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rhythm and blues | Georgie Fame
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esto no es un concierto. Es una lección

El concierto del británico fue un abrumador catálogo de palabras mayores

Georgie Fame, durante su concierto del jueves en Madrid.
Georgie Fame, durante su concierto del jueves en Madrid.JAIME MASSIEU

Con un caballero como Georgie Fame hablándonos desde un extremo del escenario (voz pausada, impecable dicción británica, sorna gozosa) solo cabe contener la respiración, por aquello de no perder ripio; disfrutar del momento, nada frecuente, y tomar buena nota de cuanto acontezca. No ya para testimoniarlo en una simple columna, sino por si una ínfima parte de tanta sabiduría acabara diseminándose por el patio de butacas. Fame no ofrece un concierto al uso, la sucesión de interpretaciones más o menos talentosas. Lo de anoche fue una lección magistral para la que no habría créditos suficientes en ninguna titulación universitaria al uso.

Georgie tiene 70 años (lo anunció nada más asomar por el escenario del Teatro Lara, para que ahorrásemos en tarifa de datos) y un pelo blanquísimo. Pero las canas carecen de valor intrínseco: son una pérdida de pigmentación, una vulgar degeneración biológica. Las suyas se antojan venerables por lo que sugieren: un halo de leyenda. Alguien debería registrar y transcribir conciertos como el de ayer para su memorización concienzuda. Todo lo que aquí contemos será un burdo resumen incompleto de lo sucedido en la Corredera Baja.

Músico de renombre solo relativo, pese al absurdo Fame que le endosaron como apellido artístico, el de Leigh hace gemir su venerable órgano Hammond en un recorrido por la música negra (en genética o espíritu) de los años sesenta. Repasa a sus compañeros de camino, maestros o discípulos, y nos enfrentamos a un abrumador catálogo de palabras mayores: Gene Vincent, Eddie Cochran, Ray Charles, Mose Allison, Steve Winwood, Floyd Dixon… Al recorrido por éxitos propios y ajenos se le suma un continuo talante travieso: para I got a woman escoge como preámbulo A whiter shade of pale, de Procol Harum; en mitad de The point of no return (Carole King) puede sonar El pájaro loco e incluso Georgia on my mind incluye una pedagógica explicación sobre las diferentes introducciones que ha conocido a lo largo de la historia. El clásico de Hoagy Carmichael sirve para avalar a Fame como un hombre pletórico. En lo interpretativo, con una voz entera, amplia y enriquecida en mil vericuetos; y hasta en lo físico, a juzgar por el bailecito que se marcó al dictado del batería Ralph Salmis.

El cantante y organista legó anécdotas impagables: la pasión del propio Carmichael por el escocés de 12 años, y no digamos cierto vuelo a Estocolmo en el mismo avión que Roger Moore, al que esperaba una comitiva de rubias despampanantes. Fame seguía viajando en clase turista, pese a que Yeh yeh había llegado al primer puesto de las listas. Después de su comparecencia de anoche, habrá que concederle un nuevo y simbólico número uno.

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