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La batalla la cuentan los ganadores

Una exposición analiza en Matadero el poder de la ley y la historia como formas de control

Parte de la instalación 'Margen de error', en Matadero.
Parte de la instalación 'Margen de error', en Matadero. Kike Para

“Hasta que los leones no tengan historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”. Este es un proverbio africano, pero, asegura el colectivo Declinación Magnética, podría pertenecer a cualquier espacio y cualquier tiempo. Para demostrarlo, este equipo de siete artistas visuales, teóricos y comisarios han ocupado una de las naves de Matadero hasta el 11 de enero con una muestra a la que da nombre el refrán. Dos instalaciones, una versada sobre la conquista de América, la otra sobre la ley como herramienta de dominación, orbitan en torno a la misma idea: el que tiene el poder es el que cuenta la historia.

La pieza Vencejo/Film/Ley surgió el pasado verano tras protestas contra la llamada ley de seguridad ciudadana, que, aún en proceso de aprobación, trata de regular desde el derecho a manifestación a la entrada de inmigrantes. “Nos sentíamos responsables de hacer un proyecto que diera cuenta de lo que estamos viendo: cómo bajo esta narrativa que es la crisis, la ley se convierte en una plastilina moldeable desde la que ejercer el control”, explica Julia Morandeira, integrante del colectivo junto a Aimar Arriola, José Bueso, Sally Gutiérrez, Silvia Zayas, Diego del Pozo y Eduardo Galvagni. Todos ellos se encontraron en 2012 en este mismo espacio, en la plataforma Decolonizando Estéticas y Conocimiento iniciada por Matadero junto al Goldsmiths College de Londres.

A través de vídeos, textos, grabaciones de audio e imágenes, en una especie de película expandida o desmembrada, la muestra trata de hacer una genealogía de la represión de aquellos elementos considerados “prescindibles” en una sociedad. Y esta masa de individuos, aseguran, es cada vez mayor. “Ya no es la minoría negra, ya no es la minoría homosexual. Ya es la mayoría la que protesta contra el Estado, y por lo tanto se legisla contra ellos”, explica del Pozo. Imágenes de la marea blanca se proyectan junto a las de protestas de piqueteros argentinos o del desfile del Orgullo Gay ugandés. Unas sudaderas con capucha —como la que llevaba el adolescente estadounidense Trayvon Martin cuando fue disparado en 2012 por un policía que le consideró una amenaza— desfilan junto a las togas que colgaron los jueces de Ciudad Real en señal de protesta durante una huelga en 2009. “Prescindible”, resume Del Pozo, “puede ser cualquiera”.

En el centro de la estancia, unos modernísimos monitores curvos reproducen un discurso coral. Los siete miembros del grupo leen el guion de esta particular película, que toca desde la expropiación de tierras comunales en el siglo XVI en Inglaterra hasta la prohibición de grabar a agentes en las manifestaciones. “En esta confusión de tiempos históricos, se ven unos ciertos patrones que se repiten: la criminalización de la protesta, por ejemplo”, explica Morandeira. Entre los distintos contextos parece haber una suerte de túnel temporal en el que se repita una y otra vez la impotencia del individuo frente al Estado. La parábola de Kafka Ante la ley (en la que un campesino espera infructuosamente a que el guardián de las leyes le franquee el paso) se repite una vez y otra en la muestra.

El agujero de gusano llega hasta la conquista de América, presente al final de la sala en la instalación Margen de error (primera del colectivo, y expuesta también en el MUSAC de León hasta el 6 de enero como parte de la muestra Colonia apócrifa). En ese proyecto, Declinación Magnética abordó la enseñanza de este periodo histórico junto a un grupo de estudiantes de secundaria de distintos institutos de Madrid. Los adolescentes analizaron 120 ediciones de libros de texto de distintos momentos históricos y ambos lados del océano Atlántico para interrogarse sobre el proceso de colonización: quién escribe la historia, cómo y con qué fin. Y qué consecuencias tiene sobre el presente.

“Esa distinción, en realidad, es engañosa”, objeta Aimar Arriola, “No existe esa separación entre presente y pasado. La ley está sometida a una historicidad, y, a la vez, lo que ocurre en el pasado se sigue desarrollando en el presente”. Los cazadores, en definitiva, siguen siendo los narradores de las cacerías.

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