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POP | LORI MEYERS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desde Los Ángeles a San Cristóbal

El sexteto granadino emborrona su homenaje al pop español de los sesenta con una abrumadora colección de textos mediocres

Lori Meyers, anoche en su concierto en La Riviera.
Lori Meyers, anoche en su concierto en La Riviera.SAMUEL SÁNCHEZ

Tienen motivos de peso Lori Meyers para sentirse ufanos: tres llenazos consecutivos en La Riviera constituyen un logro al alcance de Vetusta Morla, Love of Lesbian y pocos más. Anoche, segunda entrega de la tanda, no fue una excepción: público joven, ligoteo variado, euforia acorde con esos estribillos para el desafuero. Y está bien que así suceda, porque este mundo plural concede márgenes holgados: El Bulli y las hamburguesas ricas en triglicéridos, Woody Allen y Chuck Norris, George Clooney sorbiendo café y Bustamante con sus pastillas de regaliz. Las cajas antológicas y los casetes de gasolinera. O un disco que luce un título con ínfulas, Impronta, y abruma con algunos de los textos más mediocres que recuerdan los tiempos.

Los de Loja nacieron con la vocación loable de reivindicar el pop español de los sesenta y anoche recuperaron La caza, de Juan y Junior (añadiéndole cascabeles navideños, vaya por Dios). A veces aciertan, sin duda: Zen tiene un arranque y juegos vocales deudores de Los Brincos, Luces de neón invita al entusiasmo con ese añejo "paparapapapa", Dilema se fija en un referente tan noble como Town called Malice y Luciérnagas y mariposas refulge como lo más sobresaliente de su producción. Pero llegamos a Planilandia y cambiamos el influjo de Los Ángeles por San Cristóbal de Los Ángeles: nada mejor que esa pieza para encontrar consuelo ante la dolorosa disolución de Camela.

No es el único desatino. Nacho Cano parece acechar en los teclados de El tiempo pasará que condensa todos los agravantes de una letra deficiente: cambios de acentuación y rimas verbales o de una palabra consigo misma. Pero Noni se supera en Emborracharme, acentuada ayer con una copiosa lluvia de confeti y en la que el cantante cede al público el honor de corear el sesudo verso "Y con las ganas que ahora tengo de follarte". Los Meyers han cambiado las buenas intenciones por el trazo grueso. Y salen triunfantes. Como los triglicéridos.

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