En territorio enemigo
El concierto de Los Enemigos esta noche en el hipódromo de la Zarzuela es el inicio de los grandes directos veraniegos Una temporada que lleva la música a recintos que en invierno le son vedados
Ha sido un invierno aciago para Los Enemigos. Un pólipo dejó callado a Josele Santiago, su cantante, en enero. Chema Animal García, batería del cuarteto tuvo más o menos en las mismas fechas un accidente esquiando, —uno de sus patines se clavó en la nieve y los detalles prefiero ahorrárselos, si no les importa—, que le quebró la cadera derecha y le tuvo postrado tres meses. Pero la verdad es que el parón invernal parece haberles sentado bien. En el estudio donde dan los últimos toques a Vida inteligente, el que será su primer disco de canciones nuevas en 15 años — “estamos ya saliendo de cuentas”, precisan— se le ve relucientes. Ellos, que fueron el ejemplo del rock de mala vida, son ahora la viva imagen de la salud: morenos y casi musculados como si hubieran dedicado este parón obligatorio a ponerse en forma.
Y ansiosos por tocar. “Yo no entiendo a esa gente que dice que no les gusta salir de gira. No sé cómo es posible. Si paso tiempo en casa me aburro, necesito un poco de movimiento”, explica Josele. Esta noche rompen ese silencio con un concierto en un espacio inédito para esos asuntos: el hipódromo de Madrid, en el que compartirán cartel con Kiko Veneno. Será el primer concierto en ese lugar de larga historia.
Porque tras años de quejas por la falta de espacios en la ciudad en la que se pudieran dar conciertos, este verano, la tendencia parece haberse invertido. Ayer en Ifema se abría la tercera edición de Mulafest que aunque en esta ocasión ha prescindido de los conciertos en favor de los DJS tiene más de festival playero, con arena incluida, que de feria al uso. También el jueves en La Ciudad de La raqueta, en Montecarmelo, comenzaba una especie de festival retro el que participan Duncan Dhu y Hombres G. Mañana, la ciudad del rock de Arganda del Rey, construida inicialmente para dar refugio al Rock in Rio, dará cabida a festival 4Every1. Por seis escenarios pasarán 60 artistas durante más de 16 horas. Con nombres como Ricardo Villalobos, Paco Osuna o Marco Carola es una macro rave. Por último, una especie de escisión de los Veranos de la Villa, se ha rebautizado Madgarden, y ha buscado acomodo para conciertos en otro recinto más allá de los jardines de Sabatini y el Price: el jardín botánico de la Universidad Complutense. Por allí pasarán Pat Metheny o Jethro Tull...
A Enemigos les hace gracia relativa lo de conejillos de indias. “Ah ¿Qué estrenamos el hipódromo? Genial, lo ideal: tocar en sitios ya rodados, que se sabe cómo suena…”, bromea Chema, con sorna, pero poca preocupación real. Josele recuerda haber estado allí “hace un porrón de años. Quizás 20, pero íbamos a beber”.
A estas alturas, tras 30 años de carrera, Los Enemigos son uno de los emblemas del rock en Madrid. Se oyó hablar de ellos por primera vez en 1985, cuando ganaron el Villa de Madrid. Demasiado rockeros para la Movida se convirtieron en emblema de algo denominado “Sonido Malasaña”. En aquel momento esa zona del centro no era para nada el emblema de la modernidad que es hoy, sino un reducto del rock‘n’roll, en el que los rockeros compartían espacio con otras especies marginales. “Yo nunca supe muy bien qué era eso del sonido Malasaña. Era nuestro barrio. Era más peligroso, pero más libre. No existían horarios de cierre ni nada que se le pareciera”, recuerda Fino Oyonarte, bajista del grupo, que hoy además es el director de una pequeña editorial dedicada a publicar libros sobre música.
Siempre más respetados que comerciales, en 2002 deciden disolverse. “En realidad fue una estrategia para ver si nos salían más conciertos”, suelta Josele, en broma ¿o no? “Lo que está claro es que es más difícil largarse si te reclaman. Mira a U2 que no se van ni a tiros. Si no les fuera tan bien, no creo que estarían aquí”.
El culto de Los Enemigos fue creciendo tras su separación. “Estuvimos 10 años sin vernos. Hombre, nos cruzábamos, pero los cuatro juntos, nunca. Y según pasaba el tiempo nos iban proponiendo cosas. Un día”, explica Fino, “le dije a Josele: ‘me están haciendo ofertas’. Y él contestó: ‘y a mí’. Quedamos para comer, en casa de Manolo [segundo guitarrista del grupo] y así empezó todo”.
Por eso regresaron por demanda popular. “Volvimos para un solo concierto en Logroño. Pero empezaron a salir más bolos, sonábamos bien, la gente respondía —sobre todo eso— y no encontramos un motivo para dejarlo. Y a los dos años, pensé: ‘coño, habrá que grabar algo nuevo’, porque esto ya no es una reunión, es una etapa. Y hay que dejar constancia”.
La grabación empezó en diciembre, pero el pólipo de Josele se interpuso y se produjo la parada de seis meses que acaba hoy. “Le operaron y le esperamos hasta que se recuperó. Tiene la voz de puta madre. Mejor que nunca”, explica Fino.
Y por qué titularlo Vida inteligente? “Está de moda ser inteligente y eso”, dice Josele. Todo es inteligente: los teléfonos, las casas... No nos identificamos mucho y me da la impresión de que lo que hay es mucho listo, pero oye... lo mismo se nos pega algo, que nunca viene mal”.
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