Radiografía de 67,8 toneladas de hachís
Eloy Velasco relata en un auto cómo funcionaban los traficantes a los que se le incautó en Córdoba y Sevilla el mayor alijo de la historia de España
Antonio M. R. cruzó la puerta de la nave industrial para recoger una carretilla mecánica pero, en vez de eso, encontró una pistola en la sien. Tras la puerta, camuflado por la chapa y la sombra, alguien le encañonó. Tras obligarle a tirarse al suelo, le amordazó y le vendó los ojos. Pero antes de quedar ciego, el empleado vio a otras dos personas que, maniatadas como él, estaban siendo golpeadas por otro tipo, también armado. Aquella escena ocurrió el 3 de mayo de 2013 en el número 50 de la avenida Apreama del polígono industrial de la Amargacena, en Córdoba. Y fue el inicio de la mayor aprehensión policial de hachís en España y una de las mayores en Europa: 67,8 toneladas de droga escondidas en distintos almacenes de Córdoba y Sevilla.
El auto de procesamiento del magistrado del Juzgado de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, comienza con esta escena. Sus 16 páginas sirven para radiografiar el funcionamiento de una red de traficantes asentada en Sevilla y que camuflada por un tapiz de empresas de transporte, importación y exportación de frutas, usaban Córdoba como nodo de comunicaciones para transportar la droga entre Marruecos, España y Europa. Una organización criminal que, según el juez, vivió disfrutando de coches de alta gama, buenas casas y ropa cara, pero que acabó descalabrada cuando una banda rival trató de robarle la mercancía de hachís acumulada en el polígono cordobés. Un efecto en cadena que llevó a la detención de prácticamente todos los integrantes de la trama, a excepción de su líder, José Luis Herrera Rosso, que se fugó y sigue desaparecido.
Herrera Rosso era uno de los dos hombres a los que Antonio M. R. vio cómo le estaban pegando en la nave. Tras el apaleo —y una vez que los agresores se habían marchado— Herrera Rosso y la otra persona golpeada, Antonio Torres, desataron al empleado y salieron de allí. Mientras este llamaba a la policía, lo primero que hicieron los dos traficantes fue avisar por teléfono a Francisco Javier, el hermano del jefe. “Nos han robado, ve a la nave y vigila”, le dijo. El hermano se montó en un Peugot 207 y fue con José Manuel Nogueras, lugarteniente y hombre de total confianza de José Luis Herrera Rosso, al almacén asaltado. Allí se encontraron con que los agentes de Patrimonio de la Comisaría de Córdoba ya estaban en la nave vacía, rastreando restos de embalaje y empezando a sospechar que aquello no era un simple robo.
Sin saber bien qué había ocurrido, los agentes no detuvieron a los dos narcos en ese momento. Además, los policías se enteraron de que acababa de producirse un segundo asalto —esta vez frustrado— con un coche de alta gama contra otra nave cercana, la número 6 de la misma calle. Y fue allí donde la policía encontró uno de los mayores alijos de la historia: 52 toneladas de hachís perfectamente ordenadas en 35 cajas de madera y 19 de cartón listas para el transporte. Aquel coche, un Ssangyong modelo Rexton de color gris, apareció abandonado al día siguiente. Pertenecía a Josefa Hervás, esposa de Antonio Torres. Tanto el jefe de la banda, José Luis Herrera como Torres habían viajado en el mismo desde Sevilla a Córdoba, pero el auto no aclara quién estaba al volante el día 3 de mayo, cuando trataron de reventar la nave número 6. En todo caso, en su interior se encontraron las llaves de otros dos almacenes: el del número 16 de la avenida de la Torrecilla, donde se decomisaron 11,6 toneladas de hachís; y el de la calle Juan de la Cierva, 24, de Córdoba, con 291,5 kilos de esta droga. Además, había llaves de almacenes en Granada, ciudad a la que planeaba trasladarse la banda, según el juez.
Tras pasar unas horas en un piso franco de Córdoba, Antonio Torres y su jefe emprendieron de nuevo la huida, pero esta vez por separado. El primero fue detenido el 5 de mayo, junto a Juan Manuel Nogueras en una casa de la Aldea del Rocío, en Huelva. José Luis Herrera Rosso sigue en paradero desconocido. El resto de la banda fue cayendo en cadena: el hermano del jefe, Francisco Javier, el testaferro y hombre legal de la organización, Oliver Fernández Rosales
, la esposa de Torres, Josefa Hervás, Francisco Javier Granado, encargado del mantenimiento y logística de las naves, y José Luis Gullón, responsable de seguridad y al que se le incautaron en su casa de Alcalá de Guadaira dos escopetas, un rifle y abundante munición de armas cortas de 9 milímetros. En el mismo municipio, la policía aprehendió otras 3 toneladas de hachís en una nave a nombre de Antonio Torres, completando así las 67,8 toneladas de droga, uno de los mayores alijos de la historia.
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