Ese loco pelirrojo de los tambores
Dentro de Ginger Baker, el batería más brillante y salvaje del rock de los sesenta, siempre hubo un 'jazzman'. Hoy lo demuestra en el Teatro Lara.
El más libérrimo de los músicos sabe recurrir al tópico: “Una banda es tan buena como su batería; si suena bien, el resto, también”. Lo dice Peter Ginger Baker (Lewisham, Londres, 1939), eterno as de las baquetas de apodo tan rojizo como antes su cabello. Y lo suyo va más allá de simple amor por el gremio: “Eric Clapton [su excompañero en grupos legendarios como Cream o Blind Faith] no miente cuando asegura que yo juego en otra liga. Sé tocar el instrumento”.
También compositor y líder de sucesivas formaciones, Baker se planta hoy en el Teatro Lara al frente del cuarteto Ginger Baker's Jazz Confusion. Aunque ni siquiera recuerda si ha tocado alguna otra vez aquí. No olviden que era el artista con menos probabilidades de sobrevivir a los sesenta, según una vieja encuesta.
Lleva mucho tiempo limpio de un precoz y pertinaz enganche a la heroína: “Finalmente lo logré en 1981, dedicado en Italia al cultivo de aceitunas”. Aunque su susurro refleja los achaques respiratorios que padece: “No ofrezco conciertos tan largos como antes, pero sí de calidad”.
La base de su show madrileño corresponderá al notable y reciente Why?, disco de jazz en el que retoma piezas de distintos puntos de su carrera para bordarlas sin olor a refrito. Solo una, la que titula el álbum, firmada por él, es totalmente nueva. “La inspira la montaña rusa de mi vida, ese tocar fondo y volverme a levantar una y otra vez”.
Trayectoria que refleja el documental Beware of Mr. Baker (2012), premiado en el festival South By Southwest. Su perfil chaveta, tendente a lo arisco y salvaje, también queda claro: hasta aparece golpeando con su bastón en la cara al director, Jay Bulger. “Me estaba poniendo de los nervios, pidiéndome demasiadas cosas para la cámara. Hay partes del filme que me gustan mucho, otras me parecen horribles”.
El último giro ha consistido en dejar atrás su residencia en Sudáfrica tras padecer una estafa. Y ahora reside en el condado inglés de Kent: “Añoraba no estar rodeado de grandes músicos”, bromea Baker, pues su banda actual incluye a su compatriota Alec Dankworth (“el mejor bajista con el que he trabajado”), además de al estadounidense Pee Wee Ellis al saxo (exdirector musical de James Brown y Van Morrison) y al percusionista ghanés Abass Dodoo. Aunque ha publicado discos junto a grandes del jazz como Charlie Haden y Bill Frisell y tocado hasta en los PIL del icono punk John Lydon se le conoce más su vínculo con el continente negro: “Ya en 1960 me introduje en la percusión africana. A principios de los setenta pude me instalé en Nigeria, donde creé un estudio de grabación”. Y sus colaboraciones con Fela Kuti merecen propio capítulo: “Le conocí en Londres, cuando él era trompetista. Un grande, pero subrayaría su sentido del humor”.
En el nuevo álbum de Baker figura otro corte con su rúbrica, Cyril Davies, en tributo al impulsor, junto a Alexis Korner, de la escena blues británica en los sesenta. “Yo empecé tocando modern jazz, que no daba dinero. Y en 1962, Cyril y yo decidimos abrazar la senda, digamos, comercial. Era una mezcla de jazz y de blues”. Baker sustituyó a Charlie Watts tras los cimbales de los Blues Incorporated de Korner: “Y luego le sugerí ingresar en los Rolling Stones. Casi se puede decir que fui su primer batería. Mick Jagger era un protegido de Alexis Korner, y yo solía unirme a él y a Brian Jones para un par de números en los intervalos”.
Pese a ser considerado el primer baterista superestrella del rock, Baker abomina del género. “Odio el rock; En realidad ni Cream ni Blind Faith hacían rock”. Y se burla de los múltiples imitadores de sus largos solos surgidos en el campo del heavy o el rock duro: “Una broma. Antes que con Cream, yo ya los practicaba en The Graham Bond Organisation”. Y ejercía, pese al nombre, como verdadero líder de dicho combo de jazz y R&B: “A Graham no le quedaba otra que aceptarlo. Era un buen músico, pero estaba muy loco y llevaba fatal nuestras finanzas”.
Baker hasta determinó la expulsión del bajista Jack Bruce, después compinche de él y Clapton, por empeño de este, en Cream. El trío entregó cuatro discos en sus apenas dos años de vida (66-68) y se disolvió por el estrés del éxito y las tensiones en la sección rítmica. “Jack boicoteó con su forma de ser la magia de nuestra reunión en 2005 [hubo otra, también fugaz, en 1993]. Tras el Royal Albert Hall, sacó a relucir su Mr. Hyde en el bolo neoyorquino. Por eso solo hicimos dos” Blind Faith, la entente de Baker y Clapton con Steve Winwood, solo duró unos meses y un álbum. “Quizás era el destino de los supergrupos de la época” concluye.
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