La edad del espíritu
El maestro de la canción popular brasileña se reinventa como rockero psicodélico con un resultado a la altura de su leyenda
La edad es un factor biológico inapelable, el cómputo de la degeneración celular, esa trágica cuenta atrás que ha obsesionado al ser humano desde que cobró conciencia de sí mismo. Pero la edad de un hombre no tiene por qué coincidir con la de su espíritu. Nos moriremos todos, sin duda, pero hay quien sabe apurar cada bocanada de vida con el ímpetu de un chaval. Picasso era un joven nonagenario el día de su despedida y Caetano Veloso es un muchachito del 42 que anoche retozó por el suelo del Price (Homem), se desabotonó la camisa con coquetería legítima (De noite na cama) y, sobre todo, lideró durante hora y media un cuarteto de rock psicodélico como si el Soho londinense y el estado de Bahía estuvieran a un par de manzanas de distancia.
Los tres párvulos acompañantes de Caetano podrían ser casi sus nietos, pero han redimensionado la escritura del jefe con resultados fascinantes. El autor de Desde que o samba é samba prescinde de sus cuatro décadas de escritura admirada para embarcarse en una trilogía rockera (Cê, Zii e Zie, Abraçaço) que deja en paños menores a muchas bandas juveniles. Clásicos como Escapulário o Alguem cantando sonaron ayer como pinceladas fugaces, casi furtivas, aunque alguna voz entre el público suspirara: “Estas son las canciones”. Pero Veloso es ahora, en otras palabras, más de Sánchez-Arévalo que de Almodóvar, aunque el manchego se dejara ver por el graderío.
No es un lifting lo del brasileño, no es la rebeldía estéril de un artista en edad de jubilación. Anoche asistimos a la reinvención de un creador tan pletórico y poliédrico como su amigo David Byrne, con el que comparte pasión por las camisas blancas. Pedro Sá contribuye a la causa con unas guitarras solemnes, saturadas y lisérgicas, sobre todo en ese bellísimo sollozo desconsolado que lleva por título Estou triste. Pero para falsete emotivo y a capela, ya en los bises, el de la Tonada de la luna llena. Vienen pisando fuerte estos jovencitos brillantes de 71 años.
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