A Coruña aclama ‘Viva la zarzuela’
La clave del éxito está en la vieja e infalible fórmula: intérpretes populares y música muy conocida
La Temporada Lírica de la Orquesta Sinfónica de Galicia y Amigos de la Ópera celebró el viernes en el Palacio de la Ópera de A Coruña la gala lírica Viva la zarzuela, con la OSG dirigida por Enrique García Asensio acompañando a Ainhoa Arteta, soprano; Isabel Rey, mezzo; Antonio Gandía, tenor, y Borja Quiza, barítono. La gala obtuvo un gran éxito y los aplausos fueron a más durante sus dos horas largas de música. Esta empezó con el intermedio de La Torre del Oro, de Giménez, la primera de cuatro piezas orquestales tocadas, como es costumbre, al principio y en medio de cada parte. La Sinfónica respondió con la maleabilidad que la caracteriza y algún exceso dinámico e imprecisión en las entradas por parte de García Asensio fueron preludio de otros que llegarían a lo largo de la noche.
En lo vocal rompió el hielo Ana Ibarra. Su voz aún algo fría no le impidió hacer una interpretación muy expresiva y en carácter de la romanza de Socorro de El barquillero, de Chapí: expresión y carácter que serían lo mejor de la velada, tanto en sus solos como en los dúos que cantó, especialmente en el tango de la Menegilda, de La Gran Vía, y el dúo de Felipe y Mari Pepa de La revoltosa. En ambas piezas se mostró realmente tocada de gracia y con ese casticismo auténtico del que tanto se alejan las voces entrecortadas en el texto hablado o las brusquedades dinámicas en el canto. Borja Quiza, su oponente en este dúo, mostró su habitual buen timbre, gran potencia de voz en los forte, una cierta falta de materia en el registro grave, práctica ausencia de mezza voce y una cierta inseguridad en la afinación. Algo suplido en alguna medida por su gran presencia escénica y la simpatía que le profesa su público.
Y si hay alguien capaz de arrastrar al público por simpatía y presencia, es Ainhoa Arteta. La soprano tolosana cantó con mucho gusto y una afinación perfecta la romanza No corté más que una rosa, de La del manojo de rosas, de Sorozábal y De España vengo de El niño judío, de Luna. aunque especialmente en esta -como en La tarántula, que cantó como propina-, se añoró una mejor vocalización que permitiera entender y gozar el texto a quienes no lo conozcan a quienes se lo saben de memoria.
Antonio Gandía tiene una voz de no demasiada potencia y su proyección es algo irregular, lo que hace que solo se le oiga y entienda realmente bien en los pasajes en forte, algo que dificulta gozar del exquisito gusto con que canta. El mayor cuidado dinámico que García Asensio pareció poner en la romanza No puede ser, de La tabernera del puerto permitió gozar de la muy emotuva interpretación de Gandía, que bien se podría decir que estuvo a la altura e incluso por encima de Arteta en el dúo Vaya una tarde bonita de El gato montes, de Penella, que cerraba programa.
Antes, el interludio de La leyenda del beso, con una cierta falta de tensión expresiva general y un gran solo de trompeta de John Aigi Hurn; el vals de La corte de Faraón, deliciosamente delicado y expresivo, y un intermedio de La boda de Luis Alonso algo hipertrófico de decibelios. Después, cuatro propinas individuales y a dúo y el esperable crescendo de ovaciones y gritos de bravo, porque la clave del éxito está en lo que Prokófiev descubrió en su primera gira por EEUU, cuando escribió “La gente quiere un programa variado como escaparate de piezas populares”. Es decir, la vieja e infalible fórmula: intérpretes populares y música muy conocida.
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