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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una alcaldesa con ambiciones

La solución por la que optó Mercedes Alonso fue acudir a la iniciativa privada.

Asistí la otra tarde a la conferencia de Mercedes Alonso en el Club Información, porque deseaba escuchar lo que esta mujer iba a contarnos sobre su ciudad. La alcaldesa de Elche no me defraudó. Quiero decir que Mercedes Alonso no habló tanto de Elche como de sí misma. ¿No era esto lo que cabía esperar de quien se ha lanzado a una vertiginosa campaña de autopromoción? Al término de la charla, todos los prejuicios con los que había acudido a escucharla, se habían transformado en sólidos juicios. Naturalmente que Alonso se refirió a Elche durante su exposición, pero la habilidad de esta mujer para presentar como propio cualquier hecho —por nimio que este sea— es tal que uno acaba por no saber donde comienza Mercedes Alonso y donde termina la ciudad.

Aún es pronto para saber si Alonso es una política de largo recorrido, como algunos auguran. De lo que no cabe duda es de que posee una ambición formidable. No tengo nada en contra de la ambición, que considero una cualidad en el político. Ahora, para que esa propiedad fructifique y se convierta en votos debe ir acompañada por obras. Cual sea la calidad de esas obras no tiene demasiada importancia; al menos, entre nosotros. Buena parte de los proyectos que emprendió Eduardo Zaplana al frente de la Generalidad acabaron en fracaso, lo que no le impidió a este hombre alcanzar un ministerio en el Gobierno de la nación. Lo importante en política no es tanto la realidad como su percepción.

Cuando Mercedes Alonso llegó a la alcaldía de Elche encontró un Ayuntamiento endeudado. Alejandro Soler, el anterior alcalde, había manejado el presupuesto con alegría. Sin ser un despilfarrador, ni mucho menos, Soler se contagió del clima de euforia que imperaba en el país aquellos días. Ante la situación, Alonso tenía dos opciones: una, era optar por un control estricto del gasto; otra, buscar el dinero allá donde estuviera, lo que suponía acudir a los empresarios. De haber optado por la primera, es probable que hubiera encauzado las cuentas hasta llevarlas a buen puerto, porque es persona de carácter. Pero dudo que la mayoría de los ilicitanos hubiera aplaudido la medida. Alonso no habría podido iniciar ningún proyecto, y eso era algo que no podía permitirse si deseaba mantener sus aspiraciones. Aunque sea un excelente administrador, un alcalde que no invierte nunca es bien acogido.

La solución por la que optó Mercedes Alonso fue acudir a la iniciativa privada. Gracias a ella, ha podido poner en marcha diversas obras que la alcaldesa —una excelente propagandista de su tarea— se encarga a diario de airear. Un campo de golf, una ciudad deportiva o un nuevo mercado central, son algunos de los negocios que ha comenzado a desarrollar. Digo negocios porque me parece que esta es la palabra más adecuada para definir los proyectos en los que Alonso ha embarcado a la ciudad. A primera vista, el asunto es sencillo: los empresarios arriesgan su dinero —al menos, eso esperamos—, y el Ayuntamiento les cede a cambio suelo municipal. La oposición protesta ante estos hechos, mientras Mercedes Alonso afirma que los ilicitanos son los grandes beneficiarios de la operación. No diré que se trate de un juicio temerario, pero sin duda es un juicio prematuro: necesitaremos algunos años para conocer el resultado de estas operaciones. Por el momento, la realidad es que los colegios ilicitanos tendrán 17 barracones el próximo curso, lo que supone uno más que el actual, si no estoy equivocado.

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