Sagi muestra su memoria artística
Un libro recoge la trayectoria del que está considerado el director de escena más importante de la ópera española
"Así que es usted uno de esos directores de escena a los que gusta hacer tonterías en la obertura", le espetó en el primer ensayo de la ópera "I due Figaro" en Salzburgo el músico italiano Riccardo Muti al director de escena Emilio Sagi, cuya escueta respuesta -"sí señor"- generó una carcajada que dio pie a un trabajo "sin un sola queja o mala cara" entre ambos.
Anécdotas como esta se recogen en el libro "Cuestión de oficio" (Trea), del periodista y traductor Alejandro Carantoña, unas memorias artísticas del que está considerado el director de escena más importante de la ópera española y actual responsable del Teatro Arriaga de Bilbao tras haber estado también al frente del Teatro de la Zarzuela y del Real en sus treinta y cinco años de carrera.
El volumen es fruto de una serie de entrevistas del autor de la obra con Sagi (Oviedo, 1948), que narra en primera persona una trayectoria que le ha llevado a representar ópera en los mejores escenarios internacionales junto a artistas como Plácido Domingo, Montserrat Caballé o Josep Carreras.
Las fechas previas a la reaparición del tenor catalán sobre el escenario del Arriaga el pasado mes de abril sirven de hilo conductor para repasar una carrera artística iniciada por Sagi en su Oviedo natal en 1980, un momento "en el que se podían contar con los dedos de la mano los directores de escena en España".
Está a punto de cerrar su etapa al frente del Teatro Arriaga
En una entrevista con Efe, el autor asegura que Sagi cumplió su compromiso de dejarse "dirigir" para ir dando forma a unas memorias artísticas a las que Carantoña augura que seguirán otros ensayos sobre su trabajo o biografías al uso que completarán los testimonios que ha recogido sobre el trabajo de un director de escena, habituales en otros países, pero con pocos precedentes en España.
Sus puestas en escena, "limpias y diáfanas", y las primeras en España en empezar "a formar parte del espectáculo" y su sistema de ensayos, pasando la obra completa "una y otra vez y añadiendo capas", generan confianza en los equipos que dirige "hasta dar la sensación, quizá equivocada, de que al segundo día se podría estrenar".
Los desencuentros de Sagi con el mundo de la política cultural aparecen también a lo largo de unas memorias en las que, de forma deliberada apunta Carantoña, no se habla "mal" de nadie aunque, admite, los conocedores del mundo de la ópera no dejarán de advertir ciertas "ausencias" entre sus recuerdos.
Montserrat Caballé admitiendo que, de vez en cuando, también fuma "un cigarrito" o un Plácido Domingo que llega a un teatro saludando "uno por uno" a todo el mundo reflejan, junto a Carreras, la forma de conducirse de "los grandes de la vieja escuela", afirma el autor, alejados del divismo que habitualmente se achaca a la ópera.
Sagi recorre escenarios como los del Teatro Colón de Buenos Aires o los de ciudades como París, La Habana o Tokio, donde llegó a sentirse "una estrella del rock" ante el entusiasmo de los aficionados japoneses, junto a reflexiones más personales sobre una vida artística iniciada en el Laboratorio de Danza de la Universidad de Oviedo en los últimos años de la década de los años setenta.
A pocos meses de cerrar en el Arriaga su etapa como gestor teatral para centrarse solo en su faceta como director escénico, Sagi y su biógrafo cierran sus recuerdos con los ojos abiertos ante un teatro vacío y apagado en el que, aseguran, siguen flotando las "energías positivas" de los artistas que subieron a su escenario.
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