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Un tripartito contra “el tripartito”

La expectativa electoral adversa fuerza al PP a considerar alianzas Los populares criminalizan la opción de los partidos de izquierda

Miquel Alberola
El secretario general del PP valenciano, Serafín Castellano, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, y el vicepresidente del Consell, José Ciscar.
El secretario general del PP valenciano, Serafín Castellano, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, y el vicepresidente del Consell, José Ciscar. MÒNICA TORRES

A falta de agua, el fuego también se combate con fuego. Las expectativas electorales no resultan nada atractivas para el Partido Popular valenciano y con el transcurso del tiempo empeoran. Tras 19 años en el Palau de la Generalitat y con la parrilla de la crisis al rojo vivo, la prospectiva demoscópica pasa factura a los incontables casos de corrupción, a los excesos cometidos y a los radicales ajustes aplicados tras la extenuación de las arcas.

El último sondeo de Metroscopia sobre la intención de voto en la Comunidad Valenciana para EL PAÍS, publicado el pasado 9 de octubre, ratificaba con creces el vuelco electoral aflorado en 2012. El estado de opinión de los valencianos ha consolidado la necesidad de un cambio. Los 44 escaños que obtendría el PP en las Cortes Valencianas quedan muy lejos de los 55 que ostenta. Incluso de los 50 que otorgan la mayoría absoluta. Además, el PP no podría formar gobierno ni con el apoyo de Unión Progreso y Democracia (UPyD), que entraría en las Cortes Valencianas con grupo parlamentario propio (cinco diputados), frente a la posible alianza del PSPV, que obtendría 27 escaños, EU y Compromís, que lograrían 13 cada uno.

Marga Sanz (EU), Ximo Puig (PSPV) y Enric Morera (Compromís).
Marga Sanz (EU), Ximo Puig (PSPV) y Enric Morera (Compromís).CARLES FRANCESC

Pero a medida que la legislatura se adentra en su tramo final (mayo del 2015) y se intensifican los problemas financieros de la Generalitat sin que la proclamada recuperación se sustancie en las economías familiares, el pánico en el partido es mayor. “Nuestras encuestas todavía son peores [que la de Metroscopia]”, admite un alto cargo del PP, “y aún no contemplan el impacto de los líos judiciales pendientes para este nuevo año [casos Cooperación, Fitur, Gürtel, Brugal...]”.

Desde que el PP percibió que se movía el suelo bajo sus pies y que los partidos de izquierda tenían al alcance de la mano la formación de gobierno mediante una alianza, en el Palau de la Generalitat y la calle Quart (principal sede del partido en la Comunidad Valenciana) se puso en marcha una voraz campaña de desgaste contra este hipotético pacto a tres bandas. El argumentario, y los medios de comunicación que lo siguen a pies juntillas, se han ocupado de cargar de sustantividad negativa el vocablo “tripartito” en las declaraciones y los titulares. Y de saturarlo de azufre hasta su criminalización.

El concepto “tripartito” reunía, además de la problemática experiencia de la fórmula llevada a cabo en Cataluña tras la firma del Pacte del Tinell en 2003 (luego extendida en 2006 al Govern d’Entesa), una connotación de catalanidad cuyo potencial erosivo siempre le ha funcionado muy bien al PP valenciano. Se unía una estrepitosa praxis política al fantasma catalán y el PP mataba dos pájaros de un tiro. Este ha sido su discurso oficial hasta la pasada semana, cuando el vicepresidente del Consell y presidente del PP alicantino, José Ciscar, tendió la mano a UPyD y Ciutadans frente a “un tripartito radical y de izquierdas”, una alianza que, sin embargo, conformaría otro “tripartito”, aunque, a diferencia del anterior, en palabras del vicepresidente, aceptaría “postulados” de “defender siempre el interés de la Comunidad Valenciana”.

Ciscar abre una puerta a pactos electorales que Fabra no cierra

En esta entrevista concedida a Efe, Ciscar establecía un antes y un después. Exteriorizaba la situación de vulnerabilidad en la que se halla su partido y que las encuestas que manejan tanto el Gobierno valenciano como el PP refrendan desde hace tiempo. Pese a no moverse de la posición de que “el PP es la única alternativa”, admitía que “el partido estaría dispuesto a pactar con cualquier formación, siempre que se tenga claro cuál es el interés general de la Comunidad Valenciana y qué es lo que quieren los valencianos”. Es decir, ponía en evidencia la necesidad.

La desesperación que transmitió el vicepresidente del Consell era incluso mayor si se considera que las formaciones que integrarían este tripartito de derechas están todavía por coagular. Si bien es cierto que las expectativas de la extraparlamentaria UPyD son firmes en los sondeos (además ha aumentado en un 45% su afiliación en la Comunidad Valenciana desde 2010), la plataforma Movimiento Ciudadano, liderada por el presidente de Ciutadans, Albert Rivera, todavía está explorando vías para presentar la candidatura para las autonómicas y municipales de 2015.

Castellano matiza que el escenario del partido es la mayoría absoluta

Pero más allá de las afinidades obvias con las formaciones a las que abre la puerta Ciscar, existen no pocas barreras de naturaleza, discurso y sistema en este nuevo tripartito, en el que el lastre de la corrupción que arrastra el PP y el temor a la fagocitación de UPyD y Ciutadans (tras la caníbal experiencia de Unión Valenciana) se imponen como factores determinantes. Además, UPyD ha fijado posiciones poco compatibles con el PP, como en el caso del cierre de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV), en el que firmó una iniciativa legislativa con otros cuatro partidos en el Congreso de los Diputados para mantener las emisiones.

Pero la angustia del PP por alcanzar pactos con estas formaciones, una puerta que no cerró el propio Alberto Fabra el viernes en su comparecencia tras el pleno del Consell, no aporta ningún beneficio a la deteriorada marca del partido. El secretario general del PP valenciano, Serafín Castellano, que considera el tripartito de izquierdas “una amenaza para la Comunidad”, ha desplegado su repertorio de matices insistiendo en que el escenario en el que trabaja, en una coyuntura en la que “salen partidos a los que no se conoce ningún proyecto que vender”, es el de “revalidar la mayoría absoluta”. Aunque, llegado el caso, “el PP es un partido de diálogo y de consenso”, como afirmó este sábado en una entrevista concedida a Efe.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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