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Operación Púnica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fe púnica

Al PP y al PSOE no solo se le debe exigir que pidan perdón por la corrupción, si no que actúen y acaben con una lacra que socaba los pilares de la democracia y de la confianza ciudadana

Vicente G. Olaya

El Partido Popular, y en menor medida el PSOE, se enfrenta al mayor terremoto interno de su historia. Ni el caso Gürtel—la compra de voluntades municipales para el enriquecimiento de políticos y empresarios ligados al PP— había socavado tanto y en tan escaso tiempo a la formación que en Madrid dirige Esperanza Aguirre. Un experimentado dirigente popular, ahora en segunda fila, manifestó ayer: “Hay que volver a empezar, tirarlo todo y reconstruirlo desde los cimientos. No queda otra salida”.

 Los teléfonos móviles de los altos cargos populares no cesaron de sonar ayer desde que EL PAÍS dio la exclusiva: Francisco Granados —exalcalde, ex secretario regional, exdiputado, exsenador, exconsejero, ex mano derecha de Aguirre— había sido detenido dentro de la denominada Operación Púnica, un entramado delictivo que adjudicó contratos públicos por valor de 250 millones. Palabras como asombro o incredulidad comenzaron a repetirse a través de las líneas telefónicas. Pero esto no sucedió en todas las conversaciones, porque de los 51 arrestados la mayoría estaban ligados a la formación popular. El mal estaba dentro del partido.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua define “fe púnica” como “mala fe”. “Exacto, mala fe. No hay nada peor que fallar a quienes han confiado en ti”, decía el mencionado dirigente popular. Pero quizás las lamentaciones y las preguntas llegan tarde. Ayer mismo, a través de las redes sociales, se convocó una manifestación ante el Ayuntamiento de Valdemoro para protestar por este nuevo caso de corrupción, algo que no ocurrió con tanta rapidez en el Gürtel o en otras ocasiones. El último hastío de la ciudadanía se superpone cada día al anterior.

La detención también del alcalde de Parla, el socialista José María Fraile —hombre de confianza del líder del PSM, Tomás Gómez—, puede servir al PP como excusa para repartir culpas e intentar acallar a la oposición.

Pero los populares se equivocan si deciden tomar ese camino. No sirven ya los pretextos, solo los hechos. Aguirre, la única política popular que compareció ante los medios, pidió perdón. Dijo sentirse “abochornada”. Pero ni la expulsión de todos los afiliados implicados en la presunta trama resulta suficiente ya para una ciudadanía que dio la mayoría absoluta al PP en todas las instituciones y que observa atónita la fe púnica de aquellos a los que había dado su confianza y la han traicionado.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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