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Atrapado por la luz y el color

El Museo Carmen Thyssen de Málaga reivindica la obra de Darío de Regoyos, referente del impresionismo español

'La Concha, nocturno' (1906), obra de Darío de Regoyos.
'La Concha, nocturno' (1906), obra de Darío de Regoyos.

Inconformista, cosmopolita, innovador… Así define el experto Juan San Nicolás a Darío de Regoyos (1857-1913), una figura clave en la modernización del arte español y al que el Museo Carmen Thyssen de Málaga dedica la exposición Darío de Regoyos. La aventura impresionista, que reúne 61 obras que invitan al visitante a sumergirse en la luz y el color de los paisajes del máximo representante del impresionismo español.

La muestra abarca la trayectoria de uno de los pintores españoles más importantes de finales del siglo XIX. Formado en Bruselas, el artista asturiano supo acercar la modernidad europea a España. Discípulo en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, como Beruete, Riancho, Morera, Lhardy y otros excelentes paisajistas españoles de fines del siglo XIX y del hispano-flamenco Carlos de Haes, Darío de Regoyos completó su formación en Bruselas, donde se instaló en 1879, integrándose plenamente en la activa y fascinante vanguardia belga. Esta dilatada estancia de De Regoyos en la Bruselas de las dos últimas décadas del XIX, no sólo le permitió asistir en directo al desarrollo de las corrientes posimpresionistas, sino establecer un nexo entre ellas y España.

Viajero incansable, su cosmopolitismo fue una auténtica correa de transmisión de la modernidad. Este afán por descubrir vino marcado por su “carácter rebelde”, según indica San Juan, comisario de la muestra. “Él no quería estar sometido a la Historia del Arte español ni a su normativa, basada en el estilo clásico. Él deseaba ser libre”, añade.

La muestra ilustra el papel del artista como puente entre las vanguardias europeas y la España del siglo XX

Esta inquietud llevó a codearse con las vanguardias de finales del siglo XIX en Londres, París o Bruselas. No solo viajó por la moderna Europa, sino que también recorrió España en compañía de muchos de los mejores artistas y escritores belgas. De estos viajes hay uno especial: el que llevó a cabo en 1888 con Emile Verhaeren, fruto del cual surgió el libro de La España negra.

Esta obra conjunta tuvo consecuencias trascendentales dentro y fuera del país. En ella, De Regoyos obvia los tópicos nacionales, como el folclore, las corridas de toros o las mantillas y refleja otra España bien distinta, más sombría. “Él pensaba en que había otra España; otro ambiente que representa el dolor, el silencio, la tristeza, el sufrimiento, la espiritualidad, la tradición familiar...”, apunta San Nicolás.

Darío de Regoyos fue uno de los pocos artistas españoles que adoptó las teorías impresionistas y que, a pesar de la incomprensión de una parte de la crítica, se mantuvo fiel a ellas a lo largo de toda su carrera. “Paisajista, impresionista y puntillista. En la tradicional España, eso le perjudicó mucho”, asegura San Nicolás, que califica a De Regoyos de pintor “único” al que se le relegó al olvido por romper con la ortodoxia.

'El tajo de Ronda', de Darío de Regoyos.
'El tajo de Ronda', de Darío de Regoyos.

La exposición, realizada en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Museo Thyssen-Bornemisza y que estará expuesta hasta el 13 de octubre, se divide en cinco etapas, desde sus años de formación hasta su muerte, en Barcelona en 1913.

De los primeros años se exhiben obras como Plaza en Segovia (1882) o Granada (1883), óleos en los que se dejó seducir por una pintura en ocasiones algo sombría, pero siempre interesada por los efectos lumínicos. En España negra se recogen numerosos óleos, pasteles, acuarelas y dibujos a este mismo tema, que hasta comienzos de siglo alternó con la producción de paisajes luminosos y de técnica impresionista. Víctimas de la fiesta (1894) y Viernes Santo en Castilla (1904) son, con su crudo simbolismo, obras paradigmáticas de este momento.

El capítulo titulado Divisionismo se centra en su interés por el neoimpresionismo, o divisionismo, tras conocer en París y Bruselas a Seurat, Signac y Pissarro. Las redes (1893) es una obra maestra de este periodo, que fue breve, entre 1892 y 1894, debido a que esta nueva técnica le impedía pintar al aire libre.

Llegados al periodo del Impresionismo, se exhiben obras como Lumière électrique (1901) o La Concha, nocturno (1906) donde se aprecia la intensa investigación que De Regoyos hizo sobre la luz y el color en sus distintas gradaciones y matices. Fiel a las propuestas impresionistas, que conoció directamente en Bélgica y París, quiso expresar en sus obras la impresión inmediata que produce la apariencia de las cosas. Para ello adoptó la paleta clara y una técnica a base de pequeños toques de pincel, rápidos y cortantes. La muestra se cierra con varios paisajes de comarcas catalanas y vistas urbanas de la ciudad de Barcelona, donde murió prematuramente de un cáncer con 56 años.

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