La fórmula de la Coca-Cola
Qué buen trabajo el de Dugald Bruce-Lockhart en el Teatre Akadèmia. Actor de la Royal Shakespeare Company primero y de la Propeller Theatre Company después —compañía especializada en Shakespeare compuesta solo por hombres y asidua del festival Temporada Alta de Girona con la que protagonizó Henry V, por ejemplo—, Bruce-Lockhart aceptó hace un par de años la invitación de la Fundación Aisge de impartir un taller sobre el bardo en este pequeño teatro que gestiona Mercè Managuerra y su equipo. Por lo visto, en cuanto vio el espacio, en concreto la balconada que sobrevuela un lateral de la sala, pensó que ese era el sitio idóneo para montar la tragedia más popular del dramaturgo más célebre de la literatura universal. Dicho y hecho en cinco semanas. A pesar de contar con actores con poca experiencia en teatro isabelino, el resultado de este Romeu i Julieta es más que digno. Y muy en la línea de los Propeller.
ROMEU I JULIETA.
De William Shakespeare.
Traducción: Miquel Desclot. Versión: Dugald Bruce-Lockhart, Roger Warren. Dirección: Dugald Bruce-Lockhart.
Intérpretes: Òscar Bosch, Emilià Carilla, Helena Font, Sílvia Forns, Toni Mas, Andrea Montero, Guillem Motos, Lluís Olivé, Xesco Pintó, Jordi Robies, Xisco Segura.
Espacio escénico y vestuario: Ricard Prat i Coll. Iluminación: Tito Rueda.
Teatre Akadèmia, Barcelona. Hasta el 12 de enero.
A partir de la traducción de Miquel Desclot, Bruce-Lockhart y Roger Warren, otro habitual de los montajes de la compañía que dirige Edward Hall, han hecho una versión que deja la obra en un par de horas y funciona estupendamente. A la agilidad del verbo se suma el ritmo del montaje, una de las características que define los espectáculos de la compañía británica. Encontramos más elementos marca de la casa con los que los Propeller parecen haber dado con la fórmula de la Coca-Cola teatral en cuanto a Shakespeare se refiere, pues siempre les funcionan y consiguen meterse al público y a la crítica en el bolsillo; esa energía que hacen que la pieza en cuestión sea accesible mientras, por otro lado, siguen siendo rigurosamente fieles al texto.
Los intérpretes han sido capaces de hacerse esos elementos suyos de manera armónica, sin que parezcan forzados o ajenos a sus respectivos papeles. Han incorporado la música en directo y tocan instrumentos de percusión con los que subrayan las acciones o los estados de ánimo de los personajes. El movimiento es constante; las luchas, creíbles, y la distribución espacial de todos ellos, muy equilibrada. Sacan el máximo provecho de la sala y de la balconada, que facilita no solo la famosa escena del balcón, sino la división de los espacios en los que transcurre esta tragedia de ámbito doméstico que acaba con las inocentes vidas de dos adolescentes que nada tienen que ver con el poder o las cuestiones de estado.
El vestuario y la iluminación son acordes al resto. Nada ni nadie desentona. Como suele ocurrir también con los Propeller, en este Romeu i Julieta todos los intérpretes se implican por igual, consiguiendo dar con un espectáculo cohesionado y sólido.
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