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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una vida breve

¿Es que exigir que la Generalitat sea transparente en sus actos, que no mienta, que no oculte información a los ciudadanos de manera interesada, es algo excepcional?

La política de transparencia de la que tanto hablaba el Gobierno valenciano, en los últimos meses, ha tenido una vida breve. En cuanto ha sobrevenido la primera dificultad, ese admirable propósito democrático se ha venido abajo. Es probable que las personas que, en algún momento, creyeron en las intenciones del Gobierno se hayan sentido desencantadas. Pero, no descubrimos nada nuevo si afirmamos que muchos esperábamos que este final se produjera en un momento u otro. Tal y como se desarrollaban los hechos, era evidente que la transparencia no pasaba de ser un gesto de propaganda para convencernos de que las formas de gobernar habían cambiado respecto a la época de Francisco Camps. No era otra la aspiración de Alberto Fabra. Mientras esa política se mantuvo en el plano de la teoría, es decir, lejos de la realidad, le proporcionó al Gobierno una magnífica publicidad ya que le permitió marcar distancia con el pasado, sin correr ningún riesgo en la práctica.

Ha bastado que Esquerra Unida publicara los contratos de las carreras de Fórmula Uno, para que el Gobierno se enfadara y pusiera punto final a la política transparencia. Hay que prestar atención a los motivos del enfado expresados por el vicepresidente Ciscar porque son curiosos. Si uno lee las informaciones publicadas por la prensa, es evidente que fue el gobierno de Francisco Camps quien se ocultó tras unas cláusulas de confidencialidad para engañar a los valencianos. Esa, y no otra, es la realidad. Pero, al señor Ciscar, por lo visto, no le incomoda que un gobierno de su partido engañe a los valencianos; lo que realmente le indigna es que estos puedan enterarse del engaño.

Algunos dirán que las palabras de Ciscar responden al juego habitual de la política. Es probable que tengan razón. Pero si ese es el juego habitual de la política, deberíamos hacer algo para evitarlo. Los valencianos conocemos en carne propia donde nos ha llevado esa manera de actuar. En cualquier caso, las palabras del vicepresidente, sus amenazas a Esquerra Unida, traslucen una idea de la democracia preocupante: se reduce a un sistema donde, celebradas las elecciones, el partido vencedor no precisa rendir cuentas a nadie. Si alguna vez accede a dar explicaciones, no será por una exigencia democrática sino por un gesto gracioso del gobernante. Lo terrible es que esas conductas han dejado de inquietarnos y aceptamos como normal lo que debería ser un escándalo intolerable.

Al denunciar el comportamiento de Esquerra Unida, el vicepresidente ha dicho que el Consell decidió hacer un ejercicio de transparencia al entregar los contratos. “Se ha intentado un cambio y no ha resultado”, ha añadido. No acabo de entender bien a qué cambio se refiere el señor Ciscar. Habrá que recordarle otra vez que no es Esquerra Unida quien ha vulnerado las normas democráticas, sino quienes firmaron esas cláusulas de confidencialidad. O ¿es que exigir que la Generalitat sea transparente en sus actos, que no mienta, que no oculte información a los ciudadanos de manera interesada, es algo excepcional? En ese caso, el señor Ciscar debería explicarnos cuál es su idea de la democracia. Si hemos entendido bien sus palabras, diríamos que tiene de ella un concepto un tanto particular. En democracia no pueden existir unas reglas para el gobernante y otras distintas para el ciudadano, como parece deducirse de las advertencias de José Ciscar.

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