Tony Ronald dejó la llave en su puerta
El homenaje en Luz de Gas al cantante, que incluyó la edición de un disco póstumo, tendrá continuidad cada año
Vista desde la barra, la pista de Luz de Gas era un bosque otoñal de follaje plateado, hojas caídas y tinte. El público se movía al compás de la música meciéndose más que bailando, con mucho movimiento de hombros y caderas pero poco juego de piernas. Pere Gené, de Lone Star, cantaba un Sobreviviré que sonaba a himno generacional y la gente asentía con festiva determinación. La media de edad era tan entrada en días que yo -por poner una referencia- parecía de largo el más joven, y eso que tuve comediscos (amarillo). Estábamos en el ecuador del homenaje a Tony Ronald y el tiempo parecía haberse detenido en algún momento de los años sesenta, si cerrabas los ojos.
Tony Ronald (en el mundo Siegfried André Den Boer Kramer y nacido en Arnhem, Holanda, en 1941, poco antes de que llegaran los paracaidistas) se marchó, por usar la expresión de Fórmula V, el 3 de marzo de 2013 pero ha dejado la llave en su puerta. Esa llave para acceder a su mundo y recordarle es su música, claro –incluido el CD póstumo Grandes baladas, editado para la ocasión-, pero también el cariño de su familia y sus amigos, y el incombustible entusiasmo de sus fans. Ahora la llave es también la fiesta de homenaje que todos ellos le han dedicado ya en dos ocasiones –la última anoche- y que se ha decidido que tenga continuidad anual. Parafraseando Help!, somos amigos desde niñez y vamos a seguir siéndolo mientras el cuerpo aguante.
El primer homenaje se le tributó a Tony Ronald también en Luz de Gas en marzo del 2013, a los pocos días de su muerte y el segundo, con la recaudación a beneficio de Pallapupas/payasos de hospital y la protectora de animales de Tarragona, se celebró anoche, el mismo día en que el cantante hubiera cumplido 73 años. La sala barcelonesa consiguió una excelente entrada -sobre todo teniendo en cuenta que era lunes- y la reunión de un elenco de estrellas de esas que brillaban especialmente cuando coleccionabas los cromos de Vida y color. De nuevo con Albert Malla, el locutor de Cocodrilo Club y “pinchadiscos revival”, de maestro de ceremonias, los músicos se fueron sucediendo en el escenario levantando el entusiasmo del público (aunque, ay, echamos de menos a Jeanette, que sí actuó la primera vez).
Santi Carulla, de los Mustang, abríó la tanda de nostalgia con el Congratulations (1968) de Cliff Richard, para felicitar el cumpleaños póstumo al homenajeado. “Tony se lo merecía y se lo sigue mereciendo todo”, dijo; “forma parte de nuestro ideario y de la historia de nuestra música”. Y remachó: “Esta es la magia, que todo siga igual”. Ni Harry Potter, sin embargo, hubiera conseguido reconvertir a la matrona de vestido de leopardo que sorbía un combinado en la barra en la jovencita que otrora seguramente bailaba Venus de Shocking Blues con chalequito de flecos y grandes perspectivas. Seguidamente el ex Mustang cantó Jóvenes apostillándolo como “el tema por excelencia nuestro”. Muchos se cogieron de la mano y se coreó con ganas la estrofa “Jóvenes, somos aún tan jóvenes, el tiempo sigue sin pasar”. Como ven, una orgía de optimismo.
Se coreó con ganas la estrofa “Jóvenes, somos aún tan jóvenes, el tiempo sigue sin pasar”
En pleno subidón, Enric Milián, de Santabárbara, calvo y con 68 años confesos, desempolvó al pichón Charly, atropellado por un taxista desaprensivo cuando los urbanos aún llevaban salacot y dirigían el tráfico desde sus torrecillas. “Tuviste suerte al cruzarte en mi camino/ te salvé de tu destino / oh, Charly”, cantó, y hubo ganas de lentos, lo que hizo que algunos se encogieran para pasar desapercibidos. Un Blue bayou de Ángela de Nubes Grises y un bolero de Casimiro dieron paso al Whay a wonderful world que interpretó Frank Mercader con la banda y que en versión balada de Tony Ronald es una de las piezas del disco póstumo, repartido anoche. “Pero como Tony era un rockero de cojones lo versionamos ahora así, en rock”.
Llorenç Santamaría siguió poniendo ritmo a la noche elvispresleiando con El rey. Al acabar el tema en el que pareció peligrar su pelvis, reconoció: “No os haré más de esto porque esto mata”. Y pasó a interpretar un Para que no me olvides cargado de intención que hizo estremecerse al público. Jess Marben cantó Simple the best y entonces llegó un momento muy emocionante con los hijos de Tony Ronald y su segunda mujer Mariló en el escenario portando un pastel con una vela. Mariló Domínguez recordó el “flechazo” con el cantante y luego Dani Ronald cantó Después del adiós y a continuación, con Monica Green, When I fall in love. Tras Lone Star llegó el recuerdo de Los Salvajes y sus ecos de los Stones. A recordar la estrofa de Soy así: “Toco la guitarra con satisfacción / y bailo a mi manera aunque llame la atención”. Luego se interpretó la propia Satisfaction: bailándola a lo Jagger más que buscar satisfacción alguno parecía buscar el desfibrilador.
“Tony forma parte de nuestro ideario y de la historia de nuestra música”, dijo Santi Carulla, de los Mustang.
La aparición de David Civera (1979) sorprendió a parte de la concurrencia que pensaron que era un guiño a Clift Richards (por lo de Eurovisión), pero resultó que había relación estrecha con Tony Ronald: durante ocho años la hija del cantante, Julie Den Boer, fue manager de Civera. Julie, nacida en 1972, falleció el pasado febrero a causa de un cáncer. La fiesta se adentró en terrenos de enorme emotividad con Dani recordando a su hermana (“el dolor de perder a una hermana es un dolor diferente a todos”) y la aparición de la pareja de esta. Entonces, de algún lugar recóndito de nuestra memoria, llegaron los Diablos para cantar, precisamente, Oh, oh July, un tema que estaba dedicado a la primera mujer de Tony Roland (July) y a su hija del mismo nombre. Representó al grupo su bajo Amado Jaén, a la sazón calvo como una perinola, que evocó a Tony Ronald como un maestro e incluso "un rayo de sol" (oh, oh, oh) en la música española de la época. Recordó que fue el primero en usar luces psicodélicas y gogós. Malla, el presentador, aprovecho para lanzar una de las frases de la noche: “A un tipo que se llama Amado hay que quererlo”.
Se cantó en la recta final Dejaré la llave en mi puerta, ya en apoteosis emocional, y, sin solución de continuidad, un Help! con todos los participantes en el escenario que se coreó tan fuerte que habrá llegado hasta Tony Ronald allá arriba y allá lejos, donde residen nuestros viejos ídolos y se guardan nuestros perdidos sueños.
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