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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Salvados por el coro

Rafael Frühbeck tiene una concepción de la obra de hace cincuenta años

El ciclo de conciertos Ibercamera celebra sus treinta años de existencia. La conmemoración, iniciada en octubre pasado con la presentación de una nueva orquesta llamada Da Camera que ya está empezando a contratar actuaciones, prosiguió esta semana con un gran concierto sinfónico-coral protagonizado por un nuevo coro, el Cor Ibercamera, formado por la suma del Cor Madrigal el Cor Lieder Càmera i la Polifónica de Puig-Reig. El encargo de conjuntar y preparar este macro-coro recayó en Mireia Barrera, ex-directora del Coro Nacional de España y nuestra mejor experta en asuntos corales. La dirección musical fue confiada al veterano Rafael Frühbeck de Burgos al frente de la orquesta cuya titularidad ostenta en este momento, la Orquesta Sinfónica Nacional de Dinamarca. El objetivo, ambicioso: poner un pie una “Novena” de Beethoven con todos sus valores conmemorativos y simbólicos asociados.

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL DE DINAMARCA

Cor Ibercamera (Cor Madrigal, Cor Lieder Càmera, Polifònica de Puig-Reig) preparado por Mireia Barrera. Rafael Frühbeck de Burgos, director. Obras de Beethoven. Temporada de conciertos Ibercámera. Auditori. Sala Pau Casals.Barcelona, 28 de enero.

El concierto empezó flojo y fue empeorando. En la Octava de Beethoven, que iba de telonera de la Novena, la orquesta resultó decepcionante, con un sonido poco cuidado y con tendencia a desequilibrarse. Rafael Frühbeck tampoco entusiasmaba, tiene una concepción de la obra de hace cincuenta años, lo cual, teniendo en cuenta que la obra fue estrenada en 1814, no tiene porque ser ningún problema. El problema estaba en el fraseo: rutinario, al por mayor, plano.

Empezó la Novena y aquello no remontaba. Navegaba el concierto hacia el naufragio en la mediocridad cuando llegó la célebre parte coral. En consonancia con la concepción de la obra de Frühbeck, lo que teníamos delante era un coro-apisonadora de 125 voces que, teniendo en cuenta como estaba yendo todo, se podía convertir fácilmente en una horda horrísona.

Mireia Barrera, sin embargo, había hecho un buen trabajo, un magnífico trabajo y la apisonadora nos aplastó, pero lo hizo bien, conjuntados, con poder, con fuerza, con calidad y seguridad.

Y -¡lo que son las cosas!- todo cambió, el concierto remontó y hasta la orquesta parecía que sonaba mejor. Se obró el esperado milagro de la transubstanciación del sonido en emoción, habitual en la Novena y todo acabó en apoteosis. Bien está lo que bien acaba.

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