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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Daños colaterales

Debería preocuparnos más el estado de ruina y abandono en que se encuentra Alicante que la continuidad de Castedo

De hacer caso a la prensa, el principal problema de Alicante, en estos momentos, es la continuidad de Sonia Castedo en la alcaldía. A los alicantinos, en cambio, debería preocuparnos más el estado de ruina y abandono en que se encuentra la ciudad. Castedo es un asunto de los políticos, en particular del Partido Popular. La situación de Alicante, por el contrario, afecta a trescientas mil personas que ignoran el futuro que aguarda a su ciudad. Finalizado el paréntesis de la Volvo, regresamos a la realidad: el Ayuntamiento acaba de fracasar en su proyecto de establecer un mercado gastronómico en la plaza de Séneca. Otro descalabro más. Tal como se han desarrollado los hechos, ¿cabía esperar otra cosa? Varios años discutiendo qué hacíamos con la vieja estación de autobuses para acabar —como en tantas otras cosas— en ningún lugar. Hemos llegado a un punto en que el Ayuntamiento de Alicante es incapaz de gobernar: Sonia Castedo ya no atiende a los problemas de la ciudad.

Esta situación jamás le ha preocupado al Partido Popular, que siempre ha preferido nadar y guardar la ropa. Es verdad que Fabra habla de líneas rojas para los imputados, pero el presidente de la Generalidad es de los que amagan sin atreverse a dar. Mientras tanto, en Madrid, María Dolores de Cospedal aún exigía, no hace mucho, la presunción de inocencia para Castedo. En política, ya lo sabemos, la ética depende del número de votos, y Cospedal todavía sumaba ventajas e inconvenientes. Sin el escándalo de las tarjetas de Caja Madrid y de la Operación Púnica, las cosas seguirían hoy prácticamente igual —suponiendo que hayan cambiado, claro está. Ha sido la gravedad de los hechos descubiertos y el hartazgo de los ciudadanos —sin olvidar el fantasma de Podemos— los que han obligado a variar el discurso de Rajoy.

Los escándalos se han llevado por delante la credibilidad del Partido Popular y la estrategia de Castedo. Al verse obligado Rajoy a pedir disculpas por la corrupción, la alcaldesa de Alicante ha pasado de la presunción de inocencia al aislamiento: ha perdido valor. Si tan solo unas semanas atrás, podía albergar una mínima esperanza de figurar en la carrera electoral, en estos momentos tal cosa resulta imposible. Castedo se ha quedado sin opciones, aunque los juegos tácticos del Partido Popular la mantengan todavía en el puesto. La votación del viernes, impidiendo que se decidiera a mano alzada la propuesta de UPyD, que la margina, es un gesto que responde a la vehemencia de su carácter, pero no va más allá.

Castedo ha presentado un nuevo recurso ante los tribunales: su esperanza es que un defecto en la instrucción sirva para anular las escuchas telefónicas. Veremos que dicen los jueces. En cualquier caso, el tiempo ya no juega a su favor. Lo que los ciudadanos hubieran podido aceptar unos meses atrás, hoy no resulta posible: la es ya el primer problema del país y provoca un rechazo social. Sonia Castedo tiene un problema con la Justicia, pero, sobre todo, lo tiene con la opinión pública. La única defensa real que le queda a la alcaldesa es convencer a los ciudadanos de que no es ella quien mantiene esas vergonzosas conversaciones con el empresario Enrique Ortiz.

 

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