histórica: el de San Isidro es arqueológico, el Contemporáneo de siglo XX y el de Historia la brecha intermedia, en la que destaca la llegada de la corte a la ciudad, el periodo de los Austrias o la Guerra de Independencia.
Su pieza clave es la grandiosa maqueta de la ciudad en 1830 de León Gil de Palacio. “Es un momento muy interesante para la ciudad,durante el reinado de Fernando VII. En aquel periodo, la ciudad todavía no había pegado el salto que le haría pasar a través del ensache y era aún una urbe conventual, con una enorme densidad de edificios religiosos”, dice Salas. El museo de historia, creado en 1929, se ubica en un antiguo hospicio en la calle Fuencarral.Es obra de Pedro de Ribera, y destaca por su fachada churrigueresca, una espectacular puerta considerada obra cumbre del arquitecto y una de las grandes joyas del barroco madrileño.
La Fundación Carlos de Amberes también ha sufrido una metamorfosis, Ha pasado de ser un centro cultural a un museo de maestros flamencos y holandeses de los siglos XVI y XVII. Una de las piezas más destacadas con las que cuenta es el El martirio de San Andrés, un gran óleo pintado por Rubens alrededor de 1636. Pero también congrega obras de Van Dyck o Brueghel el Viejo y grabados de Rembrandt en exposición temporal. “Como institución privada la crisis se nos hizo complicada y esta forma es más sostenible para nosotros”, explica la directora Catherine Geens.
La idea de reunir esta colección surgió con las obras del Museo de Bellas Artes de Amberes, que estará en reforma hasta 2017, y que ha cedido buena parte de las obras. El museo del Prado y Patrimonio Nacional también han cedido piezas, entre otras instituciones, y se espera que la exposición se vaya renovando con nuevos préstamos. “La función de un museo es conservar y exhibir, y muchos museos no tienen suficiente espacio para mostrar todos sus fondos”, dice Geens. “Aquí pueden hacerlo”.
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