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“El negocio es un mercadeo”

La galería Oliva Arauna cierra sus puertas después de décadas porque "no se vende nada"

Oliva Pérez Arauna, fotografiada en su galería en 2014.
Oliva Pérez Arauna, fotografiada en su galería en 2014.

Pocas cosas hay más tristes que ver en penumbra las paredes desnudas de una galería de arte, pero el miércoles por la mañana, en las espaciosas salas de Oliva Arauna, en Barquillo 29, la única vida estaba en los despachos interiores. Allí, su propietaria, Oliva Pérez Arauna (Santander, 1953) ponía orden en los ficheros. Son los últimos trámites para abandonar el local. Después de 29 años en primera línea se marcha porque las cuentas no salen y el negocio tiene poco que ver con el de décadas anteriores. “No se vende nada, no viene casi nadie y todo se ha reducido a un puro mercadeo”, afirma. Impulsora como pocas de artistas dedicados a la fotografía, la instalación y el vídeo y con una amplia cartera de nombres internacionales, Arauna confiesa sentirse inevitablemente triste después de tantos años de trabajo, pero relajada porque a partir de ahora se dedicará a visitar todos los eventos artísticos que pueda, pero en calidad de espectadora y amante del arte.

La noticia del cierre definitivo sorprende porque reabrió el establecimiento en enero de 2014, después de 18 meses de clausura obligada por el Ayuntamiento debido al “excesivo cristal de la fachada”. Resuelto el problema a base de hormigón, Oliva Arauna volvió con una colectiva de algunos de sus artistas habituales: Alfredo Jaar, Per Barklay, Juan Carlos Robles, Botto & Bruno, Jorge Molder, Zwelethu Mthethwa, Adriana Molder y Alexandra Ranner.

Pregunta: ¿Qué es lo que ha desencadenado su decisión?

Respuesta: En año y medio tuve mucho tiempo para pensar. Lo urgente oculta lo importante. Y desde que reabrí, he comprobado que no hay el más mínimo interés por parte de nadie. Te replanteas qué es lo que ocurre y, por triste que sea, ves que no hay salida.

P. ¿No compra nadie?

R. Sigue habiendo coleccionistas, pero no quieren venir a galerías. Prefieren dar una vuelta por las ferias y que les mandes correos con información.

P. ¿El negocio son las ferias?

R. No para los galeristas. Los grandes coleccionistas llegan a una feria, se reúnen en la sala VIP y hablan de la Tate, el MoMA o el Pompidou. Y quieren eso. No importa lo que lleves. Es un circuito cada vez más cerrado en el que quienes apostamos por proyectos, tenemos poco que hacer.

P. Hay colegas suyos que vuelven contentos de las ferias.

R. Subsisten a base de llevar obritas con seguros bajos. Esas ferias están hechas para 10 galerías grandes. Los demás no cubren gastos. Y, por otro lado, si no vas, no existes. Es todo un puro mercadeo en el que yo ya no pinto nada.

P. ¿No se visitan las galerías?

R. No. Cuatro nostálgicos. Ocurre igual en Nueva York. Si das una vuelta por Chelsea, los locales están vacíos. Tampoco compran las instituciones, porque no tienen presupuesto. Toda inversión para que un artista construya su proyecto, no tiene salida. La verdad es que no reconozco este mundo respecto a los ochenta cuando empecé. Solo quedan Juana de Aizpuru y Helga de Alvear.

P. ¿El IVA al 21% ha hecho daño?

R. Tremendo. Ha sido una regresión salvaje y, lo peor, es que sabían que iban a recaudar menos. No solo han perjudicado las ventas, sino que hemos dado un salto atrás en la propiedad de las obras. Una de mis batallas, desde que empecé ha consistido en que toda venta fuera con factura. Muchos coleccionistas no entienden que sin ella no hay propiedad. Te puedes llevar una pieza, pero nunca la podrás subastar, ni prestar a museos, ni dejar en herencia. Los compradores te piden que les vendas “de esa otra manera”. Si te niegas, no hay negocio. Y así estamos. Tienen que bajar los impuestos. En el Arte y en muchas cosas. O todo nos va a estallar en la cara.

P. Supongo que todo el sector está igual. ¿Cómo resisten?

R. Hay un sentimiento de “sálvese quien pueda”. Hay más que se están pensando cerrar y ya lo han hecho Distrito 4, Egam o Moriarty. Por mí, creo que es el momento de que vengan otras generaciones. He trabajado durísimo, como pocos en este país. Es el momento de retirarme.

P. ¿Donará su colección a un museo como Soledad Lorenzo?

R. De ninguna manera. Mi situación es otra y tampoco creo en esas donaciones.

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