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Mechas bajo el velo

Junto a la mezquita de la M-30, está la primera peluquería para musulmanas de Madrid

Yasmin Salem, en su peluquería para mujeres musulmanas Masturah.
Yasmin Salem, en su peluquería para mujeres musulmanas Masturah.álvaro garcía

Escaparates cegados y una puerta que no deja atisbar lo que hay tras ella. Una lista con precios a la entrada arroja, sin embargo, unas cuantas pistas: lavar y cortar, 8,5 euros; mechas, 16,5; californianas y tinte, 46. Los comercios vecinos, una carnicería musulmana y un traductor jurado de árabe, completan la adivinanza. En el barrio de San Pascual (19.000 habitantes), a apenas 300 metros de la conocida como mezquita de la M-30, se encuentra Masturah (calle de Antonio Calvo, 9), la primera peluquería para musulmanas en Madrid.

Aunque son las 11 de la mañana, ninguna clienta ha llegado todavía. Ese día les han retrasado la cita. Suena el timbre y en el umbral aparece un hombre, cámara de fotos en mano. “Déjale pasar. Es el fotógrafo del periódico, le estábamos esperando”, indica Yasmin Salem, palestina de 36 años nacida en España, la dueña del negocio. La puerta se cierra tras el fotógrafo; un cartel cuelga bajo la lista de precios, señalando que está prohibida la entrada de cualquier hombre. Yasmin explica que en Madrid, una región donde viven 255.000 musulmanes, había una “necesidad básica” de las mujeres que practican el islam que no estaba cubierta: “crear un lugar donde pudiéramos sentirnos cómodas”.

Masturah significa en árabe recatada o cubierta, “pero no tapada, sino con el modal de educación”, puntualiza su dueña. El salón de belleza abrió sus puertas en marzo con la intención de cambiar la rutina a la que se enfrentan las mujeres musulmanas al hacer algo tan cotidiano como pedir cita en la peluquería, donde descubrirse la cabeza es inevitable. Una rutina de mirar constantemente a la puerta, con la duda de si va a ser un hombre el próximo en entrar, de pedir cita a última hora de la tarde, de buscar y buscar un lugar que no sea unisex. “Y de escuchar siempre el mismo comentario: ‘Con lo guapa que has quedado, ¿cómo te vas a tapar ahora con el velo?”, apunta Yasmin. Asegura que, aunque ha querido crear un lugar de reunión para sus “hermanas”, su peluquería no es exclusiva para mujeres musulmanas.

Muchas de sus clientas trabajan en embajadas y no saben español

Los ojos delineados en negro de Yasmin contrastan con el pañuelo blanco y rosa que cubre su cabeza, a juego con la ropa que lleva puesta. “Hay muchos estereotipos sobre la mujer musulmana. Que no se arregla, que no sale, que no hace nada… Yo misma, al abrir el salón, me he sorprendido de algunas cosas con las que me he encontrado. Esperaba ver mayoría de marroquíes, de mujeres de países del norte de África, pero aquí vienen de todas partes del mundo”.

Sobre la pared verde han pintado el mensaje en inglés Muslim haidressing zone. Pero lo que capta toda la atención nada más entrar es una gran inscripción: subhan Allah, gloria a Alá. El árabe y el español son los dos idiomas oficiales en la peluquería, aunque en Masturah también se escucha inglés y francés, pues muchas de sus clientas son mujeres que trabajan en embajadas y han recalado en Madrid por periodos cortos y sin saber español. Otras son del barrio, del resto de la capital o han venido de turismo a visitar el Centro Cultural Islámico. Yasmin decidió abrir la peluquería en esta zona del distrito de Ciudad Lineal precisamente por su cercanía a la institución y a la mezquita de la M-30, que con sus 12.000 metros cuadrados es la más grande de la capital.

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De Marruecos, de Arabia Saudí, de Bélgica. Con velo, sin él. Musulmanas, no musulmanas. La mayoría de las clientas son, sin embargo, españolas conversas. “No puedes ni imaginarte lo que llevan bajo el velo”, asegura Ángela, de 30 años, empleada en Masturah. De Ciudad Real y con 16 años de experiencia como peluquera, nunca había trabajado con clientela musulmana. “Me piden mechas californianas, o un chocolate con rubio en las puntas, azules, verdes, rosas…”.

Su dueña asegura que no es cierto que las mujeres musulmanas no se arreglan

“Si algunas salieran de aquí sin velo las juzgarían por el tipo de peinado que llevan. Pero se lo hacen para sí mismas”, añade Yasmin. El centro es un lugar “fresco y moderno”, explica, que sigue las tendencias, aunque por motivos religiosos no colocan extensiones en el pelo, ni uñas de gel, ni tampoco hacen tatuajes permanentes. “Y si la hora del rezo les pilla aquí y quieren orar, nadie las va a mirar con extrañeza”.

“Cuando abrimos, vinieron a decirnos que no teníamos nada que hacer porque las musulmanas no se arreglaban. Lo decían por ignorancia", recuerda Ángela. Pero ahora no paran de recibir clientas, según su dueña. Colaboran también con ONG y asociaciones de mujeres y cada mes celebran un evento. En septiembre, por ejemplo, impartieron un curso de etiqueta en la residencia del embajador de Libia, por invitación de la esposa del diplomático. Hace dos semanas, el embajador de EE UU les invitó a una fiesta junto a otros emprendedores. Y en el mes del Ramadán, organizaron una charla para compartir la experiencia del primer año con velo. “Muchas mujeres no se habían dado cuenta de las dificultades del día a día hasta que decidieron llevarlo”, asegura Yasmin, “entonces se preguntaron: ‘Y ahora, ¿dónde voy a peinarme?”.

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