El joven asesinado en Sant Adrià es el rapero dominicano Monkey Black
Los Mossos buscan a los dos presuntos autores, que huyeron tras la agresión
“Yo soy rapero, soy un artista urbano”, dice en una entrevista colgada en Youtube el joven Leonardo Michael Flores Ozuna, más conocido como Monkey Black. Sonríe mucho, y bromea sobre su fama y su éxito con las mujeres. La noche del miércoles, Monkey Black, un famoso rapero dominicano de 27 años, fue asesinado tras una disputa en un bar de un barrio conflictivo de Sant Adrià del Besòs (Barcelona), donde vivía. Recibió al menos dos cuchilladas, una en el tórax y otra en el costado, que le costaron la vida. Los Mossos d’Esquadra buscan a dos hombres, que huyeron del local, dejándose un móvil, y sus copas sin acabar.
La muerte del joven rapero despertó una oleada de solidaridad en las redes sociales. El “artista urbano”, según su propia definición, era un ídolo en su país. E incluso el ministro de Cultura dominicano, José Antonio Rodríguez, lamentó su muerte. El joven debutó con 10 años y en 2006 empezó su carrera profesionalmente, con algún tema conocido como Tienen miedo. El éxito llegó con El sol y la playa, del que hizo un remix con el conocido rapero estadounidense Pitbull.
En 2009, viajó a España, desde donde pretendía internacionalizar su carrera musical. En Barcelona se casó, y continuó grabando algunas canciones. “El 24 de enero de 2012, le entrevisté en su casa y me contó sus proyectos”, recuerda Santiago Matías, de Alofoke, un conocido portal musical dominicano. Pero al año siguiente, el entorno del rapero constató que las cosas no iban por buen camino. “Sabíamos que no estaba haciendo nada, que en Europa estaba perdiendo el tiempo”, cuenta Matías, que en septiembre del año pasado regresó a la ciudad catalana para convencerle de que volviese a su país, a recuperar el éxito y la fama. Los altercados y las disputas, por su carácter “desenfrenado”, le estaban pasando factura. En febrero, le detuvo la Guardia Urbana de Badalona, por disturbios en la calle. Poco después, le echaron de una conocida discoteca de la ciudad, donde montó un espectáculo. “Nos temíamos lo peor, pensábamos que iba a acabar mal”, explicó ayer Matías. El rapero además vivía una época personal complicada, se había divorciado, y no tenía familiares cerca. Pero seguía sin querer regresar a su país, a pesar de que incluso le pagaron billetes de vuelta.
El miércoles, Monkey Black estaba en el bar Aparkao. Allí discutió con dos hombres, de etnia gitana, por motivos que todavía no están claros. “Le vi salir con la espalda ensangrentada”, contó ayer una de las dueñas del local. Monkey Black apenas tuvo fuerzas para caminar unos metros. Intentó entrar en otro bar a pedir ayuda, pero se desplomó. Los agresores huyeron. “Todos saben quiénes son, o se entregan o iremos a por ellos”, amenazaron dos amigos de la víctima. Matías lamentó el temido y augurado final: “Era un talento, que intentó buscar una vida mejor en España”.
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