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Un nuevo festival para un viejo barrio

Villamanuela, en Malasaña, una cita en la que cabe desde un guitarrista tuareg a electrónica oscura

El músico tuareg Bombino es una de las estrellas de Villamanuela 2014.
El músico tuareg Bombino es una de las estrellas de Villamanuela 2014.

Puede que Malasaña haya cambiado, pero sigue vivo y sorprendentemente está más unido que nunca. Señal de ello es el festival Villamanuela, que desde el próximo jueves 2 hasta el domingo 4 presenta una cuidada selección de músicos y artistas underground, además de las propuestas gastronómicas de 30 hosteleros y las ofertas de otros tantos comerciantes locales.

“Queremos celebrar la vida de barrio de Malasaña”, dice Paco Fernández, de la tienda de ropa y discos Holy Cuervo y responsable de comunicación de un festival urbano y multidisciplinar que en su segunda edición crece en aforo —tres escenarios entre la sala But y el T Club, antiguo Pachá, en la calle de Barceló— a la vez que potencia un cartel exquisito y profundo, aunque minoritario dada su filosofía. “La idea era hacer algo original, no lo de siempre. No es un festival en el que pensemos en lo que puede querer el público con el objetivo de llenar las salas. Nuestra intención es sorprender”, cuenta Edu García, promotor de conciertos y programador de la parte musical de Villamanuela.

Son casi una cincuentena de grupos y solistas. Y abarca un espectro de estilos inédito en los festivales habituales. Va desde Bombino, un excitante guitarrista de rock tuareg, a Comus, un grupo británico de prog-folk de los setenta. Hay profetas de la electrónica más oscura, —The Haxan Cloak— y de la más festiva, como el mexicano Rebolledo. Hay bandas de rock poliédrico como los británicos Clinic o los neoyorquinos Cave. Y han sido lo bastante rápidos como para hacerse con algún fenómeno que parece destinado a hacerse enorme en poco tiempo, como el dúo británico Sleaford Mods. También grupos y DJ madrileños como Los Chicos, Rosvita o Diskoan: “Es responsabilidad nuestra, como promotores culturales, meter gente de aquí”, señala García.

El dúo británico Sleaford Mods actúa el sábado a las 23.00.

La huella malasañera es más patente en la parte artística de Villamanuela. El pintor Luciano Suárez es el encargado de seleccionar las exposiciones, con obras de una veintena de artistas, que este año se celebran en el Colegio de Arquitectos (objetos), la escuela de diseño IED (Tangentes) y el espacio Ciento y pico de la calle de Velarde.

En este último local tendrá lugar la muestra Artistas del barrio, comisariada por Suárez y que pone especial énfasis en el arte urbano, con nombres como Nano4814 (que ha hecho la imagen del festival y también pinchará el jueves), Eltono o Spok. “Son gente de Madrid que trabajan en el barrio, y es la exposición más light y accesible. Objetos, por su parte, se pregunta qué hace que un objeto se convierta en obra de arte y Tangentes explora nuevas formas de entender la fotografía”, explica Suárez, que hace cinco meses se mudó al cercano Chamberí tras 10 años en Malasaña, aunque sigue teniendo allí su taller. “El ambiente ha cambiado mucho, la identidad del barrio se ha ido perdiendo. Ahora se ha puesto de moda, como Shoreditch en Londres o Kreuzberg en Berlín”, dice el pintor: “También ese cambio es normal, esto le empieza a pasar a Lavapiés y no es algo contra lo que merezca la pena luchar, porque es inevitable”.

La evolución de Malasaña en los últimos tiempos ha sido vertiginosa. Hoy abundan las parejas jóvenes con hijos y/o perros, florecen las pastelerías de diseño al estilo neoyorquino y existen hasta tiendas de souvenirs que explotan el nombre del barrio como marca. Hace 30 años era una zona muy castiza pero degradada, con una población polarizada entre gente muy mayor y jóvenes bohemios. Los segundos provocaban indudables molestias al resto (ruido, drogas, suciedad), pero también convirtieron al barrio en un libérrimo centro creativo de primer orden, un Lower East Side a la madrileña.

De izquierda a derecha: Paco Fernández, Luciano Suárez y Eduardo García, miembros de la organización del festival Villamanuela, y Diskoan (Juan Peralta), el dj que cerró la primera edición y que cerrará esta segunda.
De izquierda a derecha: Paco Fernández, Luciano Suárez y Eduardo García, miembros de la organización del festival Villamanuela, y Diskoan (Juan Peralta), el dj que cerró la primera edición y que cerrará esta segunda.alejandro ruesga

En esa pérdida de identidad que indicaba Luciano Suárez algo tuvieron que ver el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, que en 2004, y con la excusa de los atentados del 11-M, decidieron cancelar las fiestas del 2 de mayo de ese año para después darlas por muertas y enterradas. Pero en el último lustro un grupo de vecinos se ha esforzado en recuperarlas, aunque sea a una escala bastante modesta, y Villamanuela se puede ver como otro paso más en la transformación de Malasaña hacia un barrio con mayor conciencia comunitaria: hace tres décadas probablemente hubiera sido imposible poner de acuerdo a 30 bares para organizar una Ruta de la Tapa como la que se celebra en estos días, y lo mismo vale para los comerciantes que la próxima semana ofrecerán descuentos a los portadores de un abono de Villamanuela.

“Malasaña ha dejado de ser sólo una zona de salir, ahora se puede hacer una vida más completa”, opina Paco Fernández. La mugre que le confería autenticidad casi ha desaparecido y ha sido sustituida por una brillante capa de aburguesamiento, pero la nostalgia por los buenos malos tiempos no puede ocultar que ahora es un barrio más habitable, en el que se pueden llevar a cabo iniciativas como el Villamanuela, que junta a agitadores, grupos y artistas de vanguardia, tenderos y dueños de bares en una reivindicación anual del viejo y el nuevo espíritu de Malasaña.

Villamanuela, del 2 al 5 de octubre. Malasaña, varios espacios. Entrada de día 28 euros. Abono, 70 euros. 

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