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Luis Marsans, el pintor proustiano

Celebrado y a la vez secreto, fallece a los 84 años en su casa estudio barcelonés de Sarrià

El pintor Lluís Marsans en Barcelona.
El pintor Lluís Marsans en Barcelona.JORDI ROVIRALTA

El pasado viernes 16 de enero por la noche, a los 84 años, fallecía en su ciudad natal el conocido pintor Luis Marsans víctima de enfermedad pulmonar. Hacía tiempo que no se dejaba ver en el mundanal ruido, de hecho, nunca le había gustado prodigarse demasiado, ni tan siquiera exponiendo su obra. Celebrado y a la vez secreto, vivía recluido en su casa estudio de Sarrià, trabajando en silencio y pulcritud, recreando una y otra vez su peculiar iconografía fragmentada y otoñal, poblada de bibliotecas ilegibles, alacenas, pentagramas, flores mustias, balcones desiertos y atardeceres melancólicos, realizados de forma impecable, casi siempre en un formato íntimo, huyendo en todo momento la grandilocuencia. La última vez que expuso fue a finales de 2013 en Barcelona, en el Espai Volart de la Fundació Vila Casas, con una excelente retrospectiva.

Su primera exposición individual también había sido en Barcelona, en 1972, en la desaparecida Galería Trece. Una de sus primeras monográficas se realizó en Zaragoza, en 1989, en el Centro de Exposiciones y Congresos. Luego sería el ayuntamiento barcelonés quien le dedicaría otra antológica, en 1995, en el Palau de la Virreina, que viajaría luego a Palma de Mallorca, Murcia y Logroño. Entonces el artista ya era más reconocido en París que en su propia ciudad. El éxito en Barcelona tampoco propiciaría demasiadas exposiciones, tan solo lo hizo un par de veces en la Galería Artur Ramon, en 1997 y 2005, y más recientemente, en el año 2011, en la Galería A/34, en un diálogo con la obra de Joan Hernández Pijuan. También la Galería Dolors Junyent se ha ocupado de su obra y, desde Madrid, lo ha hecho Leandro Navarro. La producción de Marsans era, y sigue siendo, muy valorada en todos los aspectos, incluido el económico, no en vano ha tenido por galerista al parisino Claude Bernard, uno de los más importantes a escala internacional en lo que se refiere a arte contemporáneo figurativo.

Nacido en Barcelona en 1930, en el seno de una familia acomodada, se trasladó a París con sus padres, a raíz del estallido de la Guerra Civil española y no volvió hasta poco después del fin de la contienda, en 1940. Siete años después viajaba a Nueva York y allá conocía al escultor catalán Ismael Smith, residente en los Estados Unidos desde el final de los años diez. Tal como reconoció el propio Marsans en la entrevista publicada en 2005 en este periódico —Smith, que lo iba a buscar cada día para guiarle por los museos neoyorquinos— le abrió los ojos al gran arte y esto animó al joven Marsans a dedicarse a la pintura.

De nuevo en Barcelona tuvo de maestro a Ramón Rogent y frecuentó el grupo Dau al Set, pero no se implicó demasiado. A mediados de los años cincuenta conocía en Cadaqués a Marcel Duchamp y entablaba amistad con el maestro del dadaísmo, jugando con él al ajedrez y llegando a instalarse en su propio estudio. Desde entonces y hasta mediados de los años sesenta, Marsans jugaba con la vanguardia y la abstracción, pero en un momento dado, decidió parar el tiempo, destruir su obra, y adentrarse a fondo en la figuración, sin pretender para nada ser realista sino crear un mundo propio y alejado.

El encargo de ilustrar À la recherche du temps perdu, la gran novela de Marcel Proust, marcó un hito decisivo en esa atemporalidad que estaban alcanzando sus cuadros y dibujos. El tiempo vivido en París y el contacto americano con el exquisito y extravagante Smith, harían mella en la serie de grabados proustianos que, presentados en París en 1982, le llevarían definitivamente a la fama internacional.

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