Del cisne al simio (y la mortificación del té)
La bailarina Mónica Runde se pone en manos de cuatro creadores
Con una forma física óptima y su siempre hipnótica presencia escénica, la bailarina Mónica Runde se pone en manos de cuatro creadores muy diferentes entre sí, siendo ella, su baile, lo que concede al producto global un interés y una cierta unidad en su desarrollo. No todos los solos están igual de bien ni conseguidos en la mima excelencia, pero hay que decir que a veces es la intérprete quien salva cierto titubeo en la exposición del material, que se ve con mucha evidencia decisión del coreógrafo. No hay pausas, sino que un cierto y relajado ambiente de taller hace que la velada discurra como una sola, ciertamente muy larga. Con apenas 15 minutos menos, el buen sabor de boca de los espectadores (siguiendo la recurrente y fácil metáfora culinaria de los textos que se oyen) pasaría de ser bueno a exquisito. Runde siempre ha dado todo de sí en escena y esta vez se exprime a fondo, destila autenticidad vivencial, rigor en la ejecución y una concentración que sobrecoge.
Toda esa exhibición irónica del proceso creador (la peluca evoca, creciendo, la de los orígenes de la compañía en 1989), ya sea a través de chistes conversacionales o de los oscuros, no le quita a Episodios su gravedad, que en lo absoluto se trata de una jornada jocosa, sino más bien todo lo contrario, a golpe de introspección, desgarro y ese ambiente que aún en su esporádica luminosidad, nos transmite tensión y algo de buscada tiniebla: es obra de Gómez Cornejo, grande los focos y modelador de la pintura. Con Mónica pasa que la frase “el que tuvo retuvo” se hace dogma. Su buena formación, su amplitud de miras y la dosificación de la energía, la hacen avanzar, llevar de la mano al público hasta esa especie de Gólgota punk final, ritual laico de plástica muy contemporánea en la que redondea la faena por derecho.
Hay momentos sublimes, entregados, de gran fuerza. La escena de la mesa acompañada de un vídeo y de una excelente partitura para piano de Cobo, la torturante ceremonia del té y la secuencia donde la artista pasa del ondulante port de bras (retranca del manierismo espagueti que tanto se aplaude) a la “animalística” simiesca más brutal, son muestras de su versatilidad y de su capacidad interpretativa, de su calidad y magnetismo.
EPISODIOS: Compañía 10&10. Baile: Mónica Runde. Coreografías: Pedro Berdayes, Carmen Werner, Luis Luque y Daniel Abreu; dirección: Claudia Faci; música: Luis Miguel Cobo y Borja Ramos; luces: Juan Gómez Cornejo; escenario y trajes: Elisa Sanz. Teatro de La Abadía. Hasta el 9 de noviembre.
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