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La última prueba para las municipales

Cada uno de los partidos vascos tiene su particular examen en estas elecciones del 25. La alta abstención, una constante cuando se eligen a eurodiputados

Las elecciones europeas no levantan pasión en Euskadi y este domingo, tampoco. La abstención se ha apoderado más por desafecto que por hastío de este tipo de comicios con la única excepción, eso sí, de las primeras, celebradas en 1987, que provocaron el interés político del 67,29 % del censo. Ahora mismo, en cambio, todos los partidos temen que la abstención llegue al abismo democrático del 60%, una cota que podría comprometer la expresión democrática.

Bajo cotas tan endebles de participación, la mayoría de los partidos temen por su suerte y de manera especial, los mayoritarios. Euskadi no es ajena a esta radiografía de situación, advertía en la recta final de la campaña por más de uno de los candidatos. Además, una elevada abstención —que se prevé— alentaría las posiciones del euroescepticismo y comprometería en exceso la consistencia del modelo de actuación de las fuerzas tradicionales, vivamente cuestionado en estos comicios.

Pero tampoco este gesto refractario con las urnas europeas sorprendería en Euskadi. En las elecciones de 2009, la abstención alcanzó el 58,77% del censo vasco y tampoco se hicieron lecturas especialmente alarmantes. Incluso, ahí estaba el precedente reciente de 2004 donde no se alcanzó siquiera el 45% de la participación.

No obstante, en las últimas semanas toma cuerpo la sensación de que una alta abstención en el 25-M sería interpretada como la conclusión inmediata de que los votantes siguen sin ver a las instituciones de la Unión Europea como un garante para enfrentarse a una estricta política de austeridad dictada por los mercados financieros y ejemplificada por Alemania.

EH Bildu consideraría un triunfo sacar un eurodiputado aunque el PNV gane por votos

Como reacción, partidos como PSOE y PP, más allá del prolongado debate mantenido en la recta final de la campaña sobre el machismo del candidato Miguel Arias Cañete, se han apresurado a articular sus mensajes en el debate electoral sobre el modelo económico a seguir.

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Pero en Euskadi el derecho a decidir y la vía para conseguir la presencia del pueblo vasco en Europa han volteado el argumentario electoral de los grupos mayoritarios. En realidad, se han limitado a adelantarán el argumentario que inundará, sin duda, las próximas elecciones vascas —las municipales y forales, en 2015—, el auténtico pulso a corto plazo. De hecho, todos los partidos con representación en el Parlamento vasco asumen que los resultados del 25-M, más allá de la inmediata interpretación de que corresponden al ámbito europeo, no podrán sustraerse al análisis autonómico.

Cada una de las formaciones entiende este paso por las urnas del Parlamento europeo como el examen de su particular materia, aunque es indudable que la baja participación que se espera este domingo distorsionará con creces una lectura ambiciosa de los resultados de cara a la situación real de los partidos y a su suerte en próximas elecciones.

Así, el pulso por la primera fuerza que empieza a ser tradicional entre PNV y la izquierda abertzale vuelve a reeditarse. En la campaña se han cruzado mensajes descalificadores sobre la solvencia de su capacidad de gestión y el antagonismo de sus respectivos modelos económicos, simplemente a modo de indicio de la guerra implacable que se les augura para 2015 y de manera especial en Gipuzkoa.

EB Bildu basa la razón de su campaña electoral en la consecución de un escaño en Europa. Si lo obtuviera, y más allá de una victoria del PNV en el número de votos, el resultado de la coalición abertzale sería un indudable éxito porque ha afrontado en solitario un reto de circunscripción única después de haberse visto excluida de una candidatura más atrayente junto a ERC.

Ante semejante posibilidad, albergada siempre con la misma dosis de cautela que de esperanza entre los principales dirigentes de EH Bildu, el PNV entiende que una victoria sin sombras pasa por la consolidación al alza de sus últimos resultados. En su caso, la renovación del escaño de su candidata Izaskun Bilbao está garantizada de entrada —es la número dos de la lista que encabeza CiU, a la que atribuyen tres eurodiputados— y la reválida pasaría por evitar una factura al primer tercio de legislatura del Gobierno Urkullu.

Consciente posiblemente de este reto, el lehendakari ha desplegado una reconocida actividad electoral durante la campaña de Izaskun Bilbao, al igual que Andoni Ortuzar, presidente del EBB. Y en sus mensajes no ha escondido su apuesta soberanista en un contexto como el de la construcción europea que le ha resultado muy favorable.

Frente a esta permanente apuesta nacionalista, que sin duda alcanzará su punto álgido en las próximas convocatorias a las urnas en Euskadi, socialistas y populares se han visto obligados a compartir un dique de contención. En el empeño se ha visto mucho más cómodo a Carlos Iturgaiz, habituado a este tipo de reacciones porque fundamenta su discurso político, aunque Maite Pagazaurtundua en su estreno con UPyD ha compartido la dureza de los argumentos y especial en relación a ETA.

Ha sido la apuesta del PP vasco a la que se ha adherido con entusiasmo Arantza Quiroga evidenciando un fácil entendimiento con Iturgaiz, que se había echado en falta durante el liderazgo de Antonio Basagoiti. Sobre esta base Quiroga encara su primer examen electoral como presidenta de los populares vascos, aunque el ámbito del 25-M hará complicada una traslación indicativa sobre el balance de su mandato tras el enojoso congreso de San Sebastián.

Otro tanto le ocurrirá a Patxi López. El líder de los socialistas vascos mirará esta noche con especial atención los resultados de su partido a nivel general. El exlehendakari sabe que un tropiezo de Elena Valenciano avivaría las tensiones internas para agilizar el proceso de primarias en el PSOE, en donde se le sitúa sobre todo después de su interminable agenda de esta campaña europea fuera del País Vasco. No obstante, como admiten con ironía desde el PNV, López tuvo tiempo para participar en el mitin de Barakaldo coincidiendo con la filtración interesada de unas palabras grabadas hace un año al alcalde nacionalista de Sestao, Josu Bergara, y en las que evidenciaba su rechazo a cinco familias de inmigrantes que han supuesto un quebradero de cabeza para su partido.

Hasta el escándalo de Cañete, los socialistas vascos temían que, de nuevo, una elevada abstención les propiciara otra bofetada electoral como la encajada en las tres últimas convocatorias. Sin embargo, la reacción detectada entre sus bases por el efecto del machismo, la asistencia de simpatizantes y afiliados a la Fiesta de la Rosa y, sobre todo, el efecto más reciente del caso Bergara en el marco de la Margen Izquierda han aminorado sus temores iniciales.

En el lado opuesto se sitúan, por su parte, candidaturas que fijan sus opciones en base al desgaste precisamente de los mayoritarios, como ocurre con Ezker Anitza en relación al PSOE. La proyección estatal de Izquierda Unida alienta de paso sus opciones en Euskadi hasta el punto de que todos los sondeos electorales coinciden en asegurar su regreso al Parlamento de Vitoria. Su prueba definitiva también será en las municipales.

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