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Cambios ineludibles

La igualdad en ésta canina Segunda División consiste en que un equipo en descenso y que gana uno de cada cuatro partidos llega a casa del líder y se pasa casi todo el partido sin que le hagan cosquillas.

“Si esto fuera Argentina seríamos campeones del Apertura”, dice Lendoiro. El Deportivo es el menos vulgar entre vulgares, líder tras la primera vuelta de una categoría en la que estuvo a punto de no salir a competir, así que tampoco es cuestión de minusvalorar el esfuerzo realizado por la tercera plantilla mejor pagada de la competición. Tampoco de glorificarlo. Porque problemas todos, pero los modestos son otros, por ejemplo ese Girona en puestos de descenso que se fala para cubrir una ampliación de capital de 300.000 euros, poder pagar la deuda que mantiene con sus futbolistas y acceder a algún refuerzo en la pelea por no bajar a Segunda B. El dato es interesante para dimensionar contra quien compite el Deportivo en el terreno de juego. Lo que para algunos es la vida para otros es calderilla. Así consideran algunos lo que recibirá el club coruñés por el traspaso de Culio, un futbolista que llegó hace cinco meses y se iba a ir dentro de otros cinco. Y el caso es que ese capital abrirá la puerta para alguien que ocupe su lugar y seguramente un par más de refuerzos, justo los que se reclamaban desde agosto y a los que no se podía acceder por carecer de la autorización de la Liga y la administración concursal. Sin Culio hay permiso y dinero.

En todo caso, por más que el mercado esté flaco, no debería de ser complicado atinar con un trío que marque diferencias en una categoría sin ellas. La igualdad en ésta canina Segunda División consiste en que un equipo en descenso y que gana uno de cada cuatro partidos llega a casa del líder y se pasa casi todo el partido sin que le hagan cosquillas. Pero no hay emoción sin capacidad y la gente lo detecta: el sábado pasado Riazor presentaba la peor afluencia de espectadores en bastante tiempo. Como si alguien hubiera arrojado sobre la grada un poderoso narcótico hasta hubo instantes de un extraño sosiego en un coliseo que no se caracteriza por los silencios. Ni el par de arreones finales, más de empuje que de fútbol, desterraron la impresión de que acudir al estadio a ver al Deportivo es más una cuestión de fe y fidelidad que de entretenimiento y diversión. Y no están los tiempos sobrados de fieles como para no cuidarlos.

Por eso y por tantas cosas el Deportivo necesita un segundo aire y no estaría de más agradecer que la bombona de oxígeno está ya dispuesta para ser aplicada: sobran las noticias desde otros sitios para entender que no es complicado que las situaciones se enquisten hasta la asfixia. Sobre el verde es el momento de darle aliento a un equipo que semeja como si hubiese alcanzado un techo y le costase un mundo dar un pequeño paso más allá. Sin gol, sin pase, sin desborde ni liderazgo de mediocampo hacia delante, sostenido sobre el pilar de su entramado defensivo y los resultados alcanzados hasta la fecha, el Deportivo es líder, pero está herido. Ahora debe atinar en unas incorporaciones que además deben asumir que son algo más que retoques. Y esa mutación es imperativa también en los despachos. A estas alturas ya resulta difícil sostener que la continuidad de Lendoiro no hubiera desatado una cascada de acontecimientos devastadores para la pervivencia de la entidad. Con 160 millones por pagar mandan los acreedores y éstos (los que de verdad acumulan un dineral impagado y pueden echar el cierre inmediato sobre el club, no los que firmaron el convenio) quieren nuevos interlocutores. Ni siquiera vale apelar a la complacencia de esos acreedores con otros clubes, por ejemplo con el Celta. El actual escenario es el que es y a él se subió el Deportivo en 2013 y no cinco años atrás porque además, decía su presidente, no quería facilidades sino pagar todo lo que debía.

Cuando se producen desahucios cada día, cuando muchos mayores luchan por recupera los ahorros de toda una vida que les arrebataron de forma torticera e injustificable, cuando se imputa hasta a una infanta, resulta complicado defender un trato preferencial por más que hace años lo hubiera con otros y sí adecuado plantearte que quizás hayas llegado tarde a la fiesta porque estabas en otra. Ocurre además que los accionistas, propietarios del club, también entienden que ese cambio debe suceder y ocurre, sobre todo, que para fortuna del Deportivo hay tres candidaturas de extracción local que se ofrecen a gestionar la herencia de un club que debe 160 millones y juega en Segunda División con un plantel manifiestamente mejorable. Una de esa candidaturas, la que parece que dispone de más apoyos, está compuesta por coruñeses, deportivistas de años de carnet, empresarios de mayor o menor éxito a los que se supone capacidad de interlocución. Está por ver si lo harán bien, mal o peor, si levantarán al club o contribuirán a enterrarlo. Pero ahora que un belga con equipos en media Europa compra el Alcorcón, que en Santander todavía persiguen el rastro del indio Alí o que se empieza a destapar la verdadera faz de los fondos de inversión en el fútbol, conviene ponderar ciertos pedigrís.

 

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