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Genios, lamparitas, niños y mojitos

La electrónica del BAM explota con Young Fathers, Linkoban y Filastine

Kayus Bankole, del grupo Young Fathers, en la actuación durante el BAM.
Kayus Bankole, del grupo Young Fathers, en la actuación durante el BAM.GIANLUCA BATTISTA

Hubo que esperar, pero finalmente mereció la pena. La segunda noche del BAM, aquella que deparaba electrónica en torno al Macba, comenzó tibia para irse calentando y explotar con las tres últimas actuaciones, las de Filastine, Linkoban y Young Fathers, artistas que además ya se vieron favorecidos por una importante concurrencia de público. Pero para llegar a ello, ambos escenarios, el de la plaza de Joan Coromines y el de la plaza dels Àngels, hubieron de pasar por las fases que ya se han convertido en clásicas en este festival urbano, gratuito y de descubrimiento. Porque antes, los nombres de los que actuaron eran bastante desconocidos para la gran mayoría de los espectadores. Eso es el BAM, frotar lámparas, sinónimo de apostarse frente a sus escenarios, con la esperanza de que el genio aparezca. Y suele hacerlo.

Pero antes hay que vivir el momento niño, que es ese delicioso instante a comienzos de la noche en el que los progenitores que hasta hace poco asistían en pareja a los conciertos, lo hacen ahora en trío. Como media docena larga de niños que, dada su capacidad de desplazamiento, su natural curiosidad y sempiterna capacidad para expresar felicidad por medio de lacerantes tonos agudos, parecían el triple, eran introducidos en los rituales concertísticos por sus padres en la plaza de Joan Coromines.

Pero todo es un comenzar. El juego para infantes está más vedado en la contigua plaza dels Àngels, cuyas zonas libres suelen estar ocupadas bien por skaters, bien por personas que se alivian en los rincones generando cursos nada saludables. Además, dejar suelto un crío por allí supone que puede volver después de comprarle un mojito a un paki, que con una pericia alquimista y gimnasta, los preparaban en cuclillas y con cierta laxitud en cuanto a medidas higiénicas tras un banco de piedra. Allí ya sonaba Den Sorte Skole, dúo que a base de retales de sonidos muestreados edificaron una sesión que daba la vuelta al mundo. En realidad ejemplificaban el paisaje: un paquistaní haciendo un cóctel caribeño en una plaza dura occidental.

Ese es el punto de Filastine, primera actuación destacable de la noche. Este norteamericano afincado en Barcelona hace política explícita y voluntaria con su música, otra mezcla de sonoridades mundialistas engarzadas por costuras electrónicas. Su postura antiglobalización pone el dedo en la llaga, pues la aproximación entre las culturas no es precisamente convertir el mundo en un supermercado que difunda homogeneidad.

Parecido, pero con menos sutileza y elaboración, resultó el concierto de los italianos Milangeles, antesala de la locura que desató Linkoban con su rap electrónico lleno de estribillos certeros, como quedó demostrado en temas como Like this o la contagiosa Popguntrack. El polvo volvió a suspenderse sobre la Joan Coromines, pero esta vez no era la alegría de los niños quien lo provocaba, sino la de los mayores. El recuerdo de MIA sobrevoló el concierto de esta vocalista saltarina de Copenhague que se llevó la palma de su escenario, ya repleto de espectadores.

El remate lo pusieron Young Fathers, un grupo de hip-hop muy singular que tanto tira ocasionalmente a la melodía pop como a la oscuridad de bases más humeantes que podrían evocar vagamente el sonido Bristol. Los tres vocalistas, dos de ellos de origen africano, contaron con el apoyo de una cuarta voz, femenina y negra, y de un percusionista que daba el toque orgánico a las bases. Resultó un concierto bastante llamativo, con ambientes muy variados y una puesta en escena bastante efectiva. Ellos, Filastine y Linkoban fueron la muestra de que frotar la lamparita del BAM suele tener premio.

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